jueves, 17 de febrero de 2011

Para Sidney Bechet, de Philip Larkin

La nota que prolongas y baja y sube tiembla
como Nueva Orleans reflejada en el agua
y en todos los oídos despierta una adecuada falsedad

que a unos les construye un barrio legendario
de bailarines, cestos de flores y terrazas,
en el que se va a medias y se hace el amor.

¡Ah, vuelve a tocar eso! Otros permitirán
Storyvilles gloriosos y mudos, rodeándose
de chicas de prostíbulo como tigres de circo

(más caras que rubíes) que finjan entusiasmo mientras los eruditos
manqués, inadvertidos, duermen alrededor,
abrigados de grupos como gabanes viejos.

A mí tu voz me llega como dicen que llega
el amor: un sí enorme. Mi Crescent City está
en donde se comprende tu voz de solitario,

Y es recibida como el sonido del bien,
que propaga un dolor con pelo largo, penas con partitura.

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