domingo, 25 de noviembre de 2012

Joan Margarit, poemas


a q u e l l  o s     t i e m p o s 
                                 Yo nací -perdonadme-, en la edad de la pérgola y el tenis. 
Jaime Gil de Biedma

Como todos los días, antes de que amanezca,
cojo el coche y me voy a nadar.
Está lloviendo y hace frío, avanzo
rodeado por la danza de otros faros
tras el velo de lluvia de las calles.

Llego al aparcamiento, entre las pistas
y la piscina, cuando ya amanece.
Bajo del coche y veo allá en el suelo
la pelota de tenis, recubierta
de suave lana y empapada de agua.
Una amarilla, enorme perla
sobre los adoquines que relucen,
duros y barnizados por la lluvia.

Me sorprende un recuerdo. Viene de los azules
cielos de una miseria grisácea y afectuosa,
sin pérgolas ni tenis. Qué alegría
si yo hubiese encontrado esta pelota,
tan suntuosa entonces para mí,
tan humillada ahora por la lluvia.

Mi soledad, lo mismo que la suya,
ha perdido hace tiempo su prestigio.
Veo en el suelo del aparcamiento
todo lo que he amado y no podré
salvar nunca del frío y de la lluvia.

n a v e g a n t e    s o l i t a r i o

Una noche sin luna para el hombre
que ha buscado la paz en el mar. 
La única luz es la del camarote,
y no hay nadie en cubierta. Abarloado
por estribor al pantalán, el yate
se balancea suavemente
en el agua de negro terciopelo,
como un caballo en una cuadra. 
El hombre no se duerme. Escucha los obenques
y los estays quejándose cuando el palo se inclina
con un siniestro chapoteo. 
La vida es como un mar, que lo acorrala
en puertos más lejanos cada vez.
Más insignificantes.
Y con frecuencia en ellos no hay más luz
que la de su velero. Esto es casa. 

f r a g m e n t o s

¿En qué oscuro lugar dentro de mí                          
levantan en silencio su vuelo dos urracas?
Íbamos en un coche, éramos jóvenes,
y al salir de una curva, allí estaban,
sobre el asfalto,
picoteando con furia a un perro muerto.
En el último instante y sin prisas,
echaron a volar con su elegante
plumaje blanco y negro.
Ninguno de los dos dijimos nada,
y tú, que conducías, hiciste un gesto de asco.

Nunca lo he olvidado. Si te miro,
todavía al fondo de tus ojos,
dos urracas levantan, con lentitud, el vuelo.
Amo lo que nos queda:
este vuelo nupcial y la carroña.

j ó v e n e s    e n    l a    n o c h e

No es de la historia mi nostalgia. 
Es de la geografía. De cómo era la noche
en la ciudad marítima que contemplábamos
desde aquel bar de Vallvidriera.
Tiempo para el dolor: el mismo
que para la alegría.
El que, como un torrente, 
deja paso a un tiempo de tristeza.
No hay ni un precipicio, ni un suspiro
al que yo no me hubiese podido anticipar. 

No es de la la historia mi nostalgia.
Es de la geografía. 
De cómo era la noche en una costa
sin casa alguna hasta lo lejos
donde se oía sólo la fuerza de las olas. 
El olor de la noche era el del mar,
y en las estrellas vimos un refugio
sin darnos cuenta de que contemplábamos
la negra grupa del caballo del tiempo.
No es de la historia mi nostalgia. 
Es de la geografía.

2 comentarios:

  1. Queda la música, miss...
    Sunday Morning.
    Dos cafés con leche y dos croissants, please

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