lunes, 30 de octubre de 2017

la piel y su confidencia




(tu risa es una ducha en el infierno)
L. A. de Cuenca

21:30
Suelo estar tranquila hasta que en vez de comunión leo demonio. Que es lo que me acaba de pasar leyendo un poema. Y es como ese hilo de la blusa del que no tirar. Pero tiras. Y empiezas a escribir un poema vestido de prosa y Heineken que acaba en verde y Desnuda. Y tengo frío y estaré sola toda la noche. Y no sé dónde voy. Como si me hubiera puesto el antifaz que usaba cuando hacía turno de noche en el aeropuerto, y forzaba la oscuridad en mitad del olor a café y tostada y sólo eran las diez de la mañana. Esa desubicación es tan peligrosa.
Tampoco he sido nunca de itinerarios. No sé manipular el momento. Triangulaba bien pero nada de hacerle cirugía al texto. Más bien de incluir el arañazo del gato, el mechón que cruza el rostro o mi luxación del hombro izquierdo. Algo que intenta desprenderse de uno mismo. Eso es el poema para mí. Una luxación. Como si fuera una alfombra polvorienta, con sus ácaros, su polvo, su historia, su histeria, su barro y pudiera sacudirla. Alejar el alma. Borrar huellas. Llamar escombro al rh negativo que me recorre, en circuito cerrado, con sus picos y pozos. Desvirtuar la pena un instante, improvisar un monólogo de sed que busca abrazo. Dejar que dance la larva en plato ajeno. Que tú lo leas y entre uno y otro, travistamos la curva cerrada en panorámica de luz, postal que se separa de lo hondo. Pero soy sanguinolenta. Pero me escribo en carne viva. Y hueso. Y fluido. Y rabia. Y soledad. Y repetición, caos  y precipicio. Y me desprendo de ello un rato. Y me siento ligera que no vacía. Un viaje y su droga.
Hablar de aterrizaje es otro poema que no sé si quiero escribir.    
21:37














2 comentarios:

  1. Da un poco de rabia (un peu beaucoup) saber que la persona que habita Ibiza galardonada con el premio de poesía Loewe no hayas sido tu.
    F.

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  2. Música de cámara soñada por Joyce tal vez.

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