si nos convertimos en mares viejos
que ocultan tesoros
y monstruos por igual,
y la vida ya es la primera fila
en las vallas de la tragedia
cuando el pasado empuja
como rueda de molino
y nos arrastra hacia el fondo
-sí, nuestra gravedad-
qué nos resta sino
buscarnos una vez más
en el vano espejo del ayer,
allí donde todo duele y arde
como todas las habitaciones
en las que la amaste tanto
y recordarte vivo y malvado
y recordarte exhausto y amado.
Joder, esas habitaciones sí que tienen memoria. Y duelen las cabronas.
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