miércoles, 14 de mayo de 2014

en la abstinencia, sin desesperación



He sentido cómo se contraía por dentro tu recuerdo, en un ovillo mojado en tiempo y llamas. Serán los domingos suspendidos desde un hilo tenso que ata mi esternón a mi nuca. Será la resaca de tu cuerpo y sus sales y sus especias. Y seré yo intentando convencerme de la belleza en la arritmia que crece en este cuerpo mío, nido de carne.

Qué culpa tendré yo de tomarte por las espinas. 
Qué culpa tendré yo de que se nos parta en dos la sangre.

Frotas dos mundos, inventas paraísos entre tus muslos en tu búsqueda de infiernos que regalarme.
Así que vagaré en mi propio delirium tremens cada vez que me faltes y cuando me acerque a escupir la última gota maldita que inventaron los sádicos de la impaciencia, basta, seré incapaz de hallar el freno en la entraña. Me recrearé en el desvelo que me brindas de espuelas y estrellas y faldas.
Culpa a la sangre y a lo brusco del deseo, pero no me culpes a mí. Culpa a los martes y a las neveras que son las camas vacías. Pero no me culpes a mí. Culpa a los ceniceros infinitos y a las botellas de fondo imposible con sus sirenas y sus mares. Culpa a los poemas y a las camareras pero no me culpes a mí cuando salvaje y distraído me escapo de mí mismo y muero buscándote.

4 comentarios:

  1. Ahí vas, como un caracol, parsimoniosa, con todo el peso sobre el lomo... Belleza.

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  2. Ceniceros y botella son buen imán de recuerdos cuando algo nos falta.

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  3. " Culpa a la sangre y a lo brusco del deseo, pero no me culpes a mí "

    un universo dentro de otro, madre mía!

    que adoro este blog, esta casa y esa imagen de la escena del Apartamento (en ese tronco de árbol derecho), adoro esa película/a Jack Lemmon

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  4. y que los ovillos estén tan presentes :)))

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