domingo, 9 de septiembre de 2012

Andrea Cote



e s t a c i ó n   d e   l u z 

Verás, es tu ciudad o mi ciudad que no descansa,
en la que siempre hay algo a
punto de venirse abajo. Por ejemplo, la lluvia —
derrumbada en ese sitio donde
estuvo la luz— ya sabes; o los árboles quemados
de cielo a media tarde,
aniquilados como pájaros que se lanzan desde
el aire y caen en los parques,
arrastrando desde arriba hasta aquí la manía
de caer. Porque es verdad que es mi ciudad,
que es del otoño, la casa misma de todo lo que
lentamente se desploma hastiado de durar
en el aire y la intemperie de la luz.
Verás, aquí es el sitio de las cosas desplomadas,
el lugar donde nos fascinamos
con el desmoronamiento paulatino de los muros
que inician con el tiempo el descenso hacia
sí mismos, simplemente, y con el único fin de
vernos sucumbir ante el encanto de las casas
derrumbadas, tan sucias o tan viejas
—nos da igual— cuando sólo nos importa
que las casas enfiladas habrán de caer
—como también se caen las tardes de su luz—
porque esta ciudad, que es del otoño,
es la casa de las cosas que siempre son más
bellas cuando están a punto de acabar.




l a   n o c h e   e n   t i   q u e d a
 
Y si la cama es ancha
es porque eso es el pavor
que no
que el sueño no es que el cielo te cae en la cabeza
la noche en ti queda
o el horizonte
rojo sangre,
verde botella.
Que qué será de ti
mi melindrosa,
que sí,
que el tiempo aunque tiempo no acumula
no seas zángana
ni pérfida
aprende a cerrar los ojos adentro de los párpados.
Que hagas caso
mi mimada
que en mejor duérmete mi niña se ahogan todas las infamias.
Que no,
que la cama no es sólo para el sueño,
que la noche no es Dios con los párpados cerrados.

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