algunos, con sus corazones de plástico como tulipanes falsos que se llenan de polvo. yo ansío el viento que arranque los pétalos del momento y se los lleve lejos. testimonio del movimiento y la arritmia. escribir no es miedo, escribir es fuego y jugar con el monstruo. su risa es una ducha en el infierno, leí y me tembló el esternón como una columna de templo que amenaza con derramarse de historia y costuras violentamente y con amor. quiero construir con las manos un promontorio en el pecho de una estrella que no deja de caer. titánica y luminosa. mientras yo, revoltosa, mancho tu mantel, vuelco las copas, lamo sus rastros, dibujo con migas senderos alucinantes y con mis brazos labro el cobijo del litoral derretido de todas las fantasías para que no se desangren sin sentido. hago presa del amor, lo sostengo. la resaca a solas, siempre. hasta que la boca vuelva a ser paraíso y escalera a lo hondo. que el frío es porcelana. yo quiero matar la distancia con litros de amor y gritos borrachos de risas. me leo tan triste que salgo corriendo. dejo la puerta abierta y todo el desorden. que nos persiga la luz, que nos necesite, que se vuelva carruaje sobre nuestra piel. junta y aprisionada. qué futuro, qué promesa, ahora mi melena y tu nombre. ahora un bardo que reescriba esta constelación alucinada de pimienta negra que derramó la vida. la raíz sin peldaño es el camino. amo la crin revuelta y la lágrima del ojo izquierdo que oculto. y la libertad que como un terrón gigante salpica en tu café cotidiano y comedido. este caballo bebe vino y duerme en la playa más hermosa del mundo. tiene un corazón policromo y unas alas que cuando se despereza dan miedo y se llena la mandíbula de poesía y canta y brinda con una copa de espuma del Atlántico más feroz.
espuma atlántica batida por tobillos que tatúan las esquinas de todos los mares
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