viernes, 29 de junio de 2012

viernes 8 de febrero de 2008

 

mis desastres naturales

que aquí se sufrió un incendio
te dirán mi olor a humo y las cenizas de mis intentos.
que pasó un vendaval
y me dejó desnuda y algo aturdida
en mitad de esta mala ciudad
que ni es lo suficientemente grande como para perderme
ni lo suficientemente pequeña como para encontrarme.
que llego de un invierno frío
que acabó con las huertas igual que acabó con mi esperanza.
que sufrí un pequeño terremoto
ignorado por la escala de Richter pero que echó mis cimientos por los suelos.
que subió la marea
y en lugar de ahogar mis penas disfruté de un cruel naufragio.
pero a pesar, muy a pesar de éstos,
mis pequeños desastres naturales,
se dice que la tierra es sabia
y que aunque no olvida,
es capaz de rehacerse
aunque sólo sea...
para volverse a deshacer











Theo Francos
una bala pegada al corazón

jueves, 28 de junio de 2012




de faros ancestrales que parpadean en la noche cerrada y oscura de los mares perdidos,
de islas que muestran su contorno irreal entre la niebla,
de ojos nativos y aullidos que pueden no ser del viento,
del miedo en hombres acostumbrados a no tener miedo,
de costas de muerte y barcos piratas acechantes,
de libros prohibidos y playas desiertas o eso creíamos,
de puños que se retan en tabernas mugrientas,
de tatuajes borrados por el salitre.
de todo eso me hablaba tu cuerpo.

c'est fini

LES CHAMBRES, 4. LOUIS ARAGON


Aquel día en que te había perdido y hablo de ello
En otro lugar tanto otro lugar siempre en otro lugar decir en otro lugar
como quien grita ay un huir
de codornices

Digo otro lugar cada tres palabras No lo habréis observado
Por cualquier cosa bajo insolentes pretextos de asonancia
El pregón del sillero por la calle o
En mí En otro lugar está en mí me pierdo en él Sería necesario
Reagrupar todos esos ruidos de mí mismo esas
Misteriosas palabras tachadas tiznadas ahogadas en un cuaderno
Por ejemplo o bien hojas en un cajón que se encontrarán
quién sabe
Yo muerto o vivo incluso desdibujado poco a poco manchado despedazado
por las arrugas para
Notificar a la carne que nada cuenta o más aún
este hombre
Aún
Una tachadura
Todo lo que habré dicho inacabado esos comienzos esos
relámpagos vistos
Qué tenía en la cabeza que
se desvaneció
Aquel día en que había perdido

Y el recuerdo vuelve con tanta violencia
En mitad de la noche un sueño No nada de un sueño
La evidencia de que uno se levanta
En mitad de la noche por las habitaciones en sombra
Espesa en que los muebles ya no están en su lugar jamás
Nunca en su lugar
Siguiendo una luz oscuramente oscura hasta
Este lugar de escribir y los lápices esparcidos esas cosas de tinta y
de espanto
Y el papel apresuradamente sucio arrugado tirado a la papelera
Ah qué hemos qué he hecho de nosotros la palabra nosotros
en mi boca de rodillas

Aquel día en que te había perdido

Busco a ciegas ese laberinto de horas ese infierno
Tranquilo un día de sol me parece y no es
Seguro no es nada seguro no sé ya casi nada de esta noche anterior
Por la mañana palpo una mañana gris en ese gran cielo de vidrio
Al final de los finales había dormido solo cedido solo al sueño
Una mañana gris en el taller devastado de ti


Objetos
Estúpidos el armario abierto
No existe la
Más pequeña
razón para cerrar el armario
Una cosa
caída

Aquella noche en que te había perdido

Cuándo se levantó aquel día por qué se
Levantó veo
la habitación enorme y vacía donde todo
Está disperso de ti desgarrado de ti devastado Me he
Sentado como una ruina en el confín del mundo
A la que jamás le será dada respuesta
En los escalones acurrucado en los escalones de mí mismo
No ver más el desván la cama reventada las sábanas
Colgantes

Pero cómo por dónde se levantó por dónde se levantó aquel día
Brumoso y gris desierto mudo aquel día ciego y vacío

Pero cómo se alzó de mí sobre mí aquel día sin día inmenso y blanco
Aquel día sin más palabra que el ruido ínfimo en la puerta donde
alguien deposita
Una botella de leche abro arranco esa puerta
Arranco esa puerta de sus goznes
Ya no hay nadie Pasos en la escalera Nadie más
Que una botella de leche

Aquel día en que te había perdido


Todo un día ante mí su puerta abierta donde nadie lee
el destino
Todo un día de mil y mil detalles olvidados
inolvidablemente
Todo un día que comienza desde su herida y yo ignoraré
siempre
Si tuve frío si tuve hambre si tuve pena si

Ah moverse por qué moverse cambiar de lugar irse
descender al fondo del agujero es qué tengo
Necesidad de moverme de mirar la botella y el desorden
Durante todo un día y cómo el cielo ha osado cambiar
No sé siquiera si es aquí o es allá dónde ha cambiado el gris menos
gris un verdadero
Insulto y todos los gestos maquinales maquinalmente hechos
Había sol en otro barrio de la ciudad
Fantásticamente vacía nunca se sabe cuánto una ciudad puede
Estar vacía
Y sin palabras No hubiera
Creído jamás a París capaz de esto
Capaz de aquel día

Aquel día en que te había perdido

Aquel día aquel día
No era yo más que un hombre de basura
Un ser tirado como una lata vacía un
Desperdicio la corteza
Nauseabunda de un melón e incluso los ruidos
Eran para mí el silencio
Reinaba sobre París
Aquel silencio de ti
Ese extraño silencio interior en el que los
Transeúntes tienen aires de peces sordos
Nadie
No hay nadie en sitio alguno
más que unos pasos por la mantequilla

Por qué es mejor aquí que allá por qué partir
por qué quedarse
Llevo un buen rato mirando al barrendero al
Barrendero en la calle
Campagne-Première
El baile en otro lugar
Habíamos hecho la guerra juntos
La primera

Nada hay tan singular como un barrendero Conocer
A un barrendero Quién habla
Al barrendero Quién se para con él
Diciendo palabras de hombre al barrendero
Quién le cuenta
al barrendero
cómo llovía
En mil cuatrocientos quince el día de Azincourt
Quién soñaría en contarle la muerte de Patroclo entre
lágrimas
Los periódicos corren por la cuneta a lo largo de la acera
Tampoco al barrendero le conté mi pena
Era un día como cualquier otro un día sin pájaros

Aquel día aquel día agujereado en que te había perdido


miércoles, 27 de junio de 2012

habitaciones desde la gruta de asaeteados bisontes - Louis Aragon


escribo para perder el aliento


Cuevas nidos barcas viviendas de madera o de paja
Y los aterrados hombres al acecho de las fieras de paso azul
Habitaciones siempre abrigos de silencio y de piedra
Donde arden sin mirada las hablas tenebrosas
Habitaciones de tela al aire libre para los reyes que guerrean
Habitaciones de agua inmensa para los dioses cubiertos de sangre
Habitaciones del acecho el ojo entreabierto en los aledaños
         del peligro
Sótanos mazmorras cámaras de tortura
Pozo eterno en que la luna llega hasta el condenado
Asombrándose ante sus ojos abiertos de que aún viva
Habitaciones de espera en que la mujer pacientemente
Prepara su cuerpo a la violencia
Oh lentitud de agradar oh perfección de las uñas Cabellera
De la mañana pura entre los dedos hasta la noche profunda
          de las primeras
Estrellas

Y yo grávidos los brazos de sueños
Por los caminos amargos las ciudades encaladas sus estercoleros
Las gentes repletas de furor en la boca cálculos embarazosos
El ruido de los caballos expulsados por los arrabales
El clamor sobre mí nuevamente inventado
De los pájaros de planos variables que perforan los techos
             sonoros

La cabeza negra a fuerza de repetir y de olvidar yo
Toda mi vida habrá repetido de habitación en habitación
La historia inacabable de las tribus

Noches de trashumancia techos furtivos Todo me es en la
             memoria cripta
Todo Egipto todo
Jeroglífico
Y bien pudiera ser que esté yo dormido en una pirámide en que
Palabras figuradas cubren las paredes con un
Chal tierno y suave
Qué dicen con boca cerrada Ellas
Que el oído ignora

O es en otro lugar sin alfabeto
Leo en la mano de las flores mi destino
Nada depende de mí salvo el perecer

Otra noche estoy sentado en la choza oscura en alguna parte
Entre las redes altas y negras en el olor plateado de las bestias
           marinas
Hasta mis pies llega en mi sonmolencia a lo lejos el largo
           lamento
Que forma a la orilla de la tierra una interminable cenefa de
           espuma

En otro lugar también alguien corre
Entre ruidos de frenos en el dédalo oscuro
De las callejas
Escucho los acontecimientos sin vocabulario Las
Palabras sin habla Los relatos de la gran orquesta sin
Cantantes Escriba
De lo que no se escribe escribo estoy
En la posición del hombre
Que escribe

En un agujero en una trampa una tienda un tren Bajo
Un sobradillo Escribo en un hueco en un rincón
En una guerra u otra

Bajo los tejados sobre la escalera en ruinas Tras
La nuca de la noche Contra
El vientre del tiempro Escribo
Hacia atrás como los cangrejos Grito
En mi concha donde nadie oye
El silencio crujir en los muebles de mi cráneo

Escribo
Aquel hombre sobre sus rodillas
Escribe También sobre la mesa
Aquel hombre semejante a mí
Imitando por las buenas o las malas la crueldad
De antiguas firmas La
Pálida cicatriz de las conversaciones desdeñadas
El cortafuegos de los párrafos

Oh barraca barraca ruidos bajos de insectos Repentinas
Corrientes de aire y algo bate a lo lejos
Su ala sobre las tejas
En qué sueña en su tela mi hermana
La araña
Temerosa de los soplos del aire temerosa del peso del yeso
De la polvareda
En medio de sus velos blancos de viuda
En qué sueña en su jirón colgante de palacio qué más da de
         dónde
Suspendido

Me hubiera gustado esa yacija en la axila de las vigas
Para volver en ella a recordarte
Desde el lugar en que permanecía yo a tu espera en las horas
          doblegantes
Cuando la sombra a tus pies se borra hasta que
Salga la luna

Me hubiera gustado esa yacija entre las piedras lisas
Para volver a recordarte
Fijar tu imagen a la chita callando
Como los conductores en el hocico de los pesos pesados
Esas muchachas de Oklahoma

Escribo digo escribo miento
Nadie sabe lo que a sus pies me pisotea
Cuando escribo qué caballos locos sus herraduras
Eso se escribe sobre mí lo
Que se escribe sobre mí que me desgarra que
Yo desgarro Nada queda
Al fin sino el fino
Dibujo de lo que queda
Aquí escribo sobre tu aurora a medianoche
Cuándo vas a levantarte luz y yo escribo
Describo

Hay en algún lugar personas que no soportan ya el silencio
Dejan marcas lo que sea que se sepa
Que pasaron por aquí Otros firman un muro o el hombro de
            una estatua
Hay gentes que de sí mismas no dejan sino la fecha o la
            inicial de un amor
Hay locos que graban en un banco de la noche
La confesión de un crimen
Hay vagabundos que dejan en un árbol
El signo obsceno de sus pasiones
No conocen a sus lectores
Los transeúntes de mirada vacía y aquellos
Que se interrogan
Acerca de un mensaje dejado sobre una puerta
Acerca de una palabra que perdió todo sentido tras
Demoler la cárcel

Los transeúntes ven arder vanamente las enseñas
Nada comprenden los transeúntes de esa urgencia
Por escribir lo que jamás se incluirá en los libros
Agachan la cabeza y los caracteres permanecen
Pasados como una cita fallida
Todos somos los desesperados de un naufragio
Agitando pañuelos o haciendo de una botella desfondada
               altavoz

Yo soy como vosotros unos otros
Escribo y leo sin comprender de dónde
Me vienen a dónde van estas palabras formadas
Tal vez fuera preciso explicar esta extraña manía
Vi durante la guerra a un marinero que se había
Dado como cuaderno su cuerpo entero pinchado
Con agujas azules
Cubierto estaba de mujeres y serpientes y bosques
Pero no se desnudaba ante cualquiera
Jamás le pasó por la cabeza pedir a quellos
Que lo leían dinero por ver

No soy yo muy diferente de ese hombre
Menos bello ese es todo No doy
Más espectáculo que el de mi alma
Estoy sentado en un escalón de mí mismo
Escribo un discurso jamás pronunciado
Pero mi mano tacha inmediatamente la frase comenzada
Lo que quiero decir no es más de la palabras que un suspiro
Que un signo de mi mismo un nombre de
Otro mundo un trazo mediante el cual me traiciono
Una curva sin ley rápida en cortarse y

Recortarse tacho
Lo que escribo mi muñeca anula los vocablos
Con su látigo de tinta pura azul
Tacho lo que escribo anonado rayo
El decir como un dorso
Queda

La línea retorciéndose en su lecho de sílabas
Y yo te reconozco en este desorden de mi mano

Todas las tachaduras de cuanto escribo son mujeres tendidas
A semejanza tuya
Hay en el canto intentado esa sombra de ti
Siempre o esa ausencia

Esas mujeres a las que un solo trazo dibuja boca arriba
Como si hubiera rechazado los viejos ropajes de la lengua
Y tú me hubieras sido devuelta más allá de las ideas
De repente desnuda
O la sábana lentamente retirada de una memoria
Sobre ti sola oh gran desorden de mi vida
La sábana gigante de la palabra bruscamente apartada de ti
             para de pronto

Volver a abrir los ojos sobre ti tal en el fondo de la vista
Cerrados que sigas siendo
Una piedra de escándalo en el corazón de los siglos grabada
               en el fondo de una tumba
Volver a ver no soñar
La inscripción temblorosa en tu labio
El discurso infinito con que tus brazos me envuelven

El largo ceremonial oblicuo de amar

Escribo tu cuerpo escribo tu alma
Sin el intermedio de las palabras
Mi amor desanudado mi tempestad de llamas
Sobre el lecho de mí mismo en que tú no estás
Aún

Escribo tus manos tus brazos tus ojos tu boca
De un solo trazo que recorre demente tus misterios
De un solo trazo que se retuerce que se muerde que se 
           arrastra y protesta
De un solo trazo convulso que te abraza en cien gestos
Una vez más una vez más
Escribo tú como un batir de alas sobre los techos

De pronto puebla el cielo el gran signo de cruz
De las cigüeñas





a pleno llanto - Oliverio Girondo



Y entretanto lloremos
tomados de las manos.

Lloremos ¡Sí! Lloremos
amargo llanto verde,
sustancias, minerales,
azufre, mica, arena,
cristales fracasados,
humilladas tachuelas,
ardientes lagrimones
de lacre derretido.

Lloremos junto al humo,
desnudos, entre ruinas,
en medio de la calle,
de la sangre, del lodo,
debajo de la tierra,
en el agua, en el aire,
entre mástiles rotos
y piernas amputadas.

Que se abran las esclusas
del reprimido llanto
y lloremos, a gritos
estentóreos, salvajes,
el mentón tembloroso,
sin compás, ni guitarra,
las mejillas chorreantes,
los párpados acuosos.
Lloremos la familia,
el vino derramado,
las momias, la victoria,
las plazas desoladas,
la usura, el terciopelo,
el pan de cada dia,
las noches gemebundas,
las muertas catedrales.
Lloremos por las uñas,
por los pies, por los dientes,
lacios chorros tranquilos
de lágrimas salobres,
murmurantes arroyos
que enternezcan las piedras,
cataratas de llanto
de estruendosos modales.
Lloremos y lloremos,
impudorosamente,
sin tregua, ni descanso,
durante largos años,
por más que estalactitas
de lágrimas espesas
ericen las riberas
de nuestros lagrimales
Lloremos, con la lluvia,
un llanto monocorde
que anegue la codicia,
el pasto, las heridas;
nos limpie la garganta,
el alma, los bolsillos,
traspase la tristeza,
la angustia, la memoria.
Lloremos, ¡Ah! Lloremos
purificantes lágrimas,
hasta ver disolverse
el odio, la mentira,
y lograr algun día
--sin los ojos lluviosos--
volver a sonreírle
a la vida que pasa.

martes, 26 de junio de 2012

la noche de los tiempos - Antonio Muñoz Molina




Si al menos hubieras tenido verdadero coraje, piensa ahora, mirando las dos manos baldías que no tocan a nadie, las manos de venas tortuosas y uñas mal cortadas y ligeramente sucias, si te hubieras atrevido a una verdadera apostasía y no a un simulacro, a una huida verdadera y no a una ficción. Incluso los cuatro días enteros y las cuatro noches se les deshacen rápidamente en nada a los amantes que hasta entonces no han podido pasar más que unas pocas horas seguidas juntos, no han sabido lo que era abrir los ojos con la primera luz del día y encontrar al otro, asistir a su sueño complacido y a su despertar. Tan poco tiempo siempre, las horas contadas, deshaciéndose en una arena de minutos y segundos fugaces, el reloj sonando, el mecanismo ruidoso en el despertador de la mesilla de noche o el más sutil en la muñeca, atado a ella como un cepo de cautiverio, segundo a segundo, las dentelladas diminutas socavando las casas de tiempo en las que se escondían para estar juntos, sus refugios clandestinos, casi siempre precarios, siempre en peligro de ser invadidos, por muy hondo que quisieran esconderse el uno junto al otro y el uno en el otro, cancelando el mundo exterior en el fanatismo de un abrazo con los ojos cerrados. Pasos en el corredor de la casa de citas, puertas que en cualquier momento podrían abrirse, muros demasiado livianos al otro lado de los cuales se oían voces, los gemidos de otros amantes clandestinos, habitantes como ellos de la ciudad secreta, el Madrid sumergido y venal de los reservados, las habitaciones alquiladas por horas, los parques a oscuras, el sórdido territorio fronterizo en el que confluían el adulterio y la prostitución. Vivían asediados por acreedores, por ladrones y mendigos de tiempo, por prestamistas rapaces y turbios traficantes de horas. El tiempo fosforecía en las agujas del despertador, sobre la mesa de noche, en la habitación en casa de Madame Mathilde, en la penumbra forzosa de las cortinas echadas en mitad de la mañana. El tictac sonaba como el medidor de un taxi: si se retrasaban sólo unos minutos en salir de la habitación alquilada oirían pasos en el corredor y golpes en la puerta; si querían algo más de tiempo debían comprarlo a un precio aún más abusivo. El tiempo huía en espasmos numéricos como la distancia en el cuentakilómetros del coche mientras viajaban hacia el sur como si no tuvieran que volver nunca, fugitivos de todo durante cuatro días. El tiempo de cada espera se dilataba y hasta se detenía por culpa de la incertidumbre, por la angustia de que el otro no se presentara. El relámpago de la llegada abolía durante unos minutos el paso del tiempo, dejándolo en suspenso en un espejismo de abundancia. El tiempo ilícito tenía que ser comprado, minuto tras minuto, obtenido como en dosis de opio o de morfina a través del gesto rápido con que un camarero de pajarita y chaquetilla negra les entregaba la llave de un reservado a la vez que recibía en la otra mano la propina. El bien tan escaso del tiempo se perdía esperando un taxi, viajando interminablemente en un tranvía muy lento, conduciendo en medio del tráfico, marcando un número en el teléfono y esperando a que la rueda vuelva a su punto de partida para marcar el siguiente: cuánto tiempo desperdiciado esperando una respuesta, escuchando un timbre que suena al otro lado en una habitación vacía, impacientándose porque una telefonista tarda en contestar o en pasar la llamada, los dedos inquietos tamborileando en una mesa, la mirada vigilante por si se acerca alguien al fondo del pasillo, una hemorragia de tiempo, gota a gota o a borbotones.

lunes, 25 de junio de 2012

altaporn y cerveza


¿sabe un perro que va a morir?
(una temporada con Lacan, Pierre Rey)



altaporn y cerveza, sumando tristeza y ansiedad, alcanzamos la locura. no saldré indemne de ti. traigo mis anzuelos remordidos, harta de buscar la luz. estrangular el tiempo se me antoja como un reloj de arena que gira sin parar, agónico, tú pariendo versos hermosos y yo vómitos de vieja leprosa. viviendo en un acuario con vistas al mar. y mi cuerpo que será el mapa de mis taras con fronteras desdibujadas que quiero que recorras, y tu cuerpo azotado por los días que vendrán repletos de cunetas endemoniadas, que vendrán cargados de nada y ansiedad, y que quiero conquistar e inocularme. finales épicos que mueren en las bocas, y que me marques en tu camino por una esquina, como esa página del libro que te devora y releernos en noches de tormenta seca, preñada de zumbidos y soledad. faro de ciudad. atragantarme con tu amor, que se me salten las lágrimas. caricias sin filtro y sin mañana. que inventes un rascacielos entre mis piernas y te vueles la pena con mis ojos.


 no poder tragar ni saliva
 qué pasa hoy
 que todos aquí entienden
 de manera perfecta la tarde
(Mariano Blatt)

domingo, 24 de junio de 2012

poderes - Pere Rovira


Al acabar me pides que me ría,
como antes, del mundo,
y que diga que es nuestro,
todo nuestro, con la alegre insolencia
que nos dan las victorias del placer.
Y es cierto, dominamos este valle
blanco y caliente, esta cama
que nos regala un reino
si no abrimos los ojos.
Pero el tiempo insultante, no me deja creer
y me rasga los sueños:
tenemos poca cosa que sea sólo nuestra,
nada más que tu cuerpo y mi frío
escondiéndose dentro de ti.







Quan acabem, em demanes que rigui,
com abans, del món,
i que et digui que és nostre,
que és tot nostre, amb la insolència
de véncer amb el plaer.
I és cert que dominem aquesta plana
blanca i calenta; som els reis
d'aquest llit que, si no obrim els ulls,
és gran com un imperi.
Però el temps, injuriós, m'ha obligat a descreure
i a clavar els dits al somni:
poca cosa tenim que només sigui nostra,
el teu cos i el meu fred
que s'amaga dins teu.


encargo - Julio Cortázar


Flower Juice, Kyoko Murase


No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que
vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni
guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.

sábado, 23 de junio de 2012

nuestra letanía





Puedes imaginar lo que es tocar el fondo de esta mujer y que te alejes más adentro todavía porque no sabes zafarte del deseo. Que te abordo y busco abrigo en tus días fríos, cuando estás en bajamar, imaginando calas y soles, y yo te los doy, te los regalo. Y que tu piel sea el sudario de esta pequeña muerte que nos provocamos por el placer de resucitarnos con los labios, con nuestras lenguas, con nuestro aliento, con nuestro llanto. Buscándonos el pulso a tientas, como dos ciegos hambrientos. Hambrientos de sudor, hambrientos de rabia, hambrientos y violentos. Muy violentos. De los que se miran con odio porque todo acaba mañana. De los que se aprietan como si quisieran detener el tiempo. De los que adolecen de puertos y aeropuertos. De los que con la fuerza telúrica de las palabras sangran. Desobedéceme y quédate dentro. Montero dice que vivir es ir doblando las banderas. Yo quiero que vivir sea perderme en las esquinas de tu piel, soñando cremalleras y el área que crean nuestros conjuntos cuando confluyen. Ser tu bálsamo y tu humedad. Que atentes en mí una y otra vez, hasta que el cansancio te rompa y yo tenga que acercarme, más todavía, con ansiedad y buscar cada grieta, por esta letanía de gemidos que son nuestro único canto y que no quiero dejar de escuchar. Romper el remo que nos aleja. Fundir el mar en un charco. Y nada más.

viernes, 22 de junio de 2012

Charles Baudelaire y los sabios - Pere Rovira





Le registran a fondo la cartera y las casas.
Les irritan los vicios y el dandismo,
La lista de usureros, las cartas a la madre
-tanto amor miserable-, la sífilis, la negra
que Manet retrató, vestida de muñeca,
con manos de giganta -la Jeanne infiel, que olía
a alquitrán caliente en los orgasmos.

Hablan de Baudelaire como si no hubiese escrito,
no ocultan que lo quieren intratable, retrógrado,
malgastador, cobarde... El autor de un mal destino,
del inválido mudo de los últimos años;
el culpable, no el hombre
que hizo Les fleurs du mal,
el libro más perfecto de su siglo.

Ellos no pierden tiempo
rastreando poemas por las calles de París.
No han convertido escorias y desgracias
en belleza abrazada
desesperadamente a las palabras.
No hay capital que logre
belleza tan durable.

Ignoran cómo arden
las horas por un verso -que son éstas las horas
que salvan al poeta, no la posteridad.

No saben qué pensaba Baudelaire
de los hombres que guardan la ceniza.

dos poemas de Isabel Bono




deseo ser ese hombre
que cepilla el asfalto
como si fuese la grupa de un caballo
deseo ser octubre con charcos
y pájaros negros en las antenas
deseo ser un loco bueno
deseo no pensar
como no piensa un loco bueno
agarrado al tronco de un árbol
 
*

siempre tuve deseos de ser hombre
gato adoquín insecto obra maestra
madera de violín partitura
lienzo pincel amarillo de cadmio
campo de trigo con o sin cuervos
cristal de sal nuez moscada
higuera tronco de olivo
saco de algarrobas
el azul de los témpanos
la lluvia
el mar rojo
toda tu sangre,
serlo todo a la vez y recordarlo.
 

culminación del dolor - Charles Bukowski




oigo incluso como ríen
las montañas
arriba y abajo sus azules laderas
y abajo en el agua
los peces lloran
y toda el agua
son sus lágrimas.
oigo el agua
las noches que consumo bebiendo
y la tristeza se hace tan grande
que la oigo en mi reloj
se vuelve pomos en la cómoda
se vuelve papel sobre el suelo
se vuelve calzador
ticket de la lavandería
se vuelve
humo de cigarrillo
escalando un templo de oscuras enredaderas...

poco importa

poco amor
o poca vida
no es tan malo

lo que cuenta
es observar las paredes
yo nací para eso

nací para robar rosas de las avenidas de la muerte.

jueves, 21 de junio de 2012

cascando - Samuel Beckett

 
 
1

por qué no meramente perder toda esperanza en
la ocasión de hacer
derramamiento de palabras

acaso no es mejor abortar que ser estéril

después de que te vas las horas pesan como el plomo
comienzan siempre a rastras demasiado pronto
los garfios desgarrando ciegamente el lecho del deseo
exhumando los huesos los antiguos amores
cuencas alguna vez llenas con ojos iguales a los tuyos
siempre es mejor acaso demasiado pronto que jamás
el oscuro deseo salpicando sus rostros
diciendo una vez más nunca flotó lo amado nueve días
ni nueve meses
ni nueve vidas

2

diciendo una vez más
si tú no me enseñas no aprenderé
diciendo una vez más hay una última
incluso de las últimas veces
últimas veces de rogar
últimas veces de amar
de saber no saber aparentar
una última incluso de las últimas veces de decir
si no me amas a mí yo ya no seré amado
si no te amo a ti ya no amaré

el batir de palabras rancias una vez más dentro del corazón
amor amor amor el golpeteo de ese antiguo émbolo
prensando el inmutable
suero de las palabras

una vez más muerto de miedo
de no amar
de amar pero no a ti
de ser amado pero no por ti
de saber no saber aparentar
aparentar

yo y todos los otros que te amen
si te aman

3

a menos que te amen

miércoles, 20 de junio de 2012

siento cordilleras dentro





estrella que mira estrellas
a través de las paredes
de una jaula llena de nada.
Ted Hughes

esta mañana llovía y el paseo, y el pasado, estaban llenos de flores mojadas que todo el mundo pisaba porque ya no eran bonitas...y yo imaginaba sus nombres y sus vidas mientras lo hacían y era como si los conociera a todos, como el little boxes de Malvina Reynolds.
yo sé que intentas leer mis cicatrices con tus dedos mientras duermo y muero de ganas porque escupas en mi boca ese poema que portas en el alma de tu averno. no quiero ser la partera de tu desgracia, sólo la gata en tu árbol cuando queda hacerle sutura a todos los precipicios que hemos abierto.

esta tarde tan preñada de hastío me vienen a la cabeza todas las que he sido. yo era la que leía a Gidé en una litera del circus youthhostel de Berlín. la que hacía fotos a ese león que rugía sereno en zoologischer como si fuera un amor viejo sin dientes, que ya no asusta, ni lo intenta. también era la que no notó que se le había dormido el alma hasta que algo se movió y sentí las agujas haciéndome esa no solicitada y torpe acupuntura. y la que se amarraba la mochila a la pierna en un tren nocturno rumbo a París. la que temblaba en la torre del Danubio. la que colgaba el cartel de se traspasa a su desesperanza. la que tomaba sorbete de mandarina en el Lletraferit y escuchaba canciones francesas en el Pastís.

esta noche te he encontrado porque somos líneas secantes que pretenden convertir los átomos en poesía y colores vivos. más felices o más fáciles. qué más dará. he vuelto a leer el texto de robert hass y me ha vuelto a gustar y he pensado en la tensión de los arcos y las flechas como metáfora del deseo. me he tirado en la cama, crujía y gemía como yo. mientras las rosas místicas se multiplican en mi jardín e interiorizo un sentimiento de pérdida por no sé qué.


sentir cordilleras dentro no me hace bueno pero es inevitable.


martes, 19 de junio de 2012

el privilegio de ser - Robert Hass


ilustración: Joao Ruas

Mucha gente está haciendo ahora el amor. En el cielo, los ángeles, en el imperturbable éter y el cristal de los deseos humanos se trenzan mutuamente los cabellos, que son rubios rojizos y tienen la textura de los frescos ríos. De tanto en tanto miran hacia abajo el trabajoso éxtasis –les deben parecer como aves sin plumas chapoteando en la cama encharcada– y luego una mujer que está por acabar, le hace abrir los párpados a un hombre y le dice: “Mirame”, y él la mira. ¿O es el hombre quien descorre el telón en el teatro a oscuras? Se miran entre sí de todos modos; dos seres con dos ojos evolucionados, rapaces, sorprendidos, pegados uno al otro por la panza con una baba lúbrica increíblemente dulce, y los ángeles se sienten desolados. Les indigna. Tiemblan, patéticos, como litografías de mendigos victorianos, con facciones perfectas y la piel de alabastro, vestidos con harapos en el callejón sórdido de la novela. A todas las criaturas les ofende esta pena. Se parece al lamento que la luna deja escapar a veces cuando sale. A los amantes les resulta especialmente intolerable, los llena de indecible tristeza, de tal forma que otra vez cierran los ojos y se vuelven a abrazar, y cada uno siente la singularidad mortal del cuerpo que durante una hora han alzado de la muerte con su magia, y un día, mientras corren al atardecer, ella le dice al hombre: “Me levanté tan triste esta mañana porque caí en la cuenta de que tú no podrías, por mucho que te ame, mi querido, curar mi soledad”, y toca su mejilla para reconfortarlo y que vea que no quería herirlo diciendo esta verdad. Y el hombre no se siente precisamente herido, entiende que la vida tiene límites, que algunos mueren jóvenes, sus amores fracasan como sus ambiciones. Va corriendo a su lado, y piensa en la tristeza que han logrado abortar con sus lamentos, cobijándose ambos con formas inventadas y antiguas de la gracia y torpe gratitud, listos para volver a estar solos o acaso insatisfechos, o a no ser más que buenos compañeros, como esas parejas en la playa que leen un artículo en alguna revista sobre la intimidad entre los sexos, y después se lo leen en voz alta entre sí, y luego a los inmensos, analfabetos, reconfortantes ángeles.

lunes, 18 de junio de 2012

mil novecientos noventa y nueve - S. Balmes



Hasta aquí­ llego el ritual de enfados y canibalismo estúpido. Son demasiadas horas en vela y nada que decir. Descansamos nuestra espalda en las persianas bien cerradas, tú y yo anémicos y a cada parpadeo calmado intentamos dormir. Terapias mal llevadas sin nadie que mediara por dos histéricos. Mis gritos envasados al vací­o reventaron al fin. Y ahora congelo cada instante sabiendo de antemano que son los últimos la noche que el 99 llegó hasta abril. Ya no hay ganas de seguir el show ni de continuar fingiendo, sólo quiero ser espectador, relax, entertainment. Me pregunto quién pensó el guión, debe estar bastante enfermo. Fue el estreno de un gran director, le caerán mil premios... ...Y al subir al taxi mis palabras son vapor de cristal. Y me dejo el alma cuando escribo en la ventana "que sea cierto el jamás" ¡Oh, cállate! Y ahora relájate, ella lo lleva bien, está aliviada, ¿ves?. Todo ha acabado bien. Te dice "fíjate, mira mis manos, ¿ves? no pesan nada, ¿ves? están flotando ¿ves?" Putas ganas de seguir el show y de continuar mintiendo y en un travelling algo veloz sale un "fin" en negro. Me pregunto quién pensó el guión, debe estar bastante enfermo. Fue el estreno de un gran director, le caerán mil premios. Y a medias del viaje, callo a gritos que no quieras bajar. Y pierdo la conciencia cuando escucho como dices "que sea cierto el jamás" ¡Oh, muérete!

 1999

tabaquería - Fernando Pessoa






No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

domingo, 17 de junio de 2012

otra vez el amor - Philip Larkin



Otra vez el amor: cascársela a las tres y diez
(sin duda él ya se la habrá llevado a casa),
el dormitorio caliente como una panadería,
agotado el alcohol, sin haberme mostrado
cómo dar la talla mañana, o después,
y el dolor de siempre, como disentería.

Algún otro sintiendo sus pechos y su coño,
algún otro ahogándose en esa mirada repleta de pestañas,
y es de suponer que yo debo ignorarlo,
o encontrarlo gracioso, o que no me importe,
incluso... ¿pero por qué ponerlo en palabras?
Mejor aislar este elemento

que se extiende a través de otras vidas como un árbol
y que en cierto sentido las apremia
y explicar por qué en mi caso nunca funcionó.
Algo que tiene que ver con la violencia
de hace mucho tiempo, y las equivocadas recompensas,
y la arrogante eternidad.

(traducción A. Catalán)

viernes, 15 de junio de 2012

se han roto las bridas



Cuando acabes de leer este poema vas a ser otra.
Porque estoy desbocado, porque traigo violencia, necesidad y desmemoria.

Se han roto las bridas y la sinfonía salvaje, sin partitura, te está inundando. Y te dejas, y te abandonas en mis brazos como un tablero en alta mar que busca alguien que se esté ahogando.

Siente el increscendo. Soy marea. Grita, haz algo.

Te ensayo a oscuras y te aprendo y te invoco sobre el abismo del colchón que busca vernos rotos y desarmados.

Soy la punta de esa estrella que te desangra por dentro. El eco del gemido que te está abandonando. Los recuerdos son venas rotas y yo te las estoy soldando. Antídoto y enfermedad. Te uso. Te abarco. Mis ganas el enjambre, mis letras el panal del que acabas libando.

No sabes cuánto te acecho.
No sabes lo que ando pensando.

Que bonita la distancia que siembra el silencio y los hasta cuándo.

Y de animales calientes que ensayan en acrobacias mentales y se rompen la espalda, estamos hechos.

Has roto mis bridas y las romperás siempre así que no me preguntes hasta cuándo.


El interrogador - Julio Cortázar





No pregunto por las glorias ni las nieves,
quiero saber dónde se van juntando
las golondrinas muertas,
adónde van las cajas de fósforos usadas.
Por grande que sea el mundo
hay los recortes de uñas, las pelusas,
los sobres fatigados, las pestañas que caen.
¿Adonde van las nieblas, la borra del café,
los almanaques de otro tiempo?
Pregunto por la nada que nos mueve;
en esos cementerios conjeturo que crece
poco a poco el miedo,
y que allí empolla el Roc.

jueves, 14 de junio de 2012

Roberto Bolaño




Ahora paseas solitario por los muelles
de Barcelona
Fumas un cigarrillo negro y por
un momento crees que sería bueno
que lloviese
Dinero no te conceden los dioses
mas sí caprichos extraños
Mira hacia arriba:
está lloviendo

1983

miércoles, 13 de junio de 2012

SIBERIA



Esta agalla que he creado es cobardía por definición
Tráeme ramos de desgracia y órdenes del día
Trázame la línea, ponle la prótesis a mis ganas
que perdieron el ansia en la última batalla

Y así me fundo en tu grotesco abrazo
y así mi sexo como una mueca
y así los besos se mueren
y nadie tiene la culpa

Te gusta que te dé la espalda,
reconócelo

Siberia está dentro de mí
perforando en la mina de mi desidia
tengo el gulag
la estepa
nada que valga la pena
y sin embargo te agarras fuerte

Me estás pidiendo que me derrame
estás imaginándome abierta en canal
martilleas fuera
escueces dentro
búscame el cielo de la boca y clávate en él
atraviesa mi hipotálamo
muérete en mi lava 

Me muevo por instinto
me masturbo por vicio
porque adolezco de tu distancia

Muerto el día, muero yo
Cúbreme con la sábana
y no digas nada.