domingo, 29 de noviembre de 2015

de paraísos y ansiedades


«Escribo para perder el aliento»,
 Louis Aragon

  


Y para retorcer el sentimiento como un paño mojado en fuego
y para no poder retocar la foto de la memoria con el paso del tiempo.
Escribo para descubrir el placebo de ver el dolor momificado en palabras que otros se probarán, poema vestidor para los arrabales del alma.
Escribo para meter mano al engranaje de este cuerpo y su entraña,
con la taquicárdica devastación de la razón en la azotea,
con su taconeo de alfileres en el vientre de la noche,
puliendo el sentimiento,
dopándolo con versos de Lorca.
Escribo con cansancio y marea
cuando me laten las venas como guadianas rojos.
Escribo y lucho contra molinos de distancia.
Escribo arrodillada dentro de mí
con toda la sal de la playa de los muertos
sudando mi nuca y mi espalda.
Para hacerme torniquete en mitad del domingo escribo
mientras pelean los perros en mi estómago.
Escribo para zarpar de mí misma y retornarme
para abrir mis ventanas a tu sonrisa
y ahogar a la yegua en el pozo un rato
para no hacer aspa en el calendario con mi sangre
para oler la ropa de la modelo de Modigliani
enfriándose fuera del lienzo
para revelar el vacío en sepia y que arda bien lejos
para untar mi mirada con la miel del vencido que respira con las manos llenas de infinito.
Escribo del eclipse de nuestra carne
para tocarte desde lejos
para restaurar el paraíso
descorchar la ansiedad
manchar de sueños el paredón
desnudarme en tu cabeza

 y para hacer refugio y salvarme de mí misma
escribo.



domingo, 1 de noviembre de 2015

Tambora, 1815
























No puede ser que estemos aquí para no poder ser.
Julio Cortázar

Yo me enveneno con un recuerdo
León de Greiff

Mira, eres tú. Vienes hacia mí. El mundo es lo que queda fuera de ese callejón. Somos el cuerpo coartada para delinquir en él y curarnos la vida malvivida. Quiero descoserme las cicatrices por un infinito. Inundar de llanto/semen/lava/grito el antro perverso que contiene nuestros horarios, el suelo frío bajo los pies cada mañana, el vaho en el espejo del baño que nos oculta y que al borrar con la mano esperanzada no te halla. Quiero cuatro paredes, un vagón, un pasillo. Presa hermosa donde dejarnos. Acicalar el espanto con vino y humo. Ser ese bonus track para los pacientes que en mitad del silencio siguen degustando la caricia y el rugido. Algo más. Porque todos consideramos que debe haber algo más. Una caja de bombones de doble fondo. Una estrella fugaz cuando vamos a desistir y nos duelen las cervicales de tanto esnifar cielo y noche. Porque todo lo bueno es fugaz, un visto y no visto, un fin de semana, una mirada, el momento incrustado en el pecho de la memoria. Porque nos laten los recuerdos por todo el cuerpo, los más sucios e impertinentes. Y es entonces, en mitad del amor, que me vuelvo onomatopéyica porque no existe ese lenguaje, el de la vena que me cruza y da existencia. El del ojo a reventar de sal. El del pumpum bajo la ropa. El del jadeo que se queda a vivir en la garganta. Tribales, abriendo la puerta al buen salvaje que nos habita. Yo las cóleras las ahogo entre mis piernas. Traigo desperfectos y costuras macabras que me hice a mi misma donde y cuando dolía. Porque todo tiene remedio excepto lo que ya sabemos. Traigo embarcaderos y como hija de pescador, sé arriar tus velas.
Aquí puedes vararte, en nuestro callejón, te está esperando un volcán sobre un banco cubierto de nieve.
Cuando la sangre nos latiga, estamos vivos.

Y nos salva, saber que somos ciclones que ni buscan ni necesitan poemas que nos den más laureles que precipicios. Que lo nuestro, con la tinta, es puro vicio.


https://www.youtube.com/watch?v=Hl-pplTVcvg