miércoles, 29 de febrero de 2012

ISLA CORREYERO - POEMAS



PARA QUIÉN ESCRIBO. 10 de octubre de 1995, Diario de una enfermera

 

Mi hijo de diez años me ha preguntado para quién escribo.

Mi palabra sale de la afonía de una guardia, de un sufrimiento crónico.

Escúchame, Paolo, yo quisiera escribir para todos los que sufren en esta larga galería de la muerte.
Para los que lloran por el clima y desfallecidamente caen entre las sábanas mojadas.

Para las madres que nunca acaban de perder al hijo estremecido y permanecen a su lado las horas eternas de las tinieblas.

Escribo para los ancianos sin sucesión ni campos de manzanas que llaman solitarios a los timbres temblando por su incontinencia.
Para el bálsamo de su inmovilidad escribo en el lavatorio de sus heces.

Escribo, Paolo, para las alas fosfóricas de la guadaña que pasa cada noche sobre el piso noveno y deja caer su cucharón de palo para comerse al más ausente.

Para los hijos, escribo, los hijos que fuman los cigarros amargos a escondidas y lloran lágrimas nerviosas porque aún no han accedido a la soberanía de la enfermedad.
Para las hermanas levísimas  que besan en los labios y en los dedos la amarilla delicia de la fiebre de su hermano.

Dulce niño que no comprenderás ahora estas palabras que levanto:

Para los enfermos atados a las camas que ven las rápidas transformaciones de la luna y las tortugas.

Para las esposas continuas que sólo van a casa a lavarse el olor y la vertiginoso lucidez de los zumbidos.

Escribo, Paolo, para el amante que no podrá entrar a besar a su amado y que sufre llamándolo, sin voces: amor mío, amor mío.

Escribo, Paolo, para valorar el trabajo de las limpiadoras que renuevan el hospital y el ruido de la orina.

Para los delicados y sorprendentes celadores, las voladoras cocineras, los peluqueros ágiles, los dóciles suplentes.

Para las enfermeras azules de la eternidad y sus ayudantes, los médicos humildes.

Para los estudiantes que vienen a devorar la enfermedad con su infantil y entusiasmado volumen de primero.

Para la paciencia y la misericordia escribo.

Para declarar que el olor de los medicamentos y las deyecciones precipitan las tragedias.

Para los trasplantados, los locos, los quemados, los absortos en el estrabismo de la muerte.

Querido niño azul, yo escribo para los animales que trabajan en el ovillo de la hierba y nunca acaban de vagar por el animalario.

Y sobre todo, sobre todos los seres de este mundo, yo escribo para él, tú ya lo sabes, para él, que se ha ido en esta primavera y se ha llevado todo mi derrumbado diccionario de la medicina.

 

 

COÑO AZUL

 

Mi coño es negro como carbón evaporado.

Pero se vuelve azul

a la luz de la tele y de la luna.

 

La característica más peculiar que explica su color y forma

es que tiene una circulación lenta y estremecida

que va navegando hacia la tinta de las venas

y se abre al desamparo de mi dormitorio

como si comprendiese que un dedo impenetrable

masculino no pasará por él

ni por las sábanas.

 

Sería una esperanza considerar

que sobre mi sexo solitario aún pueden caber volúmenes

remotos

o un pañuelo azul que penetrase las dos secciones

púrpuras abiertas

y así pasar esta tela azul ensangrentada quedándose

rompiéndome

porque mi coño ya es invencible

mi enemigo.

 

Aislado del amor

cualquier coño es violento.

 

 

CITA PSICOLÓGICA

 

Mi perro no ve bien doctora pero huele

mis lágrimas y se viene a mi lado

tirándose en el suelo lamiéndome

las uñas —algo olfateará del que fuera

su amo en los días de amor y sangre

derramada—. Él sabe aún sin verme

tomar las medicinas que la cabeza

me duele horriblemente y no puedo

aguantar ni el ruido de su rabo.

Esta cabeza terriblemente enferma

doctora ya no puede explicarse ni pensar

ni leer ni siquiera tratarme

con los seres humanos ni los irracionales.

Allí en mi casa sola tratando de encajar

con torpe coherencia una cosa con otra

haciendo un irreal esfuerzo sobrehumano

por mantenerme viva porque me vean alegre

mis hijos o mi madre o al menos

que no sepan hasta qué punto finjo

porque no sepan ellos ni nadie ni mi perro

cómo de mi cabeza entran y salen

los más feroces actos de suicidio

ahorcamiento o decapitación.

 

Mándeme otras pastillas doctora si es posible

curarme de él su destructiva forma de

desesperarme…

 

O elimine mi nombre de la lista de espera

no estaré aquí llorando el próximo trimestre.


                                                                                                      Poemas de Isla Correyero


Hill Street Blues


Eso es un domingo.
Un gancho de carnicero
del que colgarnos
como carne muerta.
La luz apagándose desde la mañana.
Rombos.
Tardes largas.
Rabia en el hueco del alma.
Bombillas que se funden
Un agujero, una mazmorra,
Un pozo.
Un desaliento de horas que da codazos en el costado.
Una almascopia sin anestesia.
Un intermedio entre nuestros cuerpos demasiado largo.

viernes, 17 de febrero de 2012

la oscuridad

no sé qué hacer con la fuerza de los abrazos que sólo he imaginado, ni con la intensidad de tus gemidos que aún no han chocado con mi boca. las carícias que dibujo son bocetos que se rompen solos. lo que vives a veces da para una buena historia y no te das cuenta. lo confundes con el ruido de la calle; un pensamiento que te cruza y que te arranca una lluvia repentina. y sólo es llanto.
el frío que te corta y que te lleva hacia fuegos que están cerca, que arden bien. incendios que conoces.
alguien ha traducido mal esta novela que son tus días. alguien ha confudido el escenario. los actores aplauden y tú sin saber que andabas interpretando. y era una buena historia. 
ya no sé qué hacer cuando tu silencio me deja a oscuras. a tientas busco el suelo mientras caigo.
no sé evitarte ni quiero.
no sé evitarte ni quiero.

jueves, 9 de febrero de 2012


“He tenido que subirme a una cama del segundo piso para llegar hasta la máquina de escribir. Toda una hazaña. No sé qué se ha hecho de la disciplina o fuerza de carácter que me ha permitido llegar aquí durante tantos años. Pienso en un crepúsculo temprano, anteayer. Mi mujer planta algo en el jardín superior. “Quiero terminar esto antes de que anochezca”, habrá dicho. Cae una llovizna. Recuerdo que he plantado algo a esta hora y en este clima pero no sé qué. Ruibarbo o tomates. Ahora me estoy desvistiendo para acostarme, y la fatiga es tan abrumadora que me desnudo con el apuro propio de un amante. Jamás me había sentido tan cansado. Lo noto durante la cena. Tenemos un invitado a quien debo llevar a la estación, y empiezo a contar las cucharadas que necesitará para terminar el postre. Tiene que terminarse el café, pero afortunadamente ha pedido sólo una taza. Antes de que lo termine, le obligo a ponerse en pie para ir a la estación. Sé que para mí son veintiocho pasos. De la mesa al automóvil y, después de dejarlo en el andén, otros veintiocho pasos del automóvil a mi habitación, donde me quito la ropa, la dejo en el suelo, apago la luz y me dejo caer en la cama”.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Firmin - Sam Savage


Cuando alguien está desesperado y te cuenta lo frío y despiadado que es el mundo y el sacrificio que implica seguir adelante con la vida, sabiendo que no tiene sentido, y te dice lo solo que se encuentra, y resulta que tú estás de acuerdo con él en todo, el caso es que la posición en que quedas no es muy airosa.

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Te queda claro Bécquer? - Raúl Sánchez



Sé dónde va el amor cuando se acaba.
Se va sedimentando en las gargantas
que duelen de las cosas que callamos.

Se ahoga en los silencios poscoitales
como héroe que fallece en sacrificio
hundido por los brazos del deseo.
Socorro que en tragedia finaliza
flotando a la deriva los dos cuerpos.

Sé dónde va el amor cuando se acaba.
Nos saca tal ventaja que ahora, exhaustos,
lo damos -que se escape- por perdido.

Giró por una esquina y no lo vimos
por eso sólo queda la nostalgia
cuando volvemos sobre nuestros pasos.
Cualquier recuerdo firme abre una tregua
que pronto se revela insuficiente.

Sé dónde va el amor cuando se acaba.
Se queda como perro en carretera,
prefiere al abandono el atropello.

Se arrastra renqueante a su guarida
y afirma que de allí no saldrá nunca,
pero no hay provisiones, o caducan,
y el hambre hace que olvide a la incesante
feroz fiera que espera tras la puerta.

Supongo que te queda claro, Bécquer:
No se acaba el amor cuando se va.
O no se va el amor cuando se acaba.

viernes, 3 de febrero de 2012

Inténtame


tienes que entender el frío de esta noche, terrible, me está cortando. cosas que pasan cuando te quedas a solas contigo mismo. como trenes que no coges. un sentimiento que arrastras, como un ancla, varándote en mitad del invierno. si construyo mis mañanas sobre imágenes pixeladas, zumos con jengibre, diecisiete llamadas, veintiocho emails y tres visitas, qué espero de las tardes cuando el sol ni se rompe porque no lo he visto. en la superficie imprevista te manejas bien. el dolor está en el fondo, me dices. no sé reanudarme ni sabré. desarmada de palabras contra la pared, esperando el tiro de gracia que sé que llegará tarde y envuelto en una palabra bonita. no distingo sombras de nieblas cuando cierro las ventanas. y a pocos metros tú, en otra ciudad. inténtame. estaciones como ensayos. vértebras que sólo conocen el escalofrío de que te alejes. te lo estoy rogando. todo es túnel. todo es túnel hasta que deja de serlo.

jueves, 2 de febrero de 2012

Identificación - Wislawa Szymborska



Qué bien que hayas venido –dice.
¿Oíste que el jueves se estrelló un avión?
Ajá, pues precisamente por ese asunto
vinieron a buscarme.
Parece que él estaba en la lista de pasajeros.
Y qué, igual se arrepintió.
Me dieron una pastilla para que no me desmayara.
Todo negro, quemado, menos un brazo.
Un jirón de la camisa, el reloj, la alianza.
Me enfurecí, porque seguro que no era de él.
Nunca me haría eso, tener ese aspecto.
Y de esas camisas están llenas las tiendas.
Y ese reloj es un reloj corriente.
Y nuestros nombres en su alianza
son nombres muy comunes.
Qué bien que hayas venido. Siéntate aquí a mi lado.
Es cierto, tendría que haber vuelto el jueves.
Pero quedan muchos jueves todavía este año.
Ahora mismo pongo agua para el té.
Me lavo el pelo, y luego, luego qué,
intentaré despertarme de todo esto.
Qué bien que hayas venido, porque allí hacía frío,
y él en ese saco de dormir de goma,
él, quiero decir, ese pobre infeliz.
Ahora mismo pongo agua para el jueves, me lavo el té,
es que claro, con lo comunes que son nuestros nombres.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Curiosidad - Lois Pereiro







































Saber que uno está cerca de la muerte
y el cuerpo es un paisaje de batalla:
una carnicería en el cerebro.

¿Permitirías tú, amor desierto,
que en esta fiebre penitente abriese
la última puerta y la cerrase
tras de mí, sonámbulo e impasible,
o pondrías el pie
entre ella y el destino?