jueves, 20 de mayo de 2010

EL ARMARIO - Alberto Moravia

Maté a mi marido por error, o sea, bromeando. Le apunté con una pistola que creía descargada y apreté el gatillo mientras le anunciaba:
-Voy a matarte. ¡Pum!
La camarera, que servía la mesa, sonrió al ver mi gesto, y mi marido hasta se echó a reír. Porque, según parece, cuando se hiere a uno en el corazón, el primer efecto es la carcajada. Mi marido rió, y luego se deslizó de la silla poco a poco, como deshaciéndose en la caída. Naturalmente fui detenida, hurgaron en mi vida y encontraron que mi marido y yo nos amábamos incluso de una manera excesiva. Fui absuelta con todos los pronunciamientos favorables.
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