jueves, 31 de octubre de 2013

poemas de Daniela Camacho




Todo lo intercambiamos, devorándonos
Enrique Lihn
 
[para nombrar el fuego]


Bajábamos de la ginebra como animales que vuelven de la fiebre / un pequeño cuarto a punto del derrumbe era entonces el lugar propicio para el amor / habitábamos con todo el cuerpo la palabra maremoto / un trío de ángeles animaba nuestras sombras en húmedos espejos / ardíamos de manos rojas / de labios rojos / de sexos para siempre rojos / deseábamos la luz / nos poseía un lenguaje de serpientes:


/ entrar en un cuerpo o estrangularlo / hacer babear las fauces calientes de los lobos del sueño / decir amor mientras afuera están muriendo las palomas en tibias catedrales / entrar en un cuerpo y destruir el oro / darle la temperatura necesaria al alquimista para que interrumpa el suicidio de los niños en un país de nieve / hacer que el astrolabio nos devuelva la estrella a los ojos en blanco / y leer en las caderas ensanchadas / en los muslos / en la espalda / un árbol genealógico de bestias /

: sí / en otro tiempo volvíamos del vino tenebrosos / inocentes / casi recién nacidos / tú entrabas en mi cuerpo / y un humo de lilas / sobre mí / dejaba una corona negra //


[morir de paraíso]
I 
Tu silencio es el lenguaje de la mujer que espera. Buscas un nombre. Una voz que al germinar no se rompa. Hurgas en el sueño de tu amante y con manos insalubres arrebatas frutos de la adormidera. Sobre tus labios, negras semillas recuerdan a los tábanos que enjambran en espera de sus hembras. Poco a poco, la temperatura de tu cuerpo se condensa; sobre tu lenguaje, se desata el aguacero.

La lengua se bifurca. Dice lluvia y crece una amapola en el desierto. De sus pétalos, el té para aliviar el frío, el hambre.

                     Tengo miedo de nombrar la arena, de escanciar el vino en la copa equivocada. Tal vez sería más dulce pronunciar la sed, interrumpir el vuelo de libélulas que van hacia tus ojos,                                            heridas de mis ojos. 

 Pero es un designio lo que en mí se agrieta.
 Mientras te espere
                    seré del precipicio.


II
 


Escucha. Hay una sonata para oboe pudriéndose en el río. Es silencio y no. Lo ángel de tus ojos ordena los acordes sobre el agua. En tu corazón, un niño mudo ahoga una canción enferma. Aprendes a decir la noche con sus árboles envejeciendo. El aroma de los frutos, afilado, taja el cuerpo de la niebla. Al amanecer, la nota más violenta en el silbido de las oropéndolas predice la llovizna.

Te sueño bálsamo. Gota que desciende en la resquebrajada corteza del almendro. Ámbar lágrima de Dios o roja sangre en el costado de la bestia.

                           Yo construyo para ti un lenguaje, una parva de cristales tan sanguíneos que semejan flores de cobalto.

                              Digo para ti la transparencia, cincelo el paraíso.

En la desmesura del verano brillarán las hojas, el vocablo que al calor se deletrea.

Nublado y turbulento, sólo tú podrás instrumentar mi silabario.



miércoles, 30 de octubre de 2013

lo que esperamos - Oliverio Girondo


Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

martes, 29 de octubre de 2013

vas a gritar el poema



vas a gritar el poema
vas a quemarte
quebrarte
maltratarte
oxidarte
estrellarte contra el ventanal
 
usarte a fin de cuentas,
darte de sí, a ver dónde llegas
tan despojado por dentro
en lo absoluto de la piel sin fin

quiero ser al margen del poema
y entender el mecanismo de tu morbo y rendirme a él
por poderoso
por extremo
por desequilibrado

quiero la insana velocidad
y la emperrada melancolía que se encierra con llave por dentro
también la quiero
y quizá después me haga cruces 
y gaste mis rodillas
con salmos que calmen y arranquen los residuos del alma 
que no me diste
 
y tal vez
en lo alto de la noche que no es tu noche
encuentre amparo en tus pesadillas
porque aún podemos diagnosticarnos la rabia anónimamente
y sacarnos vida de la chistera

pero hay que darse
desprenderse de lo absurdo
con hermosa cólera abrazarse con las bocas
 
ya no mato mis deseos
los alimento como reos disciplinados
que sueñan con la huida

mientras me atraviesan dioses la mirada
y me ruegan que les crea
en oraciones hechas de calle y carne

que voy a llorar decepciones si me llegas sin espinas
y lo sabes

brillantes e inmortales
hallados perdidos
repletos los bolsillos
de versos guillotina
que no nos valen

tengo el dolor y aún no me he hecho daño

tan mansa y prostituida
tan inyectada en mi propia sangre
tan transfusionable
te espero

tan herida por el viento
y palabras de cieno que amenazan
hállame en mi locura y sus esquinas
deambúlame por dentro
voy dejando rastro cuando te leo
tu piel el cielo en el que creo
la lengua repite el beso que nunca olvidaste
la tarde aguada en llanto
llanto de muslos
llanto de aguardiente
con la vida y sus muñones como sueños incumplidos
hasta para escribir me hacen falta la causa, la náusea y el desastre.
 

viernes, 18 de octubre de 2013

hazme una perdida






























(cuánto quisimos destrozar las palabras
y hacer que sucediesen)


las islas pequeñas
nos paren ansiedad por dentro
ante la simple idea de correr
será por eso que invento círculos viciosos,
concéntricos y tristes.

Cárcel de agua será también mi cuerpo.

Ahora necesito precipitarme en el poema
voy a hablar de caballos y pájaros,
porque de eso hablan los poemas
en lugar de embestidas y huidas,
caballos y pájaros.

Con la metáfora de la herida abierta
que inunda la habitación,
he manchado todos mis cuadernos,
los del desastre
y los de la bendita compasión.

En esa depravada dependencia
del que calla lo que siente
y muestra colmillos relucientes
que no conocen carne,
nos encontramos y no nos reconocemos.

Puedo decir que soy la que grita fuerte en tu sueño
la que gime enloquecida
y se palpa el desamparo en mitad de la cicatriz,
y en el fondo sólo estoy diciendo que me curo en el cuerpo la distancia de no tocarte.
O decirte que deseo ser tu isla de Montecristo,
cuando lo que ansío es alterarte el pulso y que me derribes con amor.

En mi respiración se delata el hecho:
aquí una mujer que te muestra su envés.
Vomitaré en el poema toda la fuerza que nunca tuve
y al final me derrumbaré un poco
para humanizar el alma de que carezco
y no huelas el sílex en mis labios de embustera.

Y así nunca nos entenderemos,
Extranjeros que se encierran en su habitación
y miran el mundo por una ventana.
Mímica ante el espejo.
Con la urgencia de masturbar nuestras mentes
como si fueran lámparas mágicas.
Talando árboles que esperamos jamás cuenten nuestra historia.
Palabras como señuelos de imposibles.
En esta procesión de cabos sueltos como versos a la deriva,
me pregunto realmente si alguien nos entiende.

domingo, 13 de octubre de 2013

la posibilidad del atropello


despierto en mitad de la noche, sensación de lija en mi garganta, miro por la ventana, fuera los almendros bailan, pienso en cuántas personas se habrán desvelado a esta misma hora, un dolor, un ruido, una preocupación
vago descalza hasta mis libros, cojo uno, es Carver, lo abro al azar, y leo su poema Miedo
cómo es el azar
hay quien cree en la suerte, en la numerología o en los rezos
yo intento creer en mí misma y encontrar el interruptor que apague el zumbido existencialista en mi vida

compruebo los cerrojos

veo pasar coches por la ventana con sus historias dentro, como dice el anuncio
tropiezo con la perra, le grito, se asusta, me asusto, después me siento mal y quiero tocarla pero temerosa se esconde
regreso a la cama
fuera el viento desgarrado peina la hierba, los árboles, la tierra y la angustia
y mientras esas puertas que chirrían como gatos heridos en mi cabeza amenazan con despertarme eternamente, busco la salida de emergencia de esta mala noche, y oigo: al fondo a la derecha, pero allí sólo hay un cuarto oscuro que huele a humedad y malos ratos
y añoro esos tiempos antiguos de ingenuidad y desapego cuando todo pasaba rozándome con la posibilidad del atropello
de amaneceres rojos y guitarras quemadas de Hendrix, de eso se llena mi cabeza, mientras en algún lugar alguien reza, y otro cruza los dedos y otros inventamos salidas de emergencia
suena el despertador, me levanto y busco a la perra para volver a tropezar con ella

viernes, 11 de octubre de 2013

distantes


¿Cómo te sientes?

Como un animal que flota boca arriba
después de un maremoto.
Los KFGC


vamos a sostenernos en un abrazo
mojarnos en los restos de un suspiro sin ficciones
tan desaparecidos el uno en el otro
tan de tinieblas bien hechas 
con el verso perturbado y enhebrado en el ojal

vamos a desfigurarnos con la fe del desesperado
del que inventa trenes en mitad de un mar en llamas
con la geometría paliativa de la espuma 
que camufle nuestros sucios fondos
porque los tenemos y los amamos
porque no se lava lo hermoso
porque el amor será a bocajarro o no será
porque viviremos llagados 
y llenos de ranuras que escupan nuestra oscuridad. 

con la carne cruda de tu mirada
alumbraré palabras, confusos salmos
de cruces manoseadas que fracasaron
locos de atar que heredan un delirio que se estrella
rogando alucinados por la eternidad del momento

con la luz que viola nuestros sueños en cada amanecer
con nuestros cuerpos que se encuentran como líneas secantes a la deriva
en nuestra ronca y trasnochada y necesaria soledad
justo donde se estrechan la voluntad y la fuerza
llega el instante que nos colma, que nos calma:
la vibrante certeza de saber que la distancia jamás nos separará.

miércoles, 9 de octubre de 2013

DIANA, de Félix Grande a César Vallejo





La miseria me saca por entre mis propios dientes,
cogido con un palito por el puño de la camisa.

Yo y mis caries, ventana, 
nos hemos puesto a dialogar contigo, 
vieja costumbre, balsámica renuncia,
leal querencia, mi querida madera.

La noche me ha agitado dentro de una botella
y ya de amanecida he huido de la cama protestando,
sacudiéndome tizones; vengo
al cristal y reflexiono su ofensiva:
allá abajo, a la rastra,
cojea un perro lo mismo que un pasado, todo
concuerda al sesgo de esa pata encogida. 

Desayunémonos con una hostia de recuerdo
sin encausar a ese alarido que nos quiere
calzar de pantalones la piedad. Vengan
conmigo a comulgar conmigo la hostia conmigo
los santos crucificados sobre Ciempozuelos,
los que se purgan con un sorbo de lágrimas de mujer,
los que cojean bajo sus legajos,
los que al abrir el pan descubren que hoy tampoco traía lima,
los que despiden, enfermos de estación,
los que no reciben la carta,
los que se sientan frente al teléfono con provisiones,
los que en el tren no van ni vienen ni se trasladan,
los que llevan a su casa el suicidio de un amigo,
los que se arrugan ante un nombre amado,
los que se arrancan como parches las hojas de los calendarios,
los que tienen agujeros en la garganta y respiran en redondo,
los que sudan tres gotas de silencio y las brindan ante un retrato,
los que pronuncian "mañana" entre paréntesis, mirando alrededor
los que se temen del cuello para arriba
los que te dan la mano y la refuerzan con un clavo,
vengan, que para ellos tengo una ventana,
pues la fraternidad cuaja de noche, especialmente.

Aquí estoy con mis caries
como un acantilado en donde rompe el tiempo sus espumas,
braceando ante mis fauces
para tratar de que estas muelas no se peleen con sus encías,
que cada día hay menos alimentos diurnos,
que hacia la madrugada los expulso sin haber digerido,
que la noche me agita dentro de una botella, oh basta, mundo boticario,
no te da vergüenza? 
¡mira que hay desamparos que te ven!