lunes, 20 de agosto de 2012

J. M. Coetzee






Hoy me dolía tanto la cadera que no podía caminar y apenas podía sentarme. Inexorablemente, día tras día, el mecanismo físico se deteriora. En cuanto al aparato mental, estoy siempre ojo avizor en busca de piezas del engranaje rotas, plomos fundidos...todos los viejos se vuelven cartesianos.

(...)

Nunca he sentido con agudez los placeres de la posesión. Me cuesta mucho trabajo pensarme como el dueño de algo. Pero tiendo a meterme en el papel del guardián y el protector de lo no amado, de lo no amable, de lo que otras personas desprecian o rechazan: viejos perros con mal carácter, muebles feos que han sobrevivido tercamente, automóviles al borde del colapso. Es un papel al que me resisto; pero, de vez en cuando, el atractivo mudo de lo no deseado vence a mis defensas.

El prefacio de una historia que jamás será escrita.

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