viernes, 22 de junio de 2012

Charles Baudelaire y los sabios - Pere Rovira





Le registran a fondo la cartera y las casas.
Les irritan los vicios y el dandismo,
La lista de usureros, las cartas a la madre
-tanto amor miserable-, la sífilis, la negra
que Manet retrató, vestida de muñeca,
con manos de giganta -la Jeanne infiel, que olía
a alquitrán caliente en los orgasmos.

Hablan de Baudelaire como si no hubiese escrito,
no ocultan que lo quieren intratable, retrógrado,
malgastador, cobarde... El autor de un mal destino,
del inválido mudo de los últimos años;
el culpable, no el hombre
que hizo Les fleurs du mal,
el libro más perfecto de su siglo.

Ellos no pierden tiempo
rastreando poemas por las calles de París.
No han convertido escorias y desgracias
en belleza abrazada
desesperadamente a las palabras.
No hay capital que logre
belleza tan durable.

Ignoran cómo arden
las horas por un verso -que son éstas las horas
que salvan al poeta, no la posteridad.

No saben qué pensaba Baudelaire
de los hombres que guardan la ceniza.

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