martes, 29 de marzo de 2016

los seres salvajes









































Para existir basta con dejarse ser,
pero para vivir
hay que ser alguien,
hay que tener un hueso,
hay que atreverse a mostrar el hueso
y a olvidar el alimento.
Antonin Artaud
La búsqueda de la fecalidad






Obscena inmortalidad la que da el quererse AHORA,
cuando el paisaje, detenido y jadeante,
te da horas de fiebre, como un pause perfecto en la escena del fuego
y el mapa sumergido en tus ojos,
y tú sumergido en mí.

Naufraga,
que nos derrapan los sueños por húmedos
en mitad del olor a café y la belleza de nuestra ropa arrugada,
tan lejos de la carne.
Fábrica de la adicción, cuerpos que se vencen,
cebos vivos que buscan presa.
Fuera, nuestras Siberias abandonadas.

Apura el instinto del animal desorientado
que te traigo agua y caricia.
Apura lo salvaje
que soy madriguera india,
bunker, cala, trinchera y salida de emergencia.

Déjate al antojo de la marea
y amárrate sólo a la sal sin ternura alguna y tan herido.
Cuando me aprietas la boca
huye de mí la labriega de la desesperanza
y soy el arco y la flecha,
el viento, y el vientre de la llamarada.
La espuma fresca, el rojo del corazón chapoteando en los márgenes.
Deliciosos, márgenes de la luz para nuestro altercado.

Exprimir la arteria hasta matar el amor.
Instalada en el océano y el desastre
cifro tu latido y el bombeo de todos tus pulsos,
los que se palpan y los que se intuyen. 

Te amo de adentro afuera,
con las costuras vistosas y fascinantes de la masacre,
envuelta en los jirones de tu vida
mientras decides dónde anclarte.




  

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