Lavo los platos, me lleno de un vacío estimulante y lleno el tiempo con las pompas de jabón. Al agua del grifo le falta un instrumento musical. La acompaño silbando entrecortado, con retazos de una melodía ramplona. Jugueteo con la espuma, parecida a una nube en la que brillan y se extinguen los colores de la estación. Cojo la nube y la extiendo sobre los platos, los vasos, las tazas, las cucharas y los cuchillos. La nube se infla con las gotas que caen. La cojo y la echo a volar y me sonríe: me lleno aún más de mi vacío. No pienso en nada, como si yo mismo fuera un mediodía despreocupado. Pero desde algún lugar lejano aterrizan en la pila imágenes de recuerdos neutros, recuerdos que ni me alegran ni me apenan, como el de un paseo por un pinar o el de la espera de un autobús bajo la lluvia. Los lavo con el cuidado del que coge una vasija de cristal literario, y cuando me aseguro de que no se han roto, los devuelvo sanos y salvos a su lugar de origen en el pinar, y yo me quedo aquí. Jugueteo con la espuma, me desentiendo de cuanto no es presente. Miro satisfecho mi mente limpia como una copa, mi corazón libre de manchas como un plato primorosamente lavado. Y cuando siento que por fin me he llenado del vacío, lleno el vacío con palabras que no incumben a nadie sino a mí: estas palabras.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Una nube de colores - Mahmud Darwish
Lavo los platos, me lleno de un vacío estimulante y lleno el tiempo con las pompas de jabón. Al agua del grifo le falta un instrumento musical. La acompaño silbando entrecortado, con retazos de una melodía ramplona. Jugueteo con la espuma, parecida a una nube en la que brillan y se extinguen los colores de la estación. Cojo la nube y la extiendo sobre los platos, los vasos, las tazas, las cucharas y los cuchillos. La nube se infla con las gotas que caen. La cojo y la echo a volar y me sonríe: me lleno aún más de mi vacío. No pienso en nada, como si yo mismo fuera un mediodía despreocupado. Pero desde algún lugar lejano aterrizan en la pila imágenes de recuerdos neutros, recuerdos que ni me alegran ni me apenan, como el de un paseo por un pinar o el de la espera de un autobús bajo la lluvia. Los lavo con el cuidado del que coge una vasija de cristal literario, y cuando me aseguro de que no se han roto, los devuelvo sanos y salvos a su lugar de origen en el pinar, y yo me quedo aquí. Jugueteo con la espuma, me desentiendo de cuanto no es presente. Miro satisfecho mi mente limpia como una copa, mi corazón libre de manchas como un plato primorosamente lavado. Y cuando siento que por fin me he llenado del vacío, lleno el vacío con palabras que no incumben a nadie sino a mí: estas palabras.
No lo conocía. Gracias
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