Hay
mujeres y hombres derramados y deformados en cada verso.
Hay
bilis y metástasis lírica. Algo que muerde y fecunda rabia a nuestro fondo.
El
arte se hizo para eso, quiero creer. Para esculpir tristezas y desasosiegos.
Para
manchar un lienzo de belleza. Doblegar el mármol y hacer con nosotros lo que
queramos.
(Enfríame el abismo
de perderte cuando te vayas)
Ser
anacronismo delicioso y embriagarnos de la dulce culpa de sabernos tan perdidos
como perdedores.
Que
en las catedrales del desconsuelo nos conjuramos en el humo de un posible
Que
me pronuncio en tu espalda, en tu sudor y en tu almohada.
Que
de bendiciones delirantes mojarán tu madera
Y
yo, desabastecida de cruces, querré ser tierra, matriz o escapulario
cuando
me confiese precipicio y fondo de tu botella.
Que
me dejaré perdida y fascinada en el maelstrom que se me abre en el pecho
en
el ojo del huracán que balbucea que la suerte es tuerta
y el pasado un mamotreto con el que no sabemos qué hacer
mas
que reventarnos las sienes.
Hállame
diáfana por una vez
Hállame
abierta como la luz de un faro que fuera eterna.
(Pero enfríame el
abismo de perderte cuando te vayas)
Me
desconoces en la caída. Muero en la convulsión del verbo
donde
se hace el daño y el reparo. Qué fiel me soy en la angustia
criando
la miseria a puñados que a mi mirada den lustre.
Que
te vengo llena de mundo
tan
digna y tan jabata
y
al final de las noches
me basta el sueño de ser en tus manos cobaya.
Vulgar
retal de piel que empuñe tu entrepierna,
hembra
que justifique tu resaca.
Tan
dichosa y deslumbrante,
tan
serena tras el derrumbe de
los cuerpos que son contenidas batallas,
con
la paz apagada en el vientre de las olas
yo
sólo pensaré en arramblarte.