domingo, 12 de junio de 2016

réquiem por 1 dolor




























Lo tenemos. Nuestro crimen y castigo. Por pernoctar constantemente en la miseria del otro. Por usarnos como pensiones baratas con su sinfonía arrabalera de muelles y dañina humedad. No se entiende que se abren las piernas como se abre el alma. Para que penetren. No se entiende que a gatas se aprende el morse del cuerpo del otro. Que no somos fortalezas que invadir, con puentes levadizos y cámaras secretas. Que no hay belleza en los cerrojos. Que somos vastedad bajo el cielo abierto aunque se vista de tormenta. Que somos carnada salvajemente domada. Que llevamos las paredes bien finas para que el otro oiga como gritamos por dentro. Que manchamos los espejos con nuestro vaho para así escribir sobre ellos los mejores no-versos. Que bronceamos el dolor hasta que arda bien y entre las manos. Que no nos abandonamos en mitad del primer alarido aunque estemos aterrados. Que pisaremos cristales y flores a partes iguales y lo uno sanará lo otro, mientras enfermos de vida nos lo seguiremos dando todo.  


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