viernes, 7 de septiembre de 2012

el sabor de la sangre o lo cotidiano




la vida es una herida mortal
aunque nos demos cuenta
cuando llegan las penúltimas oportunidades
y cruzamos todos los semáforos en ámbar

intentando ahogar tu recuerdo en la bañera me saldrán en las manos escamas
lo sé, lo asumo, lo trago, porque será un dolor gozoso, la puñalada que gime
porque hay algo en la forma en que me miras que me vuelve cristal, océano y rugido
y sé que improvisaremos un beso desmayado que se tornará mordisco
y sé que nos gustará el sabor de la sangre porque ya nos gusta
pero no lo diremos

demasiado tiempo sin lluvia
demasiado tiempo sin escuchar un piano
demasiado tiempo sin ti
y sin naufragar en tu hoyuelo

tú ya has visto que la mujer de la sonrisa perenne escribe poemas tristes
poemas feos, poemas que apestan, poemas que tiñen, poemas que nunca fueron poemas
y que lleva en el corazón un relámpago demasiado nervioso
con el que se suicida cada madrugada

y aún así, cuando todo es cierzo en el alma
sólo se nos ocurre mezclarnos
el humo de tu boca
el perfume en mi pulso
armaduras vacías que se aman
como si no quedara tiempo
y nuestra piel fuera el reducto que nos salva.

1 comentario:

  1. con las penúltimas oportunidades ni la piel nos salva. Imposible. Triste, que todo sea solo cierzo en el alma. Triste.

    Abrazo

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