sábado, 15 de mayo de 2010
LA POSIBILIDAD DEL ATROPELLO
despierto en mitad de la noche, sensación de lija en mi garganta, miro por la ventana, fuera los almendros bailan, pienso en cuántas personas se habrán desvelado a esta misma hora, un dolor, un ruido, una preocupación
vago descalza hasta mis libros, cojo uno, es Carver, lo abro al azar, y leo su poema Miedo…
cómo es el azar
hay quien cree en la suerte, en la numerología o en los rezos
yo intento creer en mi misma y encontrar el interruptor que apague el zumbido existencialista en mi vida
compruebo los cerrojos
veo pasar coches por la ventana con sus historias dentro, como dice el anuncio
tropiezo con la perra, le grito, se asusta, me asusto, después me siento mal y quiero tocarla pero se esconde
regreso a la cama
fuera el viento desgarrado peina la hierba, los árboles, la tierra y la angustia
y mientras esas puertas que chirrían como gatos heridos en mi cabeza amenazan con despertarme eternamente, busco la salida de emergencia de esta mala noche, y oigo: al fondo a la derecha, pero allí sólo hay un cuarto oscuro que huele a humedad y malos ratos
y añoro esos tiempos antiguos de ingenuidad y desapego cuando todo pasaba rozándome con la posibilidad del atropello
de amaneceres rojos y guitarras quemadas de Hendrix, de eso se llena mi cabeza, mientras en algún lugar alguien reza, y otro cruza los dedos y otros inventamos salidas de emergencia
suena el despertador, me levanto y busco a la perra para volver a tropezar con ella
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