"Winter is coming"
Así es, cuando lo tienes encima es atronador pero a medida
que se aleja se va calmando. Baja su volumen. O será que te acostumbras al daño. Un
zumbido familiar. El dolor como un hilo musical que acaba por estar sin ser.
El aceite hirviendo de los corazones, salpicaba la sala, la
blusa y el rompiente de las miradas. Después, con el vaho, dibujamos sobre
todas las ventanas corazones deformes y palabras que parecían desaparecer con
la salida del sol que todo lo seca, pero reaparecían de nuevo con la humedad.
Vestigios del momento de esplendor. Recuerdos de la herida. Quién no ha escrito
alguna vez en la luna trasera, húmeda o sucia, de un coche. O en el espejo del
baño tras la ducha. O en una espalda. O en la arena. A veces también fueron a
su manera poemas, marcas, tatuajes efímeros. Pero se los tragó el cristal, el
mar, la carne.
El loop que hicimos de gemidos es la banda sonora a la que
regresar cuando el muñón de la vida está demasiado gastado, la vida como las
rodillas de un niño o las manos de una madre. Que las fieras también mueren, ya
lo sabíamos. Que nos hiere la garganta de la noche, también. Que bajo carpas
tristes se consumen los días y las penas. Y la materia prima de los sueños nace
de las derrotas que se instalan pecho adentro.
Que lo impermanente busca su lugar para dejar huella y salir
corriendo fabricando el propio y artesanal destierro.
Que mi ansia era tan drástica y la tuya alteraba la
geografía de mi cuerpo.
Nuestro amor, una opulencia.
Enamoramiento pélvico que acabó chorreando al corazón.
Que todos íbamos a morir en las fauces postizas de la
irrealidad, confundiendo tomas falsas con esa rabia monoplaza que es tan
nuestra e indestructible.
Nuestros poemas segregaban fluidos y catástrofe a partes
iguales.
Quise serte universo, pero no te llegué a calle. Quise
abastecer sed de desierto, pero devine rocío, ni siquiera espeso manantial.
Ausculté tus deseos, lo intenté. Estallido-proeza de la
carne en la carne. A veces sólo somos lo que somos, aunque nos cueste
aceptarlo.