lunes, 21 de marzo de 2011

LA FIN - El País de las Tentaciones



Nunca me encontraré en otro ámbito similar a tu abrazo. Lo respiraré por las calles y llegaré tarde al desenlace de todos los días tristes. Me fascinan los atardeceres y las películas en blanco y negro. Estoy a favor de los ídolos de barrio, de los coches pintados, de las aceras que son el final de cualquier historia. Me enamora el café horrible del bar Dublín porque me gusta ver el autobús llegar, y pagar, y salir, y cogerlo, a tiempo. Pero odio pensar en ti. En ti como cura de todas las heridas infringidas por los horarios y la calma. Eres todo, todo, todo. Y yo soy una parte inútilmente iluminada. Soy un trozo de camino perpendicular, una promesa que te hice. Los atardeceres son bellos como la lluvia de los domingos, cuando pasas por debajo de los balcones y llegas a un bar y pides una cerveza y ves el partido. Es bello que todavía nos queden tardes, que no quieran ser tardes sino vidas arrastradas como la menos cierta de mis sonrisas. Esto es lo peor que me puedo escribir, porque ya no escribo para nadie. Ya veo una luz titubeante que viene de la costa. Y no veo a nadie esperando, pero no me duele y no duelo. Este optimismo es tan brutal, que las olas se callan y soy el único referente para un horizonte venido a menos. Hay películas que no son mejores que tu vida, y hay vidas en el videoclub, bajándose por internet justo ahora. La vida es lo único que queda cuando te miras al espejo y se funde la bombilla. Es lo único que te queda en los bolsillos. Cuida de ella como si fuera un trozo de calle, por la que vas a volver.

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