No me parece ni
bien ni mal
Yo creo que a veces nos contemplan
por delante por detrás por los costados
unos ojos rencorosos de gallina
más terribles que el agua podrida de las grutas
incestuosos como los ojos de la madre
que murió en el patíbulo
pegajosos como un coito
como la gelatina que tragan los buitres
Yo creo que he de morir
con las manos hundidas en el lodo de los caminos
Yo creo que si me naciese un hijo
se quedaría mirando eternamente
las bestias que copulan en los atardeceres.
El arco iris y la
cataplasma
¿Cuántos maristas caben en una pasarela?
¿Cuatro o cinco?
¿Cuántas corcheas tiene un tenorio?
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Esas preguntas son fáciles.
¿Una tecla es un piojo?
¿Me constiparé en los muslos de mi amante?
¿Excomulgará el Papa a las embarazadas?
¿Sabe cantar un policía?
¿Los hipopótamos son felices?
¿Los pederastas son marineros?
Y estas preguntas, ¿son también fáciles?
Dentro de unos instantes vendrá por la calle
dos salivas de la mano
conduciendo un colegio de niños sordomudos.
¿Sería descortés si yo les vomitara un piano
desde mi balcón?
Pájaro de angustia
Un plesiosauro dormía entre mis ojos
mientras la música ardía en una lámpara
y el paisaje sentía una pasión de Tristán e Iseo.
Tu cuerpo se ajustaba al mío
como una mano se ajusta a lo que quiere ocultar;
despellejada
me mostraba tus músculos de madera
y los ramilletes de lujuria,
que podían hacerse con tus venas,
Se oía un galope de bisontes en celo
entre nuestros pelos que temblaban como las hojas de un
jardín;
todos los diálogos de amor se parecen,
todos tienen acordes delirantes,
pero el pecho aplastado
por una música de recuerdos seculares;
luego viene la oración y el viento,
el viento que teje sonidos en punta
de una dulzura de sangre,
de aullidos hechos carne.
¿Qué anhelos, qué deseos de mares rotos
convertidos en níquel
o en un canto ecuménico de lo que pudo ser tragedia,
nacerán, los pájaros de nuestras bocas juntas,
mientras la muerte nos entra por los pies?
Tendida como un puente de besos de piedra dio la una.
Las dos volaron con las manos cruzadas sobre el pecho.
Las tres se oían más lejanas que la muerte.
Las cuatro ya temblaban de alba.
Las cinco trazaban con compás el círculo transmisor del
día.
A las seis se oyeron las cabrillas de los alpes
conducidas por los monjes al altar.
Polisoir milagroso
En invierno caen al mar los gritos de los semáforos
acribillados de viento y de crucifixión
Un barco puede naufragar en una gota de mi sangre
de mi sangre cuando cae sobre el pecho
de una marquesa Luís XV de espuma
Ese paisaje se hiela menos sobre el espejo
que sobre las uñas de los muertos
que han de resucitar
con los dedos convertidos en flores
en flores de agonía extinta y de salvación
Partida como el valle de Josafat
les espera la raya de mi cabeza
Mientras Cristo condena
la Virgen María en peinador blanco
dará un pedazo de pan a todos los condenados
y pondrá un pájaro de caricias
en la frente de los que se salven.
*de un artículo de El País
en ocasiones las manos dejan de ajustarse a lo que quieren ocultar, y lo muestran y sucede el milagro...
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