viernes, 18 de noviembre de 2016

el corazón lleno de venados


























ve y ama sin ayuda de nada en la tierra.
William Blake


Vienes y decapitas la cuerda floja de los cinco días,
tragaluz de fin de semana
para el letargo, para refrescar la página,
para los amamantados de nicotina y nieblas.
Esos que estamos en peligro de extinción
sin darnos cuenta
sin darnos tiempo
sin darnos fuego
sólo hay un tú, sólo hay un yo.

En nuestra colección de fogonazos y tiros al aire,
a hombros de ansiedades varias,
con nuestro elenco de indomables sollozos
calcinaremos pecados y penitencias,
porque son tan necesarias las hogueras privadas
como las medallas que sacamos de los escombros.

Justo fuera de las palabras simulacro,
hábitat de los que no amainan,
que el despeñadero siempre aguarda
y yo te traigo el corazón lleno de venados
y el cuerpo como obra inacabada.
Ahí le falta un que me aprietes
ahí una boca solapada
al pelo, tus manos
a la piel, que sigas el sendero de todas las rabias.

El fuego cruzado en los ojos
pudrir el aire que nos separa
ser animal
ser la mujer que te muerde
acampar en tu pecho
acostarse en el rastro que dejan las presas
y a horcajadas sobre el corazón y la distancia
llegarnos lejos.

Que sólo es desahogo, te digo,
sangría lírica del enfermo,
barreños para la negrura
y perfume para el alma en descomposición,
plantas carnívoras atragantadas de amor,
humedad y desorientación.

Rindo tributo a las piezas que nos faltan,
a los huecos que nos dejamos dentro.
Nidos brutales,  ánforas frescas,
pecios insondables, cráteres de carne,
donde guardar derrotas, paños mojados,
larvas y promesas,
puñales romos
para la estirpe de perdedores,
lobos deslunados,
y poetas de capó de las noches eléctricas
que conquistan oscuridades
y hacen cima y rima en babélicas herrumbres,
aunque luego salgan de casa y parezcan tan enteros.

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