martes, 7 de noviembre de 2017

Henry Miller, desesperado y vivo


 

"La subo sobre mí y, mientras las cuerdas me resuenan en los oídos; la habitación está obscura y la alfombra pegajosa con el kümmel derramado por todas partes. De pronto, parece como si se acercara la autora: es como agua arremolinándose sobre el hielo y el hielo está azul con la bruma que se alza, glaciares hundidos en verde esmeralda, gamuza y antílope, meros dorados, morsas retozando y el ambarino lucio saltando sobre el círculo ártico… Elsa está sentada en mis rodillas. Sus ojos son como ombligos diminutos. Miro su enorme boca, tan húmeda y brillante, y la cubro con la mía.
(...)
No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista. Ya no lo pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros que escribir, gracias a Dios. Entonces, ¿qué es esto? Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo.
(...)
Boris me acaba de hacer un resumen de sus ideas. Es un profeta del tiempo y dice que éste seguirá empeorando. Habrá más calamidades, más muerte, más desesperación. No se observa la más ligera indicación de un cambio... Debemos llevar el paso, cerrados en fila hacia la prisión de la muerte. Imposible escapar. El tiempo no cambiará.
(...)
Hacía sólo unos días que se había agarrado a mí desesperadamente, y después algo ocurrió, algo que ni siquiera está claro para mí ahora, y por su propia voluntad subió al tren y me volvió a mirar con esa sonrisa triste y enigmática que me desconcierta, que es injusta, forzada, de la que desconfío con toda mi alma. Y ahora soy yo, parado a la sombra del viaducto, quien tiendo los brazos hacia ella desesperadamente y en mis labios aparece esa misma sonrisa inexplicable, esa máscara que he colocado sobre mi pena. Puedo quedarme aquí parado y sonreír inexpresivamente, y por fervorosas que sean mis plegarias, por desesperado que sea mi anhelo, hay un océano enre nosotros; ella seguirá allí en la miseria, y yo caminaré aquí de una calle a otra, con lágrimas ardientes quemándome el rostro. "





Sexus

"Un niño no necesita escribir: es inocente. Un hombre escribe para expulsar todo el veneno que acumuló a causa de vivir falsamente".



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