miércoles, 2 de enero de 2013

viscerales





No despreciemos nuestras mareas
y abandonémonos 
desorientados y obscenos
hacia el cauce de unos labios antiguos
que otorgan vida y tregua.
Porque se trata de brumas 
que envuelven cuerpos tibios,
que se aman y se intentan,
como velas derramadas que nos recuerdan a mares que ardieron.
Se buscan, se destruyen 
y se ahuyentan como animales en la carretera.


(Y después llamarle invierno a esos lugares de la memoria donde me faltas
cuando cala el rocío las mejillas delatando la humedad que provoca la distancia).


Transpiremos amor y penas sumisas que de obedientes debieran morir ahora.

Y hallémonos aquí, 
en el presagio de las bocas que vomitan palabras cual despojos
y urgencias que muerden y nos vuelven a todos perdedores.
Aquí, extraviados, en la presencia de nuestras ausencias,
con el tacto sagrado e hiriente de las horas 
que más que lentas, son muertes que nos rondan con paciencia y malas artes
a la espera de que nos rindamos,
a la espera del crujido de nuestras ilusiones.

Hallémonos y quebrémonos.




3 comentarios:

  1. Las mareas jamás se pueden despreciar. Si no las dejamos salir hacia fuera, algo arrasarán por dentro. Así que me sumo a tu llamado, denle espacio en la cuenca de la vida...Un abrazo miss..

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  2. Seamos, con todas nuestras debilidades, nuestras miserias, nuestras muertes que rondan. Un abrazo.

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  3. Quebrarse, sí, para resurgir.
    Significativo, con tu sello.
    Un abrazo.

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