martes, 23 de agosto de 2016

nadie nunca




No creo haber sido mujer de grandes certezas. Los yo siempre, los yo nunca, los yo quiero me producían temblor de rodillas en bocas ajenas. Desquicié a más de uno con mis me da igual, lo que tú prefieras y los no me importa. Con la edad cada vez tengo menos, certezas, temblor de rodillas gracias a algún poder no divino, sigo teniendo. En lugar de hallar respuestas se me amontonan las preguntas, las puertas por abrir, los miedos y las dudas. En ocasiones un punch tras otro en el cuadrilátero del drama, la distancia y la rutina. Y me siento noqueada, aturdida, como en Annie Hall, el Universo se expande y yo quiero salir corriendo.

No tengo grandes certezas pero sí he logrado hallar una. Una infinita y hermosa y te la quiero decir. 

Podrán haber cruzado mares, océanos o riachuelos turbios. Podrán haber saltado de puentes, rascacielos o haber cruzado con media cantimplora el desierto entero de Sonora por ti. Podrán haber arrancado sus raíces, frescas o ya podridas de cualquier tierra por lejana que se encontrara. Podrán haberte dado hijos o poemas, o ambas cosas. Podrán haberte llenado de temblores el corazón con solo una mirada. Podrán haber roto distancias y estar junto a ti. Te habrán cosido las cicatrices con arte de madre remendadora. Habrás dormido amarrado a ellas como a un tablero a la deriva en mitad de la tormenta. Te habrán jurado amor eterno y habrán bebido vino de tu boca. 

Pero nadie nunca, ahí radica mi única certeza, nadie nunca habrá lamido cada una de tus aristas, cada una de tus arterias abiertas al viento. Nadie nunca habrá deambulado por el alcantarillado de tu alma con tacones y tanto amor y tan emputecidamente arrabalera. Nadie habrá abrazado cada sueño, fantasía o resquicio del pasado a pelo, con los ojos bien abiertos y escuchando cada coma y cada silencio que entregabas. Nadie le habrá bajado el dobladillo a tu podredumbre para ver lo que ocultabas. Nadie se habrá manchado hasta perder el aliento en tus minas más oscuras. Nadie habrá continuado sin pedirte que encendieras la luz o que callaras. Sin salir corriendo. Nadie nunca te habrá rogado lo más profundo, húmedo y sórdido con los brazos tan abiertos. Nadie te habrá amado entero. Nadie nunca como yo lo hice. Como yo lo hago.


Imagen de Guillaume Catroux

domingo, 21 de agosto de 2016

deep web






Quién eres?
Soy la agente inmobiliaria que vende tabicada “felicidad” en ochenta metros cuadrados, orientación sur, a ser posible, mucha luz, armarios empotrados y vistas despejadas, cocina grande y muchos enchufes para el digital y la play. Educada, correcta, bien planchado el embrutecimiento para que no se note, básicamente.

En tu deep web, quién eres?
Soy la que enfundada en una camiseta de los Joy o los Rage, se va de farra, de concierto, mama cerveza como una bucanera, se arranca la voz, se abraza a los árboles y al vicio como si fuera eterna, chequea el grupo de wasap de controles y acaba respirando madrugada en caminos secundarios tan mediterráneos como oscuros hasta que se me pase la vida.

Punta de iceberg, todo son puntas. 
Bombas de relojería.

Hay pedazos que se muestran a la luz del día.
Frentes altas y ese detestable decoro.
Pedazos con horarios, modales, sueños confesables,
rutinas varias, frustraciones típicas y tópicas,
pequeñas hambres, de esas que se sacian en un cuarto de hora.
Errores comunes. Sin sal, sin azúcar. Sosos.

Me interesa más el mortal sobre el alambre.
Pasar pantallas o que me las pasen.
Desvestir a la cebolla o más bonito,
striptease al alma de lo turbio.

Hay algo irrescatable ahí,
porque está sucio y callado
pero late tan fuerte
y es tan puramente humano.
Lo acumulado en los vertederos interiores, 
nuestras minas,
el bunker de uno mismo,
ahí, ahí, donde todo se desboca,
déjame entrar pero sin guía y sin tiempo.
Justo donde decapitas la cordura y eres más tú que nunca.
Más yo que nunca. 
Ahí, ahí, entra sin guía y sin tiempo.

Tenemos tanto en los pozos.
Nos corremos tanto solos.
Apagando el volcán con la boca. 

Nos tenemos tanto miedo.

Y es una pena horrible
eso de vivir en nuestras superficies
haciendo siempre el muerto. 


lunes, 15 de agosto de 2016

you won again



Podría negarlo y decir que rebasé meta
que no era yo la que escupía sangre en la cuneta
la que se limpiaba la boca con el dorsal de número imposible
sí, la que sudaba y jadeaba alejándose

también podía ser yo esa que amanecía con fuerza
enlazada a cualquier sol, sofá o excusa
la que no pedía un último abrazo
ni tu número de teléfono
colofón de resaca del mediocre
ni te abrió todos y cada uno de los pozos
sin que lo pidieras

y podría ser yo una mole de sangre, cabellos y pulso
que no sientan nada por ti y tus arrecifes
que no bombeen sangre en tu llamarada
ni ganas de hacerte cobijo,
incendiarte o abrirte en canal cada fracaso
por el gusto de suturarte a mamadas los daños
y decirte lo tuya que soy a kilómetros de distancia

podría no decirte algo bonito
que hayas escuchado mil veces pero no con tanta miel
y en mitad del deterioro
algo que te destroce lentamente
hasta correrte cada vértebra y descosido.
Podría acercarte tanto que ya no supieras quién eres
y sobre todo quién fuiste.

Podría ser esa primera raya de la noche 
sobre el mantel de hule
que tan bien te sienta,
o la calada infinita que te humea el alma
y te recuerda que eres carne
y te recuerda que luego serás polvo
y te recuerda que ahora estás vivo


podría pero no soy nada de ello
porque has vuelto a ganar
y sigo arrastrándome por un fango infinito
donde espero no reflejarme