martes, 28 de marzo de 2017

ternura bizarra de alta gama



























“mientras chicle permutan  boca a boca
y les tiemblan las piernas, en tijera”

Leduc



Yo venía ya trucada de nacimiento, pero no hacía ruido. Con más vicios que virtudes. Capaz de llenar mis graneros con fardos de desesperación, verter todas las rabias con serenidad y en silencio porque con el fuelle de la tinta aplacaba la vida sin aliño y sólo empantanaba mis huecos. No busqué remedios más allá de sepultarme en abrazos.

La frustración era una planta invasora así que yo huía con poemas inacabados en servilletas sucias tras cada última cena del propio dolor estrecho. Atravesaba todos los controles con una barca loca que daba tumbos en mi corazón, pero yo andaba serena, y acertaba con el índice en mi nariz infinitas veces aunque el llanto lubricante me llegara a las caderas. Sin los pañuelos blancos de mi abuela, naufragué en cada cuneta sin perder el aplomo de la que porta madeja de pensamientos/aspereza y corrales de demonios. 

En mi condición de Kriss de Valnor de saldo pero con ternura bizarra de alta gama,
platónica y algo torturada en la sombra, me dediqué a beberte gatuna para hacerte gelatina el corazón. Para hacer confeti de tus horas negras, serte balsámica y regalarte mis llanuras, corregir el mundo con típex/semén y hacerte trino: inesperado, sucio y mágico.

Al final te quiero humano, rompiendo el estribo, tomando mi cuerpo en terrones a pesar del cansancio, muy cerca los dos de la misma luna, gajo de luz, de cualquier noche. De todas las noches. Vivir el tiempo, no matarlo.  

martes, 21 de marzo de 2017

La belleza de una imagen de street view





Eran maravillosas, toneladas de poesía derramándose en aquellas fotografías. Usarían un programa o había personas a jornada completa emborronando el rostro a otra gente. Venían cargadas de una ingravidez puesta en pausa, un sinfín de travesías a ningún lugar definido que me reconciliaban con algo que suele bramar por dentro y que no sé nombrar. Tan lejos de la impostura. Tan desapercibidas, me invitaban a explorarlas, a perderme en los detalles más nimios.

Quise encontrarnos en alguna. Detrás de una cristalera sucia compartiendo una focaccia deliciosa o en la terraza de La lupita con las risas y los nervios cubiertos de niebla. Poder vernos desde fuera.

Reconocerme en cualquier Salomé de arrabal, tan sedada de realidad, ajena al tráfico y sus zumbidos, apropiándome del fulgor de tu piel cuando se me acerca, toda yo chatarra y emoción, sí, pero tan dichosa, filtrando toda la luz, lejos de la rutina y sus vendettas.


Reconocerte por el gesto de tus brazos, así cuando caen serenos mientras fumas y descuartizas las penas a bocanadas. O en tu andar, reivindicando la calma y el error. Tan nosotros, felices en los márgenes, fabricando cicatrices y momentos salvavidas al mismo tiempo como maniobra de distracción, y siempre con los rostros emborronados sin dejar rastro más allá del perímetro de nuestros cuerpos.

lunes, 13 de marzo de 2017

por fuera de la ropa





Lamernos la tiniebla de los ojos. 
Mordernos la intemperie 
el uno al otro 
y que sólo sea 
el principio.



Tocarte por fuera de la ropa y saber que te llego/llevo dentro.

Excavar, a ciegas, túneles de saliva. Detener nuestro tiempo, enterrados vivos en abrazos. Humo y sal.
Calla, distancia malnacida, ahora somos tintas que se escriben con las manos. Calla, palabra alambrada, demasiado locos para conjugar nada que no sea nuestra carne. Colchas blancas, el bronquio excitado del amado, la melena de la salvaje. He robado un sol y te lo he incrustado dentro. Has roto las ventanas y me has arrancado del invierno. Dos seres hambrientos que recorren el momento. Calor y barbarie. 
El mejor poemario es el de nuestros encuentros.