domingo, 24 de abril de 2011

Alan Pauls acerca de Borges

"Sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido." A los 27 años, Borges comprende que no basta con "no tener" (no haber vivido la patria chica); que es preciso "perder" (experimentar la nostalgia). Porque perder no es una fatalidad sino una construcción, un artefacto, una obra. Algo que requiere tanto cuidado y dedicación como un verso o una argumentación literaria. Para "no tener" sólo hacen falta un estado de cosas desfavorable, una injusticia, una desgracia. Es apenas el primer paso. Perder, en cambio, sólo pierden los artistas, que por medio de la nostalgia convierten en mito todo aquello que no tienen. Y Borges, hasta entonces confiado en el porvenir, decide ahora apostar todo a la pérdida. El siglo XIX (la Argentina premoderna, la de la pampa, los gauchos, el barrio y la intimidad sin intrusos) deja de ser un material versificable y pasa a ser otra cosa, algo a la vez más perturbador y más reconfortante: una especie de infancia imposible, el mundo del que Borges, alguna vez, fue desterrado.

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