miércoles, 10 de septiembre de 2014

desnucar la calma


























He de cortar ramas de sol

J.R. Panedas



La carne no sabe lo que es la paciencia
Y la paciencia huye de la carne, porque pudre la carne si se detiene en ella,
porque se desaprende a sí misma cuando se ve abono de camposanto. 


Guardarse las ganas, ponerse la ropa, taparse la boca, cerrarse el sexo, 
empotrarse en la quietud y asfixiar el deseo con papel de celofán 
para observar su conversión en mueca.

Hacerse de pasos hacia dentro, 
funambulistas de la propia miseria, 
que cuando caen, 
caen de nuevo en su propia miseria. 


Quererse en la sal de los mares y en la cornisa, 
en lo duro y en lo exquisito, 
por los siglos de los siglos, 
caer. 


Quererte a veces ingenua pero siempre repleta de dulce malicia, 
con las garras en los bolsillos, 
hipnotizada ante los gráficos de la propia y callada histeria. 
Irreconocible en la calma que trae el cansancio 
cuando la distancia 
es la forzada tregua de nuestras guerras. 
Con el aliento jadeante de tu corista favorita 
haciendo nudos en mi garganta. 
Intoxicada de aleluyas de saliva que a bocajarro 
sueñan penetrar el seso/el sexo, 
intoxicada al fin por tanta vida tragada. 


Refugios de carne para siempre, deshabitados para siempre.


Ser tu casa, angulosa matriz sanadora, 
vestida de alcobas, 
con la médula felina, 
lomo que reclama tu larga caricia 
y tus peligros. 


De pico y pared me procuro cuando brota la golfa carencia. 
Esa que repta el largo pasillo. 
Esa que me chilla por dentro 
como una parturienta novata y endemoniada. 
Exhibiendo la amputación de ti en mitad de un morboso desorden 
que ya no me importa. 
En mitad de una tierra reseca, 
que ya no me importa. 
Cubierta de un cielo sin escaleras, 
que ya no me importa. 

Me dedico a planear la muerte del dolor, 
porque el dolor es un helecho que no para de reproducirse, 
me desobedece en la terraza, 
me espía por las ventanas, 
se hace hiedra y me cubre, 
me camufla, 
se traga/devora a la mujer que me intenta, 
la vuelve estatua de sangre detenida. 


En la cintura inmortal de la noche, 
cuando me desprendo de mi misma 
y el mundo es un acantilado, 
invento señales para sacarme, 
bengalas que fabrico con esmero para salvarme, 
deliciosa pólvora que regará de arañazos los techos de la madrugada. 


Al final de todas las rabias nos dolerán los brazos, 
de tanto forcejear entre dentelladas de distancia 
y será la coda perfecta 
será nuestro espanto y nuestra coartada
para romper infinitos 
después de tantos silencios rebosando hachazos.

4 comentarios:

  1. atacas la liturgia, tu tinta portadora de puentes hechos a hilacho de sangre y escalofrío, que se meten entre el sistole y diástole y entrañan guadaña y música e imagino cientos de pasillos y patios y tabernas, naciendo de una manzana, con las profecías de tu poética de lo pagano y la rebeldía, en manos de un niño, juglar y tragador de fuego, a punto de recoger la última bala

    mis, haces con la poesía granadas que se meten en ese lugar de lo triste y el desfiladero y hacen barricada!!

    te abrazo salitre, salud!

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  2. por los siglos de los siglos,
    caer

    Te parafraseo porque no sabría comentarte nada mejor.

    Un abrazo!

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  3. Hola, Anna.

    Qué decir… Leerte es ver cómo te asomas a la vida (la vida, ese morir silencioso).

    Un besazo, guapa.

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  4. La carne tan debil, tan fuerte... tan efimera. (perdon pero desde esta tablet no puedo poner acentos) xD

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