miércoles, 23 de junio de 2021

Luis Buñuel, el hombre que nunca dejó de reírse de Dios*

 


No me parece ni bien ni mal

Yo creo que a veces nos contemplan

por delante por detrás por los costados

unos ojos rencorosos de gallina

más terribles que el agua podrida de las grutas

incestuosos como los ojos de la madre

que murió en el patíbulo

pegajosos como un coito

como la gelatina que tragan los buitres

Yo creo que he de morir

con las manos hundidas en el lodo de los caminos

Yo creo que si me naciese un hijo

se quedaría mirando eternamente

las bestias que copulan en los atardeceres.

 

El arco iris y la cataplasma

¿Cuántos maristas caben en una pasarela?

¿Cuatro o cinco?

¿Cuántas corcheas tiene un tenorio?

1.230.424

Esas preguntas son fáciles.

 

¿Una tecla es un piojo?

¿Me constiparé en los muslos de mi amante?

¿Excomulgará el Papa a las embarazadas?

¿Sabe cantar un policía?

¿Los hipopótamos son felices?

¿Los pederastas son marineros?

Y estas preguntas, ¿son también fáciles?

 

Dentro de unos instantes vendrá por la calle

dos salivas de la mano

conduciendo un colegio de niños sordomudos.

 

¿Sería descortés si yo les vomitara un piano

desde mi balcón?





Pájaro de angustia

 

Un plesiosauro dormía entre mis ojos

mientras la música ardía en una lámpara

y el paisaje sentía una pasión de Tristán e Iseo.


Tu cuerpo se ajustaba al mío

como una mano se ajusta a lo que quiere ocultar;

despellejada

me mostraba tus músculos de madera

y los ramilletes de lujuria,

que podían hacerse con tus venas,

Se oía un galope de bisontes en celo

entre nuestros pelos que temblaban como las hojas de un jardín;

todos los diálogos de amor se parecen,

todos tienen acordes delirantes,

pero el pecho aplastado

por una música de recuerdos seculares;

luego viene la oración y el viento,

el viento que teje sonidos en punta

de una dulzura de sangre,

de aullidos hechos carne.


¿Qué anhelos, qué deseos de mares rotos

convertidos en níquel

o en un canto ecuménico de lo que pudo ser tragedia,

nacerán, los pájaros de nuestras bocas juntas,

mientras la muerte nos entra por los pies?


Tendida como un puente de besos de piedra dio la una.

Las dos volaron con las manos cruzadas sobre el pecho.

Las tres se oían más lejanas que la muerte.

Las cuatro ya temblaban de alba.


Las cinco trazaban con compás el círculo transmisor del día.

A las seis se oyeron las cabrillas de los alpes

conducidas por los monjes al altar.

 


Polisoir milagroso

En invierno caen al mar los gritos de los semáforos

acribillados de viento y de crucifixión

Un barco puede naufragar en una gota de mi sangre

de mi sangre cuando cae sobre el pecho

de una marquesa Luís XV de espuma

 

Ese paisaje se hiela menos sobre el espejo

que sobre las uñas de los muertos

que han de resucitar

con los dedos convertidos en flores

en flores de agonía extinta y de salvación

 

Partida como el valle de Josafat

les espera la raya de mi cabeza

Mientras Cristo condena

la Virgen María en peinador blanco

dará un pedazo de pan a todos los condenados

y pondrá un pájaro de caricias

en la frente de los que se salven.


*de un artículo de El País

1 comentario:

  1. en ocasiones las manos dejan de ajustarse a lo que quieren ocultar, y lo muestran y sucede el milagro...

    ResponderEliminar