"En las calles más tranquilas de París, cerca del Ministerio de Bellas Artes, suele encontrarse a veces a un hombre deprimido y ansioso que habla con ligero acento luxemburgués como puede advertirse al entrar en conversación con él. Abriga la ilusión de que es uno de los brazos perdidos de la Venus de Milo y espera persuadir al gobierno francés de que lo compre. En todo lo demás, creo, es moderadamente cuerdo."
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