malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

viernes, 29 de julio de 2016

El extranjero - Albert Camus

 




Pensé que me bastaba dar media vuelta y todo quedaría concluido. Pero toda una playa vibrante de sol apretábase detrás de mí. Di algunos pasos hacia el manantial. El árabe no se movió. A pesar de todo, estaba todavía bastante lejos. Parecía reírse, quizá por el efecto de las sombras sobre el rostro. Esperé. El ardor del sol me llegaba hasta las mejillas y sentí las gotas de sudor amontonárseme en las cejas. Era el mismo sol del día en que había enterrado a mamá y, como entonces, sobre todo me dolían la frente y todas las venas juntas bajo la piel. Impelido por este ardor que no podía soportar más, hice un movimiento hacia adelante. Y esta vez, sin levantarse, el árabe sacó el cuchillo y me lo mostró bajo el sol. La luz se inyectó en el acero y era como una larga hoja centelleante que me alcanzara en la frente. En el mismo instante el sudor amontonado en las cejas corrió de golpe sobre mis párpados y los recubrió con un velo tibio y espeso. Tenía los ojos ciegos detrás de esta cortina de lágrimas y de sal. No sentía más que los címbalos del sol sobre la frente e, indiscutiblemente, la refulgente lámina surgida del cuchillo, siempre delante de mí. La espada ardiente me roía las cejas y me penetraba en los ojos doloridos. Entonces todo vaciló. El mar cargó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzó.  Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. Entonces, tiré aún cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que las balas se hundían sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que daba en la puerta de la desgracia. 




jueves, 28 de julio de 2016

en la quilla de nuestros desiertos























Hubo un momento en el que no nos dimos cuenta. 

Nuestras vidas llenas de coches mal aparcados

y allí los dos,

con los bolsillos vacíos

pero el deseo intacto,

como un perro que no deja de morder.

Tatuados con la ansiedad infinita del insaciable

Borrachos en la quilla de nuestros desiertos,

imaginando saltos, sed y rabias,

como dos salvajes

desaprendiéndolo todo.



Esculpiendo epitafios cada media hora,

olvidando lo que quisimos ser,

esnifando el delirio el uno al otro.

Llegando siempre los últimos.



La cicatriz que deja la nostalgia

es como una carretera sin fin

y a ninguna parte.

Y el pasado como un campo sembrado

de noches y carne caliente,

pero nunca te viene de frente cuando te sientes vivo.



Los buitres siempre habían picoteado nuestra puerta.

pero anclados,

presos del síndrome de Estocolmo,

del no querer salir el uno del otro,

no nos dimos cuenta.



La fuerza del gesto como coartada

y la brújula en el corazón tan rota desde siempre

nunca fueron el síntoma.



Llegaría el día en que dejar de explorar tu escalofrío

sería un hecho.

Arrancados del lienzo del propósito.

Islas repentinas, tú y yo.

Con todas las caricias expropiadas,

Sin saber ya quién ser bajo la ropa.



La abstinencia de libar de tu insomnio.

Tú, cigarrillo que ardías en mis labios,

bordando el colchón de fuego.

Yo, ululando contigo, para ti

junto a ti, sobre ti, debajo de ti.



Ex navegantes de nuestras grietas.

No nos dimos cuenta

y no supimos hacerle un puente a la desidia

y arrancarnos del punto muerto.

El llanto que migra por nuestros cuerpos

cargado de sales y especias,

inició el recorrido inverso,

y cómo nos sudaron los ojos…



Nos buscamos el pulso,

y sacamos a las diez de la noche la basura

y un harem de posibilidades suicidadas.



Y ahora,

una página en blanco para el desahogo,

-como la bandera del rendido

o como el que te brinda un pañuelo

en mitad del llanto-

nos viene encañonando,

y esta sí viene de frente. 






*título inspirado por una canción de A.Stanich








jueves, 14 de julio de 2016

no bastará con la poesía



























A veces el poema, como una espina que se arranca del dedo corazón,
pero nunca entera.
Y después, por un momento, súmmum, lamer la gloria del vacío más extremo,
venerar el hueco que habitó el dolor.
Tras gemir en la hoja en blanco, todo se diluye a los pies de la cama,
en un riff perfecto, milésimo suicidio de la congoja desde cualquier ventana.
Otra vez las ganas de morder vida a lo Biedma.
Otra vez habitar la selva de palabras con el capital de tu cuerpo en las manos
y toda la tinta detenida que descarrila en la noche,
vuelve a ser bella.
Asistir al aviso febril de tu desorden,
perder de vista la panorámica de la angustia que devasta.
No recordar que la derrota se instala en la espalda.
Cancelar todos los inviernos.
Volver al conjuro de los vasos de tubo y las calles mojadas que ya no nos tenían
y al precipitarse en los ojos del otro, que ya no tenemos.

En un reino animal con estrellas, hambre y música,
amainar el sabor metálico de tu boca,
iluminar tus ruinas.
Pero no bastará con la poesía,
ni abandonarnos en el chillido
con los acantilados en fuga
nombrando el alboroto de la carne,
no bastará para callar cadenas y rutinas,
si acaso una oda a los sumideros que tragan melancolía
si acaso un canto a las lenguas gatunas con las que nos curábamos las heridas,
antes de que arribe el foso que se abre tras el después del poema.

Es espantoso el polvo que ocultó nuestros brillos,
es cruel aprender a agitarse en la celda,
la doble trama del dolor,
el arpegio de un cuerpo que pretende romperse antes de la caída.

Sólo un esfuerzo brutal y sincero en encontrarnos por dentro.
Rescatar lo que sepultamos sin darnos cuenta aunque sea por un maldito momento.

Y volver a ser la que acaricia a los perros,
y la de las tardes en descomposición eterna,
la que esculpe en tu entrepierna hermosas victorias de lo cotidiano,
la que dibuja barcos y aguaceros,
la que besa los muros que derriba,
la que llagada de poesía no halla postura fuera de tu alcance,
la que abusa de nuestro modo instrumental y horizontal,
con el corazón violento y mojado.
La que te exilia al itinerario único que te lleve de mi nuca a mis tobillos.
No el cuarto de hora que sigue al último verso.
Quiero durarte lo que tardan las estrellas en morir
y no podrá ser pero quiero.



domingo, 10 de julio de 2016

nunca la tibieza







































digo no
a desprenderme de mi ración de vida
la que yo me doy
cuchara a cuchara
la que me da sentido
en mitad de este atolladero infinito de tiros, farsas y desprendimientos
yo quiero tenerme cerca
beberte cuando me llegue la sed
comerte cuando me ruja
estoy llena de ochomiles
y aunque sea a gatas, quiero hacer cima en mí,
en ti
en los sueños o drogada de insomnio.
traemos un billete, viaje único, cuando acabe, acaba.
ya me despeñaré, tarde o temprano.
amarrarme a tu cuerpo en balcones bonitos
llenar las plazas de gemidos
hay tanto esplendor cuando nos tocamos
electricidad infinita
recursos naturales
piel, saliva, ojos que se miran, combustión, sangre.
me enloquece delinquir en el vips de tu cuerpo
siempre de madrugada, cuando perra, no controlo.
qué bonito abarcar el océano o los mares como si un charco.
yo ya sé cuáles son los tesoros y en qué islas o buques hundidos se hallan.
me vi devorada por luces falsas y arranqué esos espacios.
la noche era un transatlántico que me atropellaba
hasta que me entendí. 
masturbación romántica, inventamos. 
cuerpo. corazón que no coraza.
volcán. hay descensos brutales que pocos se atreven a hacer.
los arneses no me quedan bien.
me pedí una Modelo rubia y te declaré callada mi amor.
la distancia es la hija bastarda que nadie reconoce como suya.
me la jalo.
repto por ella.
soy.
para no penar en torrenteras vacías, me hago grito,
me hago maldita. 
aparto nuestro armagedón. 
yo soy la que corría empapada en mitad de ti.
amarrada al esternón de la oportunidad,
con la escena alucinante del encuentro
a fuego. me arrojo a ti.
leí un poema de Zurita y sentí que me moría.
veloz, un parpadeo. No hubo despedida. úsala.
es mi carne y es tuya.
extraños. se curvó el abismo y toqué pie.
soy tan fuerte cuando te muestro mis despojos.
tan verdadera con la carne vuelta.
este es un poema de vino, de perro verde y domingo.
de domingo de carnicería. de los nuestros.
da igual si no se entiende.
sólo era una sangría.
de las nuestras y brutales.