domingo, 26 de agosto de 2012

David Foster Wallace



e  x  t  i  n  c  i  ó  n

La paradoja de la fraudulencia consistía en que cuanto más tiempo y esfuerzo invertías en resultar impresionante o atractivo a los demás, menos impresionante o atractivo te sentías por dentro: eras un fraude. Y cuanto más fraude te sentías, más te esforzabas en transmitir una imagen impresionante o agradable de ti mismo para que los demás no descubrieran a la persona vacía y fraudulenta que realmente eras. Por lógica, lo normal sería pensar que en cuanto una persona supuestamente inteligente de diecinueve años fuera consciente de esta paradoja, dejaría de ser un fraude y se conformaría con ser él mismo (fuera lo que fuese) porque se daría cuenta de que ser un fraude era una regresión infinita y viciosa que al final solo conducía a estar asustado, solitario, alienado, etcétera. Pero esta era la otra paradoja, de orden superior, que ni siquiera tenía forma o nombre: yo no lo hacía, no podía hacerlo.


a u n q u e    s e a s    a t e o,   s i e m p r e    i d o  l a t r a s    a l g o

La única opción es qué idolatrar. Y la razón sobresaliente para seleccionar a algún tipo de Dios o cosa de tipo espiritual para idolatrar —sea J.C. o Alá, Yahvé o la Diosa Madre o las Cuatro Nobles Verdades o un conjunto de principios éticos inquebrantables— es que casi cualquier otra cosa que idolatras te comerá vivo.

Idolatra tu cuerpo y la belleza y la atracción sexual y siempre te sentirás inapropiado, y cuando el tiempo y la edad se empiecen a notar, morirás miles de muertes antes de que finalmente te planten bajo tierra. En un nivel, todos ya sabemos esto —ha sido codificado como mitos, proverbios, clichés, epigramas, parábolas: el esqueleto de cada gran historia.

El truco es mantener la verdad al frente en nuestra toma de conciencia diaria. Idolatra al poder —te sentirás débil y con miedo y necesitarás cada vez más poder sobre los demás para alejar el miedo. Idolatra tu intelecto, ser considerado brillante —acabarás sintiéndote estúpido, un fraude, siempre al borde de ser descubierto. Y así sucesivamente...


2 comentarios:

  1. El neón de siempre.Creo que ese era el título del cuento de Foster Wallace.Es demoledor por todo el desasosiego,vacuidad y sombras chinescas que despide.

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