es importante entrar de vez en cuando en uno mismo,
deslizarse hasta el fondo como en una barra de bombero, una cucaña bien untada
de vaselina, descenso vertical y después un travelling barriendo en todas
direcciones. busco el aprendizaje enloquecedor de mis propias bocacalles y
esquinas desiertas. ponernos en peligro. hallar paragüero para llantos y
vómitos. gritar que nos dejen a solas con nosotros. aplicarnos unos primeros
auxilios, tocarnos por debajo de todas las ropas. hacer torniquete en
habitaciones solitarias y camas deshechas. tener memoria fotográfica para aquel
recodo que nadie aprecia, ese gesto, detalle nuestro que nunca será photocall.
justo ahí también hay raíces. justo ahí, también somos melodía que se teje al
momento. sacar las sobras milenarias del congelador. cambiar las sábanas y
envolvernos en suavizante floral haciendo cueva con las rodillas altas. hacer
coleta maraña con las preocupaciones mundanas. desafiar en crudo los
equilibrios a los que nos sometemos tan solos fuera de foco. una panorámica de
los bajos fondos, con el obturador bien abierto y el minutero desangrado.
acotar el escenario de nuestro crimen y reconocer nuestras huellas en cada
golpe o garabato, hay arañazos placenteros y caricias vacías. no trucar el
kilometraje, no negar carreras a la yegua aunque se perdieran y reconocernos
desmejorados, gastados, pero vividos, aún no sacrificados. sabernos cuerpos capaces
de hundirse en secano. y tripular sonrientes nuestro corazón entre los
escombros en un mig35 en llamas.
regresar a la superficie, bien llenos de deseo y buscar que alguien
nos desvalije con ternura, contra la pared, mientras nos golpea los tobillos de
la mente y juntos, nos extinguimos.
Hallar ese niño al que un día soltamos la mano y se perdió
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