lunes, 22 de noviembre de 2010

Yehuda Amijai



Los amantes dejan sus huellas en el cuerpo del otro,
llenas de evidencias físicas, palabras inacabadas, testimonios, un arrugado
par de jadeos, un periódico con la fecha exacta, y dos relojes, el de él y el de ella.
Cada mañana marcan los contornos del otro
igual que la policía marca la posición del cuerpo en la carretera
con tiza. Los amantes se rinden el uno al otro,
se reservan el derecho a permanecer en silencio.
Si se separan,
dibujan un retrato robot y lo señalan con el dedo
gritando: ¡Es él! ¡Es ella!

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Soy el profeta de lo que ya ha ocurrido. Leo el pasado en la palma
de la mano de la mujer que amo, pronostico la lluvia que ya cayó,
soy un experto en las nieves del año pasado, conjuro los espíritus
de lo que siempre ha ocurrido, preveo los días de antaño,
dibujo los planos de casas que ya se han caído,
profetizo la pequeña habitación con sus pocos muebles
-una toalla puesta a secar sobre la única silla,
el arco de la ventana, curvado como nuestros cuerpos cuando se aman.

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Encontré un periódico de hace veinte años,
de la semana que nos separamos.Todo estaba
escrito en él,salvo la separación.

Tú me enterrarás.
Tú me enterrarás.
Cosas así decíamos entonces
con las mejillas unidas y alejados de la muerte.

A veces me olvido y paso por calles
que ya no son nuestras,abro postigos
con calma.“No se vayan,sólo he salido
a comprar”.O voy a casas
a preguntar,como se hacía antes:¿Ha venido?
Cada año ha venido.El año que viene vendrá.

Y mirada hacia atrás que dura años,
y mano en la frente como antaño.

Estoy ardiendo.
Estoy ardiendo.
Cosas así decíamos entonces.
Bastaba con que uno ardiera
para prender con su fuego al otro
y el resto de su vida.

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Toda la noche gritaron tus zapatos
 vacíos junto a mi cama.

Tu mano derecha cuelga de tu sueño,
tu pelo estudia el lenguaje de la noche
en un libro rasgado de viento.

Las cortinas moviéndose
son embajadores de potencias extranjeras.

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La ciudad donde nací fue destruida por los cañones.
El barco al que subí fue hundido después, en la guerra.
El granero de Hamadia donde amé fue quemado.
El quiosco de En Gedi fue bombardeado por los enemigos,
el puente de Ismailiya que crucé
en una y otra dirección en mis tardes de amor
fue hecho añicos.

Mi vida se ha ido borrando tras de mí según un mapa exacto.
¿Cuánto tiempo resistirán los recuerdos?
La niña de mi niñez fue asesinada y mi padre está muerto.

Por eso, no me elijáis como amante o hijo,
como pasante de puentes, inquilino o ciudadano.

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Las personas se utilizan como remedio para su dolor.
Se ponen unas a otras sobre sus heridas existenciales,
en el ojo, en el sexo, en la boca y en la mano abierta.
Se agarran unas a otras y no quieren soltarse.

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2 comentarios:

  1. No digo nada. Sólo leo y pienso. Y siento la fuerza de cada palabra. Sólo eso.

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  2. acaso hace falta algo más??

    gracias por estar ahí

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