martes, 3 de octubre de 2017

KREUZBERG



























Noches náufragas, de madero a madero.
Vaciado de botellas y mensajes borrosos.
Un lavado de gravas en la cabeza para disipar el dolor
de dos pompones de acero repicando.
Ese amanecer de buzo amarrado a un baffle.

Quería radiografiar cada graffiti contigo,
cada corredera, portal o farola,
el reverso de nuestras cuevas,
aireadas,
por una vez, lucir el escombro
y hallar ojos que no se duelan.

Descubrir nuestras Altamira.
Esa necesidad de gritarlo todo,
de hacerlo en cualquier lugar.
De convertir la propia piel
en muros pintarrajeados,
yonquis de tinta.

Pisar las cuerdas exactas
del mástil de tu cerebro
porque suenas tan bien
así cuando improvisado,
tarareado entre mis brazos.

Y después en cualquier rincón,
con poca luz,
traficar con nuestros corazones de uranio.
Somos Fausto.
Canjes de saliva,
miradas que agotan las existencias
de cualquier trasatlántico.
Cazadores o recolectores
pero dispuestos y algo desorientados,
como payasos exiliados en un drama.

Sembrarlo todo de nosotros.
Taladrar agujeros en la calma
y danzar sobre las vallas electrificadas
de las zonas de confort
que nos vienen por defecto.

Deshacerme las medias
con las sillas astilladas
de los tugurios que más amo.

Noches náufragas.
Amarrarme a puerto
con el pelo ya muy despeinado.
Que cada enredo al día siguiente duela
y me recuerde a tus manos.
Que dos medias lunas de rímel
coronen mis mejillas,
delatando la madrugada.
Y decirte: ya ha pasado, todo ha pasado. 


Imagen: Kreuzberg



1 comentario:

  1. Mi cabeza cana, los años perdidos.
    Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
    Nunca vi Berlin.

    (En homenaje)
    F

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