desconocida y brotada
el mar es una hembra que gime
(I. Piñana)
me sé en el engranaje de la pesadilla
y trabo las puertas de la memoria
en desalojo del daño
mientras repto en el resquicio de luz
que ofrecen los llantos susurrados
que intentan belleza en mi hondura.
trazo ahí la huida del propio cuerpo
terrible desembarco
que me inyecta toda la melancolía
por la espesura de tus abrazos.
donde convergen nuestras aristas
existe un verso que es rezo, exilio y redención.
un verso que contiene una certeza
que es consuelo y manto.
apuro ese momento guillotina
un desprenderse del propio cuerpo
y dejarnos caer hacia fuera
tan heridos, tan abandonados,
manchados de vigilia
preñados de espanto.
llévame al fondo de las palabras con su herrumbre
porque hay un faro y hay una isla.
llévame ahora y coagula la soledad
que la muerte sea el ciprés que se hunde adentro
llévame porque necesito en ti orillarme
y derribar la resistencia de la carne
suelta el nervio
y atrapa el perfil que tejen los idiomas que no entendemos
y busca el gesto que te diga todo sin hablarte.
La comunión de tu pulso y las imágenes que escoges provoca temblor. Precioso incendio de la carne. Abrazo inmenso.
ResponderEliminarhagamos como Baco: descansemos todos un ratito a la sombra de una parra y leamos poesía. algo así como un bonito día de picnic pero a lo bestia.
ResponderEliminargrande como siempre miss.
un inmenso abrazo.
Le hablamos al síntoma que nos hace vivos. La muerte es sólo una palabra. Los sótanos, otra.
ResponderEliminarTu verso y el poema, la medicina.
Un beso.
Qué coherente es este poema. Desde los pies hasta la cabeza. Como ir desnudándose, parsimoniosamente, de todo lo que es cuerpo. Un abrazo.
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