jueves, 14 de febrero de 2008

martes, 12 de febrero de 2008

Charles Baudelaire, maldito y moderno




El albatros

Por distraerse, a veces, suelen los marineros
dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
que siguen, indolentes compañeros de viaje,
al navío surcando los amargos abismos.
Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
dejan penosamente arrastrando las alas,
sus grandes alas blancas semejantes a remos.
Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
aquél, mima cojeando al planeador inválido!
El Poeta es igual a este señor del nublo,
que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
sus alas de gigante le impiden caminar.








El viaje
I

Para el niño, enamorado de mapas y estampas,
El universo es igual a su vasto apetito.
¡Ah! ¡Cuan grande es el mundo a la claridad de las lámparas!
¡Para las miradas del recuerdo, el mundo qué pequeño!

Una mañana zarpamos, la mente inflamada,
El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.

Algunos, dichosos al huir de una patria infame;
Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.

Para no convertirse en bestias, se embriagan
De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
El hielo que los muerde, los soles que los broncean,
Borran lentamente la huella de los besos.

Pero los verdaderos viajeros son los únicos que parten
Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!

¡Son aquellos cuyos deseos tienen forma de nubes,
Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!


II

Imitamos ¡horror! al trompo y la pelota
En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.

¡Singular fortuna en la que el final se desplaza,
Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!

Nuestra alma es nave de tres palos buscando su Icaria;
Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!

Cada islote señalado por el vigía
Es un El dorado prometido por el Destino;
La imaginación, que acucia su orgía
No halla más que un arrecife al amanecer.

¡Oh, el infeliz enamorado de tierras quiméricas!
¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
A este marinero borracho, inventor de Américas
Para el cual el espejismo toma el remolino más amargo?

Como el viejo vagabundo, chapaleando en el lodo
Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.


III

¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatos
Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.

¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!
Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,
Haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.

Decid, ¿qué habéis visto?


IV

"Hemos visto astros
Y olas; hemos visto playas además;
Y, malgrado muchos choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado, a menudo, como aquí.

El esplendor del sol sobre el mar violáceo,
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.

Las más ricas ciudades, los más amplios paisajes,
Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!

—El gozo acrecienta del deseo la fuerza.
¡Deseo, viejo árbol, al cual el placer sirviéndole de abono,
Entretanto acrecienta y endurece tu corteza,
Tus ramas quieren ver el sol de más cerca!

¿Crecerás siempre, gran árbol, más vivaz
Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!

Hemos saludado ídolos engañosos;
Tronos constelados de joyas luminosas;
Palacios adornados cuya feérica pompa
Sería para vuestros banqueros un sueño ruinoso;

Vestimentas que son para la vista una embriaguez;
Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."


V

Y después, y después. ¿Todavía, qué más?


VI

"¡Oh, cerebros infantiles!"

Para no olvidar el tema capital,
Hemos visto en todas partes, y sin haberlo buscado,
Desde arriba hasta abajo la escala fatal,
El espectáculo enojoso del inmortal pecado:

La mujer, esclava vil, orgullosa y estúpida,
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;

El verdugo que goza, el mártir que solloza;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;

Muchas religiones semejantes a la nuestra,
Todas escalando el cielo; la Santidad,
Cual un lecho de plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la cerda, buscando la voluptuosidad;

La Humanidad habladora, ebria de su genialidad,
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"

Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia,
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."


VII

¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!

¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;
Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,

Como el Judío Errante y como los apóstoles,
A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.

Cuando, finalmente, él ponga su planta sobre nuestro espinazo,
Podremos esperar y clamar: ¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,

Nos embarcaremos sobre el mar de las Tinieblas
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear

¡El Loto perfumado! Es aquí donde se cosechan
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"

Por el acento familiar barruntamos al espectro;
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.


VIII

¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!

¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!


MIEDO - Raymond Carver

MIEDO DE VER UNA PATRULLA POLICIAL DETENERSE FRENTE A LA CASA. MIEDO DE QUEDARME DORMIDO DURANTE LA NOCHE. MIEDO DE NO PODER DORMIR. MIEDO DE QUE EL PASADO REGRESE. MIEDO DE QUE EL PRESENTE TOME VUELO. MIEDO DEL TELÉFONO QUE SUENA EN EL SILENCIO DE LA NOCHE MUERTA. MIEDO A LAS TORMENTAS ELÉCTRICAS. MIEDO DE LA MUJER DE SERVICIO QUE TIENE UNA CICATRIZ EN LA MEJILLA. MIEDO A LOS PERROS AUNQUE ME DIGAN QUE NO MUERDEN. ¡MIEDO A LA ANSIEDAD! MIEDO A TENER QUE IDENTIFICAR EL CUERPO DE UN AMIGO MUERTO. MIEDO DE QUEDARME SIN DINERO. MIEDO DE TENER MUCHO, AUNQUE SEA DIFÍCIL DE CREER. MIEDO A LOS PERFILES PSICOLÓGICOS. MIEDO A LLEGAR TARDE Y DE LLEGAR ANTES QUE CUALQUIERA. MIEDO A VER LA ESCRITURA DE MIS HIJOS EN LA CUBIERTA DE UN SOBRE. MIEDO A VERLOS MORIR ANTES QUE YO, Y ME SIENTA CULPABLE. MIEDO A TENER QUE VIVIR CON MI MADRE DURANTE SU VEJEZ Y LA MÍA. MIEDO A LA CONFUSIÓN. MIEDO A QUE ESTE DÍA TERMINE CON UNA NOTA TRISTE. MIEDO A DESPERTARME Y VER QUE TE HAS IDO. MIEDO A NO AMAR Y MIEDO A NO AMAR DEMASIADO. MIEDO A QUE LO QUE AME SEA LETAL PARA AQUELLOS QUE AMO. MIEDO A LA MUERTE. MIEDO A VIVIR DEMASIADO TIEMPO. MIEDO A LA MUERTE. YA DIJE ESO.

domingo, 10 de febrero de 2008

Vida y muerte de un pueblo español - ELLIOT PAUL

(...) Más de un año después, estaba sentado en la trastienda del bar de Cosmi cuando entró Anna para decirme que había alguien fuera que deseaba verme. En la habitación exterior, me encontré a la mujer, vestida con su mejor conjunto de pañuelo y chal, y acompañada por un hombre tímido, de enormes manos y muñecas rojas, y un bebé. El hombre sostenía al niño y, con los ojos rebosantes de gozo, señalaba el rostro que se había quemado. No le había quedado una sola marca. Muy tímidamente, la mujer sacó un lustroso gallo negro vivo de debajo de su chal y me lo tendió. A su lado, en la mesa, había una cesta de huevos y otra llena de higos negros secos y almendras. Anna Cosmi, sensible a las situaciones sociales, me dio un pequeño empujón y me indicó con el movimiento más leve imaginable de sus vivos ojos negros que debía aceptar los obsequios. La familia había viajado en un carro tirado por un burro desde Santa Gertrudis para encontrarme, preguntando a la gente por el camino. ¿Un forastero con barba? Ah, se refiere a Xumeu. (En Santa Eulalia, me habían dado un nombre ibicenco.) El latido del corazón de un gallo vivo entre las manos produce una sensación extraña. Muchas veces pienso en los miles de amables gestos palpitantes que he recibido y a los que no he correspondido debidamente. A todos los que me habéis ofrecido ayuda y compasión, donde quiera que estéis, me gustaría enviaros una madre española joven, muy tímida, vestida con ropas luminosas, y a un agricultor fornido de cuello enrojecido con un niño en brazos. Quisiera mandaros a la puerta de casa un burro amarrado a un carro de dos ruedas, y poner en vuestra mesa una cesta de huevos -todos ellos inmaculados- e higos y almendras. Me gustaría dejaros de pie, pensativos, con un gallo negro vivo entre las manos.

Poema de Rudyard Kipling

"si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando todo a tu lado es cabeza perdida; si tienes en ti mismo una fe que te niegan y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan; si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera, si engañado no engañas; si no buscas más odio que el odio que te tengan...si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres. si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo; si piensas y rechazas lo que piensas en vano. si tropiezas el Triunfo; si llega tu Derrota y a los dos impostores los tratas de igual forma. si logras que se sepa la verdad que has hablado a pesar del sofisma del orbe encanallado. si vuelves al comienzo de la obra perdida, aunque esta obra sea la de toda tu vida. si arriesgas en un golpe y lleno de alegría tus ganancias de siempre a la suerte de un día, y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea sin decir nada a nadie, de lo que es y de lo que era. si logras que tus nervios y el corazón te asistan aún después de su fuga de tu cuerpo en fatiga y se agarren contigo cuando no quede nada, porque tú lo deseas, lo quieres y lo mandas. si hablas con el pueblo y guardas tu virtud. si marchas junto reyes con tu paso y tu luz. si nadie que te hiera llega a hacerte la herida. si todos te reclaman y uno te precisa. si llenas el minuto inolvidable y cierto de sesenta segundos que lleven al cielo... todo lo de esta tierra será de tu dominio. y mucho más aún, serás HOMBRE, hijo mío".

MOBY DICK - Herman Melville





Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano.




Probablemente habréis visto muchas embarcaciones extrañas, lugres de pies cuadrados, montañosos juncos japoneses, galeotas como latas de manteca, y cualquier cosa; pero os aseguro que nunca habréis visto una extraña vieja embarcación como esta misma extraña y vieja Pequod. Era un barco de antigua escuela, más bien pequeño si acaso, todo él con un anticuado aire de patas de garra. Curtido y atezado por el clima, entre los ciclones y las calmas de los cuatro océanos, la tez del viejo casco se había oscurecido como la de un granadero francés que ha combatido tanto en Egipto como en Siberia. Su venerable proa tenía aspecto barbudo. Sus palos -cortados en algún punto de la costa del Japón, donde los palos originarios habían salido por la borda en una galerna-, sus palos se erguían rígidamente como los espinazos de los tres antiguos reyes en Colonia. Sus antiguas cubiertas estaban desgastadas y arrugadas como la losa, venerada por los peregrinos, de la catedral de Canterbury donde se desangró Becket.




Las aguas que le rodeaban se iban hinchando en amplios círculos; luego se levantaron raudas, como si se deslizaran de una montaña de hielo sumergida que emergiera rápidamente a la superficie. Se intuía un rumor sordo, un zumbido subterráneo...Todos contuvieron el aliento al surgir oblicuamente de las aguas una mole enorme, que llevaba encima cabos enmarañados, arpones y lanzas. Se elevó un instante en la atmósfera irisada, como envuelta en una grasa de finísima textura, y volvió a sumergirse en el océano. Las aguas, lanzadas a treinta pies de altura, fulgieron como enjambres de surtidores, para caer luego en una vorágine que circuía el cuerpo marmóreo de la ballena. 




“Me parece que lo que llaman mi sombra aquí en la tierra es mi verdadera sustancia. Yo pienso que, al observar las cosas de manera espiritual, nos parecemos mucho a las ostras mirando el sol desde el mar y creyendo que la densa agua es la más fina de las atmósferas. Yo creo que mi cuerpo no es nada más que la escoria de mi mejor ser. De hecho, que se lleven mi cuerpo, quienquiera que vaya a hacerlo, digo, ése no soy yo.”




Lo que la distinguía de otras ballenas no era tanto su volumen, sino más bien su frente peculiar, blanca como la nieve y arrugada, y una alta joroba piramidal y blanca. Ésas eran sus características más salientes, las señales por las cuales, aun en los mares sin límites y sin cartografiar, revelaba a gran distancia y a quienes la conocían, su identidad. El resto del cuerpo estaba tan rayado y manchado y lleno de lunares de tonalidad de mortaja, que, en último término, había ganado el apelativo que la distinguía: " ballena blanca", un nombre, en verdad, justificado literalmente por su vívido aspecto cuando se le veía deslizándose en pleno mediodía a través de un mar azul profundo, dejando una estela lechosa de espuma como crema, toda rayada de brillos dorados.

Pero no era propiamente su desacostumbrada magnitud, ni su notable tonalidad, ni aun su deformada mandíbula inferior, lo que tanto terror natural producía en el ballenero; era su malicia inteligente y sin ejemplo, que, de acuerdo con relatos precisos, había mostrado una y otra vez durante sus ataques. Más que todo, sus retiradas traicioneras producían una confusión que superaba a cualquier otra cosa. Porque, mientras nadaba ante sus entusiasmados perseguidores con todos los síntomas de alarma, más de una vez se le había visto volverse de pronto y, cargando sobre ellos, desfondar el bote haciéndolo astillas, u obligarlos, llenos de consternación, a retornar a sus buques.






“Hay ciertos raros momentos y ocasiones en los que este extraño y enrevesado asunto al que llamamos vida, en el que un hombre toma todo de este universo como una broma pesada, y aunque sólo llega a discernir su gracia vagamente, tiene más que sospechas de que la broma no es a expensas de nadie, sino de él mismo. De cualquier manera, nada descorazona y nada parece cuestionable. Él engulle todos los acontecimientos, todos los credos, todas las convicciones, todas las cosas duras, visibles e invisibles, sin importarle nunca lo nudosas que sean; como un avestruz de poderosa digestión que engulle las balas y pedernales.”

 

"¿Qué son los derechos humanos y las libertades del mundo sino peces sueltos? ¿Qué son las ideas y opiniones de los hombres sino peces sueltos? ¿Qué es el principio de la creencia religiosa sino un pez suelto? ¿Qué son los pensamientos de los pensadores para los literatos palabreros, contrabandistas y ostentosos? ¿Qué es el mismo gran globo sino un pez suelto? ¿Qué eres tú, lector, sino un pez suelto y también un pez sujeto?"

 

“¿Qué es, qué cosa innombrable, inescrutable y sobrenatural, qué engañoso y escondido amo y señor, emperador cruel e inexorable me gobierna, que contra todos los naturales amores y nostalgias me mantiene empujándome, concentrándome y agolpándome todo el tiempo, haciéndome estar preparado temerariamente para hacer lo que mi propio corazón, verdadero y natural, ni siquiera me atrevería? ¿Soy yo, Dios, o quién es el que levanta el brazo este brazo? Pero si el gran sol no se mueve por sí mismo, sino que es como un chico errante en el cielo; y si ni una sola estrella puede moverse, si no es por algún poder invisible, ¿cómo entonces late este pequeño corazón y este único y pequeño cerebro tiene pensamientos, si no es Dios quien lo hace latir, lo hace pensar y vivir, no yo?”




"Pasead en torno a la ciudad en las primeras horas de una soñadora tarde de día sabático. Id desde Corlears Hook a Coenties Slip, y desde allí, hacia el norte, por Whitehall. ¿Qué veis? Apostados como silenciosos centinelas alrededor de toda la ciudad, hay millares y millares de seres mortales absortos en ensueños oceánicos. Unos apoyados contra las empalizadas; otros sentados en las cabezas de los atracaderos; otros mirando por encima de las amuradas de barcos arribados de la China; algunos, en lo alto de los aparejos, como esforzándose por obtener una visión aún mejor hacia la mar. Pero ésos son todos ellos hombres de tierra; los días de entre semana, encerrados entre tablas y yeso, atados a los mostradores, clavados a los bancos, sujetos a los escritorios. Entonces ¿cómo es eso? ¿Dónde están los campos verdes? ¿Qué hacen éstos aquí?
Pero ¡mirad! Ahí vienen más multitudes, andando derechas al agua, y al parecer dispuestas a zambullirse. ¡Qué extraño! Nada les satisface sino el límite más extremo de la tierra firme; no les basta vagabundear al umbroso socaire de aquellos tinglados. No. Deben acercarse al agua tanto como les sea posible sin caerse dentro. Y ahí se quedan: millas seguidas de ellos, leguas. De tierra adentro todos, llegan de avenidas y callejas, de calles y paseos; del norte, este, sur y oeste. Pero ahí se unen todos. Decidme, ¿les atrae hacia aquí el poder magnético de las agujas de las brújulas de todos estos barcos?"



 

"Apenas hace falta decir con qué sentimientos, en vísperas de mi viaje a Nantucket, consideré esas lápidas de mármol, y, a la lóbrega luz de aquel día oscurecido y lastimero, leí el destino de los balleneros que habían partido por delante de mí. Sí, Ismael, ese mismo destino puede ser el tuyo. Pero, no sé cómo, volví a sentirme alegre. Deliciosos incentivos para embarcar, buenas probabilidades de ascender, al parecer: sí, un bote desfondado me hará inmortal por diploma. Sí, hay muerte en este asunto de las ballenas; el caótico y rápido embalar a un hombre sin palabras hacia la Eternidad. Pero ¿y qué? Me parece que hemos confundido mucho esta cuestión de la Vida y la Muerte. Me parece que lo que llaman mi sombra aquí en la tierra es mi sustancia auténtica. Me parece que, al mirar las cosas espirituales, somos demasiado como ostras que observan el sol a través del agua y piensan que la densa agua es la más fina de las atmósferas. Me parece que mi cuerpo no es más que las heces de mi mejor ser. De hecho, que se lleve mi cuerpo quien quiera, que se lo lleve, digo: no es yo. Y por consiguiente, tres hurras por Nantucket, y que vengan cuando quieran el bote desfondado y el cuerpo desfondado, porque ni el propio Júpiter es capaz de desfondarme el alma."

 

"¡Ah, vosotros, cuyos muertos yacen sepultados bajo la verde hierba; que, en medio de las flores podéis decir: aquí, aquí yace mi ser amado; vosotros no conocéis la desolación que se cobija en pechos como éstos! ¡Qué amargos vacíos en esos mármoles bordeados de negro que no cubren cenizas! ¡Qué mortales huecos y qué infidelidades forzosas en las líneas que parecen roer toda fe, rehusando resurrecciones a los seres que han perecido sin sitio y sin tumba! Estas lápidas podrían estar lo mismo en la cueva del Elephanta que aquí."

 


Fotografías de Louis Stettner, Pepe Pepe and Tony, Spanish Fishermen, Ibiza 1956

sábado, 9 de febrero de 2008

MUROS

dentro tengo recovecos
rincones ocultos
esquinas desiertas
muros
dentro tengo portales vacíos
plazoletas de pueblo triste
callejones sin salida
vertederos
de pronto abro mis puertas
y lo hallo todo revuelto:
el corazón piensa,
la cabeza siente
dentro tengo patios vacíos
quintos pisos sin ascensor
pequeñas despensas
tendederos
dentro tengo terrazas sin vistas
jardines secos
escaleras tortuosas
trasteros
y tú allí,
lejos,
como un país extranjero,
con tu idioma y tus costumbres...
ya casi nunca te entiendo

CHELSEA HOTEL - Leonard Cohen (to Janis Joplin)

I remember you well in the Chelsea Hotel, you were talking so brave and so sweet, giving me head on the unmade bed, while the limousines wait in the street.
Those were the reasons and that was New York, we were running for the money and the flesh.
And that was called love for the workers in song probably still is for those of them left.
Ah but you got away, didn´t you babe, you just turned your back on the crowd, you got away, I never once heard you say, I need you, I don´t need you, and all of that jiving around.
I remember you well in the Chelsea Hotel you were famous, your heart was a legend.
You told me again you preferred handsome men but for me you would make an exception.
And clenching your fist for the ones like us who are oppressed by the figures of beauty, you fixed yourself, and said, "well never mind, we are ugly but we have the music."
I don´t mean to suggest that I loved you the best, I can´t keep track of each fallen robin.
I remember you well in the Chelsea Hotel, that´s all, I don´t even think of you that often....

EL MAR - John Banville

Se marcharon, los dioses, el día de la extraña marea. Las aguas de la bahía, toda la mañana bajo un cielo lechoso, habían crecido y crecido, alcanzando alturas inusitadas, las pequeñas olas inundaban una arena reseca que durante años no había conocido otra humedad que la lluvia y lamían las mismísimas bases de las dunas. El casco oxidado del carguero que permanecía encallado en la otra punta de la bahía desde tiempo inmemorial debió de pensar que iban a volver a botarlo. Después de ese día yo no volvería a nadar. Las aves marinas gimoteaban y se lanzaban en picado, nerviosas, al parecer, ante el espectáculo de ese enorme cuenco de agua inflándose como una ampolla, de un azul plomizo y un brillo maligno. Tenían, aquel día, una blancura antinatural, los pájaros. Las olas depositaban una orla de sucia espuma amarilla en el límite de las aguas. Ningún barco estropeaba la línea del alto horizonte.
No nadaría, no. Nunca más. Alguien acababa de caminar sobre mi tumba. Alguien.

THE SEA - John Banville

They departed, the gods, on the day of the strange tide. All morning under a milky sky the waters in the bay had swelled and swelled, rising to unheard-of heights, the small waves creeping over parched sand that for years had known no wetting save for the rain and lapping the very bases of the dunes. The rusted hulk of the freighter that run aground at the far end of the bay longer ago than any of us could remember must have thought it was being granted a relaunch. I would not swim again, after that day. The seabirds mewled and swooped, unnerved, it seemed, by the spectacle of that vast bowl of water bulging like a blister, lead-blue and malignantly agleam.They looked unnaturally white, that day, those birds. The waves were depositing a fringe of soiled yellow foam along the waterline. No sail marred the high horizon. I would not swim no, not ever again.
Someone has just walked over my grave. Someone.

TERRA NATAL - Marià Villangómez

Arrelar, com un arbre, dins la terra:
no ser núvol endut d´un poc de vent.
Sobre els camps coneguts de cada dia,
veure un cel favorable i diferent.
Mirau com cau, quotidià, el crepuscle,
cada cop renovant-me el sentiment.
Damunt la terra nostra i estimada,
del cor neixen el pi, l´aire i l´ocell.
El blanc record de la infantesa hi sura,
i ha de fer bo, aquest sol, als ossos vells.
Vull escoltar-hi aquest parlar que arriba
de molt antic als llavis de la gent.
El meu amor, la ferma companyia,
vull somiar-hi, entre la mar i el vent.

el viento nos llevará, Noir Desir































No tengo miedo de la ruta
habrá que ver, hace falta probarla
los meandros de la parte baja de la espalda
y todo irá bien allá
el viento nos llevará

Tu mensaje a la Osa Mayor
y la trayectoria de la carrera
una instantánea de terciopelo
incluso si no sirve para nada va
el viento se la llevará
todo desaparecerá pero
el viento nos llevará

La caricia de la metralla
y esa pena que nos tirotea
el palacio de los otros días
de ayer y de mañana
el viento los llevará

Genética en bandolera
los cromosomas en la atmósfera
taxis para las galaxias
y mi alfombra voladora dice?
El viento se la llevará
todo desaparecerá pero
el viento nos llevará

El perfume de nuestros años muertos
este que puede llamar a tu puerta
infinidad de destinos
Se pone uno y ¿qué es lo que se recuerda?
el viento se lo llevará

Mientras sube la marea
y que cada uno rehaga sus cuentas
llevo al hueco de mi sombra
los polvos de tí
el viento se los llevará
todo desaparecerá pero
el viento nos llevará.


*******************

Le vent nous portera

Je n'ai pas peur de la route
Faudrait voir, faut qu'on y goûte
Des méandres au creux des reins
Et tout ira bien là
Le vent nous portera

Ton message à la Grande Ourse
Et la trajectoire de la course
Un instantané de velours
Même s'il ne sert à rien va
Le vent l'emportera
Tout disparaîtra mais
Le vent nous portera

La caresse et la mitraille
Et cette plaie qui nous tiraille
Le palais des autres jours
D'hier et demain
Le vent les portera

Génetique en bandouillère
Des chromosomes dans l'atmosphère
Des taxis pour les galaxies
Et mon tapis volant dis ?
Le vent l'emportera
Tout disparaîtra mais
Le vent nous portera

Ce parfum de nos années mortes
Ce qui peut frapper à ta porte
Infinité de destins
On en pose un et qu'est-ce qu'on en retient?
Le vent l'emportera

Pendant que la marée monte
Et que chacun refait ses comptes
J'emmène au creux de mon ombre
Des poussières de toi
Le vent les portera
Tout disparaîtra mais
Le vent nous portera.


viernes, 8 de febrero de 2008

mis desastres naturales


que aquí se sufrió un incendio
te dirán mi olor a humo y las cenizas de mis intentos.
que pasó un vendaval
y me dejó desnuda y algo aturdida
en mitad de esta mala ciudad
que ni es lo suficientemente grande como para perderme
ni lo suficientemente pequeña como para encontrarme.
que llego de un invierno frío
que acabó con las huertas igual que acabó con mi esperanza.
que sufrí un pequeño terremoto
ignorado por la escala de Richter pero que echó mis cimientos por los suelos.
que subió la marea
y en lugar de ahogar mis penas disfruté de un cruel naufragio.
pero a pesar, muy a pesar de éstos,
mis pequeños desastres naturales,
se dice que la tierra es sabia
y que aunque no olvida,
es capaz de rehacerse
aunque sólo sea...
para volverse a deshacer