miércoles, 30 de abril de 2014

teorema


En lo ilegible del dolor sé que queda algo por decir

cuando se palpa, pasado el tiempo, el doble fondo de nuestra memoria,
cuando saldamos las cuentas pendientes que trae el desasosiego,
que te llena por dentro de puertas abiertas,
corrientes de aire y grifos goteando miseria.
Siempre queda algo cuando viajeros en nuestros cuartos,
nos coronamos por fin solitarios
y un coche veloz cruza de nuevo nuestro esternón,
llámese ansia.

Porque somos animales ansiosos con su cofradía de apasionados
y no domesticados intentos de acaparar, crear
y diagnosticar en la piel las caricias venideras.
Capaces de inventar belleza sobre un sofá,
con el televisor en mute
y el verano en la ventana
y el verano entre las piernas.
Deteniendo respiraciones en el pecho
como trenes nocturnos que arden en estaciones calladas.

Porque tras cada guerra viene la historia de las cicatrices.

Porque nos abandonamos y nos rondamos,
bruscos y arrancados de alguna tierra antigua que se llama pasado
y nos sacudimos horarios, semáforos
y demás cráteres que inundan los días
y que se van sumando a la grupa del vacío y su peso.
Nos los sacudimos en mitad del enjambre
y miramos a otro lado, dulces, salvajes
y rebosantes de inexplicable distancia.

Porque en mitad del daño, existe el grito que se escribe.

Siempre queda tiempo y pulso para hablar del amor y sus réplicas.
De los movimientos sísmicos de la carne que nos provocan otros cuerpos.
De los acumulados amaneceres con los que distorsionar cualquier color es posible.
Y vivir y dolerse mientras huimos de los acentos agotados que vomitan esos dioses indignos alimentados de ibuprofeno,
tan vacíos como sedados.
Dioses que no nos salvan nunca y sólo nos quieren plagiando sus propios fracasos.

Celebrarnos en el percance de hallarnos sin ternura, será la bendición.
Probarse la vida con todos sus cantos. Ser nuestros propios accidentes.
¿Qué queda por decir tras el dolor? Nada, es decir, todo.






domingo, 27 de abril de 2014

el romance de la desintegración





























Tengo la mala costumbre de urdir travesías que unen bocas
y sexos y ojos y desiertos,
con la caligrafía jadeante de los cuerpos que nunca amainan
que se prenden a la noche
consumidos como inciensos de vida.

Dame un lienzo
dame el estigma de tu locura atrapado en la partitura del viento.
Que contienes un refugio en mitad de tu intemperie
que me hieres –y yo me dejo-  en primera persona.
Que voy a quedarme quieta en la tormenta por aquello
de tu electricidad y mi llanto, mi humedad y tu sudor.

Tú inventas mi desintegración y detienes el tiempo en los pedazos.
Tú amas y estallas
como si yo un compás,
como si tú un quejido
como si un magnífico rugido partiera del fondo de mi alma
hacia tus derroteros y me abarcaras hasta lo intocable.
Contusionada de placer por los cuatro costados, mordiendo tu oxígeno.
Tú me justificas. Me sostienes. Soy cristal.

El amor es carne roja, dime.
El amor es la batalla, sueña.  

El peso de los cuerpos me lo grita
me debo a mi pulso
me debo a mi propio atropello y sinrazón.

Donde se forjan el momento y tus llagas,
ruego:
llégame claro, sereno
como un cielo limpio
como un mar de espejo
juntos el temporal inventaremos.



domingo, 20 de abril de 2014

en el forcejeo


























Será como un edificio dinamitado, como una travesía sin puerto. Pero soportaré mis partes demolidas porque sé que en el encuentro de nuestras pieles no existen las penurias. Porque adolezco de tu terrible dulzura y me tripulo con toda la ebriedad que contienen los sueños que en voz alta se aúllan.

La rutina, simple calima que nace del fuego y del frío. Habitaciones desvestidas en mitad de un invierno de distancia y recordar el viaje de la carne, apretados hasta el crujido. Así se sanan los endiablados ataques de nostalgia.
Reclamo tu horizonte de desangrados soles inundado, tu playa viva. Reclamo tu risa retumbando en estas presas que acogen llanto. Reclamo la alquimia generosa que ofrece el amante desarmado.

Me gusto en mi fuerte debilidad, extrema y contorsionada para abarcar todos tus nortes y desdoblarlos en inventados mapas. Me gusta hundir nuestras fortalezas y renacer épicos y libres, respirando en los abrazos. Con el amor batiente, revolucionando el núcleo, que será el alma de drugstore que tenemos, que serán líneas marítimas de venas que laten de acercamientos.
Con las tripas revueltas de la ciudad que nos esculpe y nos escupe calle arriba y desde los pisos altos, anclados a eternos raíles que sólo muestran desfiladeros que rozan olas de piel, temeremos la mort subité del amor y sus raíces y aún así seguiremos caminando.

Sabrás de la agonía del domingo que te viene a molestar charlatana y se te sienta en las rodillas. Y sabrás que me estaré doliendo de ti y de mundo, en este mismo instante. En el forcejeo del verso, golpeada, inmediata y cicatrizada, salina y estallada en mercurio. Sólo sabré derrocharme en tu ansia. Sólo sabré reconocerme cuando con todo el delirio desaloje para ti mis palabras y sea la isla que te busque en pleno naufragio.
Reyes de las cosas sencillas que llenan la alcoba de señuelos dulces que llevarse a la boca, somos. Con las ganas enloquecidas, haré celdas con mis dedos y mis caricias severas serán tuyas y más tarde, sin relojes, inundaré mares sedientos de ti.

Y cuando acabe todo y tan aprendidos como crípticos, en la cópula del verbo y la mirada, nos sintamos, llegarán las milicias del olvido para sólo recordarnos como cuerpos que un día hirvieron de vida.

miércoles, 9 de abril de 2014

lorquiana


























Llévense la gloria allá donde valga algo
y a mí déjenme vestir los rincones de mi cuerpo
sin mansedumbre alguna,
tallando cada momento a conciencia, sin rezo,
con diabólica orfebrería lírica,
y que se me desborden las sonrisas 
en cada instante de piel que me traiga la vida,
y que me duelan la boca y los puños 
de tanto morder 
y de tanto exprimir el verbo rojo y anegar la hoja.

Llévense la gloria y las flores,
que no le servirán al tragaluz que fuimos,
al trotón que ahora nos atropella.
Que para eso ya nos enseñan los tópicos y los sinónimos,
que la muerte se acerca de muchas maneras.
Manchada esperanza que estropea la dicha.
Trapera perfumada con agua bendita.
Tóxica golondrina que siempre llega.

La he visto venir de peces negros, devorando memoria,
como si fuera la basura de nuestros días.
Bucle, castigo.
Tan indigna, injerto de pena que galopa tallo arriba.

La madreselva de los años apuntillada en la pared.
La porosidad que cabe en el tiempo detenido.
Una cama y un sofá, el puente un pasillo.
Pésame nacarado, besamanos de espanto, llanto en mitad de la tarde.

Que la dicha sea bajo tu ropa o no sea,
a espuertas el deseo me venga y me vengue
por existir tan cuajada de abriles sudorosos,
por la ventura de gozar las maromas que inventan tus brazos,
por no sangrar cipreses por los ojos
y entender que es falsa esta ventaja que te da la muerte.

Destemplada me ocuparé de mis huecos, cruzando mi suerte llena de infinitos.





jueves, 3 de abril de 2014

la voluntad



































tendrá que ver con mis ojeras, con mis pómulos, con las puntas abiertas de mi pelo

tendrá que ver con hombros culpables, con pasos pegados a los arcenes que buscan luces largas que me cieguen. 

tendrá que ver con leer una prosa indecente en el momento inexacto de la hora bruja.

o unas gotas de ti como remedio homeopático que corten las cuerdas que tensionan cada músculo que me voy inventando. 


fui tercera hembra para un padre con los dedos cruzados pero le sacié de canchas mientras me dedicaba a esprintar sin mirar atrás, por eso del miedo y del bloqueo.  

defensa al hombre, me decían pero siempre dejé flancos.


nunca esperé mucho, si acaso la voluntad.


dejé libros a medias y amores roídos que se envuelven en papel albal para más tarde. 

cogí trenes nocturnos y soñé despierta atravesando paisajes oscuros que confesaban nostalgias ajenas. 

de día escribo frases con luz y al meterles mano cuando cae la tarde las vapuleo y las lleno de cansancio para que hagan juego con lo descolorido que traigo. 

por la mañana heroína que convierte fondos en simples decorados de tragedia. me dejo contenta y me pongo a bailar en cornisas ensalivadas de futuros llantos, suicida inmortal, cuánto más altas mejor, sabiéndome caída y esparcida una vez más.

tendrá que ver con la resaca que trae todo eso que se pudre dentro de no usarlo y mirarlo, como sueños caducos o el constante spoiler al que nos somete el pesimismo. 

que ya me haya aprendido no significa que no sea capaz de dolerme. de acecharme cuando me doy la espalda. de no tirar de la anilla cuando hace falta. perderme en mi álgebra alborotada de rutinas, estorbos e indultos que no me concederé nunca.


será que albergo esquinas desiertas que me guardo de postre o última voluntad. que todo me viene bien, camaleón en el dolor y en la alegría. esquizo, dócil, cala que recoge mar. 

nos sacudiremos vanamente al animal en celo que nos habita desde hace siglos.
desportillada el alma errante que alberga la súbita pena y la sonrisa que es arco deslumbrante y tablero en la deriva. 

confieso el agravio de amarte y el pasar del tiempo que endurece la mirada. confieso el vapor de pieles que sueña esta hembra que ensaya el tenerse en pie en mitad del daño. confieso ser un aparejo triste que traga y fabrica lluvia y se oxida de raíces a pestañas. desasida de la mano de la cordura, me dejo a lomos de la debilidad que me viste de idiomas raros cuando aprender a entenderse y a ir muriendo sea la hazaña.