Cuando no hay principio, nudo y desenlace,
todo son momentos,
cuartos de hora,
de esos que desgarran, que atropellan.
Golpes que nos damos para sentirnos vivos.
Risas, jadeos.
Las horas muertas como un camino polvoriento
que nos lleva a ese instante.
A esa explosión.
Anclados al deseo.
Revelándonos temerosos y osados a la vez.
Cerrar la puerta y dejar a la multitud fuera.
Y la excitación como un cuchillo.
Penetrar en la noche cargados de sueños.
Olvidar que mañana es martes.
Caer lentos, sostenidos
y cruzar la línea invisible una y otra vez
por el placer de casi caer al abismo. Casi.
me iba sin dejar caer este beso en algún sitio...
ResponderEliminarcasi preferiría ponértelo en los labios
sin que te dieras cuenta
casi dormida