domingo, 23 de octubre de 2011

Cartas a Emma Bowlcut - Bill Callahan




CARTA 53

Mi ritual para cortarme el pelo consiste en inclinarme descamisado sobre la pila del baño y procurar dirigir toda la pelusa trasquilada hasta el interior de una bolsa de papel marrón. Mantener el pelo tan corto da un montón de curro. Es como un deber. Cuándo el deber se vuelve no deber que se vuelve incuria o indisciplina que termina en el acto malogrado.

Es como el acto malogrado.

Voy a dejarlo crecer.

De niño llamé a la operadora. La primera llamada sin ayuda de nadie. Después de un largo silencio, le dije: Hay un petirrojo en un árbol del patio trasero. Las palabras Es eso cierto, cielo, salieron derretidas de su boca como si yo fuese su hijo favorito.

Me pregunto si alguna vez pensará en mí. Me pregunto qué le pasó al petirrojo. En realidad, no. Está muerto: crió malvas y desapareció. Pero qué fue de ese teléfono, de ese deseo.

Sigo tendido en el suelo casi todo el rato. Anoche me aferré a la barba como si fuera mi posesión más preciada. Si me rindo, acaso terminaría pegándome cabezazos contra el techo. Me desperté con la cabeza legañosa y los ojos legañosos y tomé algunas microlecturas. Rigurosamente secreto. El día avanza como un esposado.

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