jueves, 29 de noviembre de 2012

"segunda hybris" - Javier Velaza




(Antes de aquel instante ella albergaba océanos,
abisales dominios donde duerme la noche,
piélagos habitados por seres imposibles,
hidras, rayas, siluros, medusas, hipocampos,
formidables escilas de letal alarido).

Él sondeó las cálidas corrientes en sus sienes,
las venas una a una de aquel cuerpo reciente,
batíscafo de linfas se embriagó en el espasmo
del prodigioso pálpito que por fin la animaba,
al fin viva, al fin viva, al fin estaba viva.

Se sumergió en aquellas plácidas tibiedades
–tan lejos ya la fría blancura de su mármol
inerte a la caricia, desoladoramente
congelada al contacto su pasión de necrófilo–,
recorrió cada playa, descansó en las bahías,
seguro de que cada silencio era el primero,
porque la ley exacta del abismo la saben
los dioses solamente y él era un dios, lo era.

(Y ella sintió perpleja el trasiego en su vientre
sin discernir si el sueño era este o el otro).
Él concibió la fiebre de lo inmutable. Quiso
la obra de su deseo en un ya sempiterno,
perenne todo, todo perpetuamente inmane,
eis aiei, eis aiei, bramaba en su locura.
(Ella experimentó como una aguda ráfaga
el asombro fugaz de saberse a sí misma).

Planeó iluminarla de soles sin ocaso,
la clepsidra acostada sobre el truncado gnomon
habría de sellarlos en lo eterno. Mas dicen
que la palabra Siempre le cercenó los labios.
Qué dolor inefable de metales al rojo
lo atravesó, qué burla saberla tan efímera,
qué desmesura estéril si ella había de rendirse
también a la secuencia que todo lo consume.

Entonces él devino un fragor de blasfemias
contra el cincel y el beso y el hálito de Venus
que a través de su boca descabelladamente
le habían conferido la vida y su contrario.
(Y ella, casa sin puertas, a punto de vigilia
intuyó otro letargo duplicado en sus vísceras).

Aborreció la carne como hubo odiado el mármol,
y en sí mismo el principio que muta las sustancias
y a ella, que no era ella, porque no era perfecta
(ella no tuvo nombre, no se nombra lo Uno).
Y deliró el milagro de otra metamorfosis
–tal era su suplicio, pero él estaba ciego–,
y otra vez Pigmalión la deseó sin vida
porque sólo los muertos pueden ser inmortales,
otra vez solitario demiurgo insatisfecho
otra vez Pigmalión.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

me mancho de vuestro aliento


me mancho de vuestro aliento
me desnuco febrilmente con cada palabra que me regaláis
me contagiáis de vida
hacéis que brille mi suciedad y mi cansancio
y que parezca neón
y aunque peco de desagradecida
os llevo dentro, 
en el segundo espacio intercostal
donde duelen las cosas buenas
los ataques de alma, los latidos 
y el bombeo de esa tinta espesa y oscura 
que circula por nuestros adentros.
gracias


Julia

una raza de amor


en cada verso denso que te brota y que conlleva el atropello de mis sentidos
en cada luz ámbar que me marca tu pestañeo, me abandono

nos dejamos olvidados
en mis hornos y en tus pozos del destierro más buscado
allí donde existe una raza de amor hermosa y embrutecida
con la que nos desvestimos 
en tardes de sobria resaca de invierno

en cada sonrisa se me abre el cielo como una herida.
una lluvia roja que me tiñe de falsas amapolas.

allí donde existe una raza de amor furiosa y de perra lúbrica
en la que tan sólo gobierna el instinto
y me sanas con tu hechizo
y me enfermas en la travesía que me ha de llevar
de tu frente a tus labios
y de tu boca a tu hambre

cambiemos el truco por la magia
ahora que se le ven las costuras a esta mujer de hiedra, frescor y desmesura
y que ansía en tus brazos y entre tus labios 
hallar cobijo 
y estallar de calma.

martes, 27 de noviembre de 2012

Derek Walcott, poemas



D e s e n l a c e
Yo vivo solo
al borde del agua sin esposa ni hijos.
He girado en torno a muchas posibilidades
para llegar a lo siguiente:

una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.

Mas somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, los años pasan,
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad

de cargar con algo. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a

la poesía sino buenos sentimientos,
ni misericordia, ni fama, ni Curación. Mujer silenciosa,
podemos sentarnos a mirar las aguas grises,
y en una vida inmaculada
por la mediocridad y la basura
vivir al modo de las rocas.
Voy a olvidar la sensibilidad,
olvidaré mi talento. Eso será más grande
y más difícil que lo que pasa por ser la vida.
 




En los otros ochenta, cien veranos que marcharon...
En los otros ochenta, cien veranos que marcharon
como la luz de un paraíso doméstico, la idea del cielo
de un hedonista era el aparador de una cocina francesa,
manzanas y garrafas de arcilla de Chardin a los Impresionistas,
el arte era une tranche de vie, queso o pan horneado en casa-
la luz, en su opinión, era lo mejor que el tiempo ofrecía.
El ojo era la única verdad, y aquello que atraviesa
la retina se desvanece al amanecer; la profundidad de nature morte
era que la propia muerte es sólo otra superficie
como el lienzo, pues pintar no puede capturar el pensamiento.
Cien veranos que se fueron, con el acordeón que hace olas,
faldas almohadilladas, grupos en botes, golpes blancos como zinc en el agua,
muchachas cuyas mejillas ruborizadas no sobrevivieron a sus rosas.
Entonces, como tubos desecados, los soldados retorcidos
se amontonaron en el Somme y Verdun. Y los muertos
menos reales que una explosión fatal de crisantemos,
idéntico carmesí para la naturaleza muerta y la matanza
de jóvenes. Tenían razón -todo le vale
al pintor con su caballete puesto como un fusil en los hombros.



 
E l   a m o r   d e s p u é s   d e l   a m o r
 



El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón,
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.




lunes, 26 de noviembre de 2012

antología de Spoon River - Edgar Lee Masters


 s i l e n c i o



He conocido el silencio de las estrellas y del mar,
Y el silencio de la ciudad cuando calla,
Y el silencio de un hombre y una mujer,
Y el silencio por el que la música sólo encuentra su palabra,
Y el silencio de los bosques antes de los vientos de la primavera,
Y el silencio de los enfermos
Cuando sus ojos vagan por la habitación.
Y pregunto: ¿Para qué cosas profundas sirve el lenguaje?
Una bestia del campo se queja unas pocas veces
Cuando la muerte se lleva a su cría.
Y nosotros nos quedamos mudos ante realidades de las que no podemos hablar.
Un chico curioso le pregunta a un soldado viejo sentado
frente a un almacén 
--¿Cómo perdiste la pierna?
Y el viejo soldado se queda sin palabras
o desvía el pensamiento
porque no puede concentrarlo en Gettysburg.
Y vuelve jocoso
Y le dice: Un oso me la comió.
Y el chico se maravilla, mientras el viejo soldado
Mudo, débil, sobrevive a
Los fogonazos de los revólveres, al trueno del cañón,
Los gritos de los asesinados,
 Y a él mismo tendido en el suelo,
Y a los cirujanos del hospital, los cuchillos,
Y a los largos días en cama.
Pero si pudiera describir todo esto
Sería un artista.
Pero si fuera un artista debería haber palabras más hondas
Que él no podría describir.
Está el silencio de un gran odio,
Y el silencio de un gran amor,
Y el silencio de una profunda paz interior,
Y el silencio de una amistad traicionada,
Está el silencio de una crisis espiritual,
A través del cual, el alma, exquisitamente torturada,
Llega a visiones que no pueden pronunciarse
En un reino de vida superior.
Y el silencio de los dioses que se entienden sin hablar,
Está el silencio de la derrota.
 

Está el silencio de los injustamente castigados;
Y el silencio de los agonizantes cuya mano
de pronto toca la nuestra.
Está el silencio entre el padre y el hijo,
Cuando el padre es incapaz de explicar su vida,
Y por eso mismo resulta incomprendido.
Hay el silencio que crece entre el marido y la mujer.
Hay el silencio de aquellos que fracasaron;
Y el vasto silencio que cubre
A las naciones quebradas y a los líderes vencidos.
Está el silencio de Lincoln,
Pensando en la pobreza de su juventud.
Y el silencio de Napoleón 
Después de Waterloo.
Y el silencio de Juana de Arco
Diciendo entre las llamas, "Jesús Bendito"...
Revelando en dos palabras toda la pena, toda la esperanza.
Y hay el silencio de la vejez,
tan lleno de sabiduría que la lengua no pronuncia
las palabras inteligibles para aquellos que no han vivido
La gran extensión de la vida.
Y está el silencio de los muertos.
Si nosotros, vivos,no podemos hablar de profundas experiencias,
¿Por qué asombrarse de que los muertos
no nos hablen de la muerte?
Su silencio será interpretado
Cuando nos acerquemos a ellos.

más epitafios en: http://es.scribd.com/doc/26718283/ANTOLOGIA-DE-SPOON-RIVER-SELECCION



domingo, 25 de noviembre de 2012

el metro - Seamus Heaney





Ahí estábamos corriendo por los túneles abovedados,
tú deprisa delante, con tu abrigo de estreno
y yo, yo entonces como un dios velocísimo ganándote
terreno antes de que te convirtieras en un junco

o alguna nueva flor blanca salpicada de rojo
mientras el abrigo batía salvajemente y botón tras botón
saltaban y caían, dejando un rastro
entre el metro y el Albert Hall.

De luna de miel, luneando, ya tarde para el Baile de Promoción,
nuestros ecos mueren en ese corredor y ahora
vengo como lo hizo Hansel sobre las piedras iluminadas por la luna
recorriendo el sendero de nuevo, recogiendo botones

para acabar en una estación con corrientes de aire y luz de lámparas
cuando los trenes ya se han ido, las vías húmedas
desnudas y tensas como yo, todo atención
por si tus pasos me siguen, pero antes muerto que mirar atrás.

Joan Margarit, poemas


a q u e l l  o s     t i e m p o s 
                                 Yo nací -perdonadme-, en la edad de la pérgola y el tenis. 
Jaime Gil de Biedma

Como todos los días, antes de que amanezca,
cojo el coche y me voy a nadar.
Está lloviendo y hace frío, avanzo
rodeado por la danza de otros faros
tras el velo de lluvia de las calles.

Llego al aparcamiento, entre las pistas
y la piscina, cuando ya amanece.
Bajo del coche y veo allá en el suelo
la pelota de tenis, recubierta
de suave lana y empapada de agua.
Una amarilla, enorme perla
sobre los adoquines que relucen,
duros y barnizados por la lluvia.

Me sorprende un recuerdo. Viene de los azules
cielos de una miseria grisácea y afectuosa,
sin pérgolas ni tenis. Qué alegría
si yo hubiese encontrado esta pelota,
tan suntuosa entonces para mí,
tan humillada ahora por la lluvia.

Mi soledad, lo mismo que la suya,
ha perdido hace tiempo su prestigio.
Veo en el suelo del aparcamiento
todo lo que he amado y no podré
salvar nunca del frío y de la lluvia.

n a v e g a n t e    s o l i t a r i o

Una noche sin luna para el hombre
que ha buscado la paz en el mar. 
La única luz es la del camarote,
y no hay nadie en cubierta. Abarloado
por estribor al pantalán, el yate
se balancea suavemente
en el agua de negro terciopelo,
como un caballo en una cuadra. 
El hombre no se duerme. Escucha los obenques
y los estays quejándose cuando el palo se inclina
con un siniestro chapoteo. 
La vida es como un mar, que lo acorrala
en puertos más lejanos cada vez.
Más insignificantes.
Y con frecuencia en ellos no hay más luz
que la de su velero. Esto es casa. 

f r a g m e n t o s

¿En qué oscuro lugar dentro de mí                          
levantan en silencio su vuelo dos urracas?
Íbamos en un coche, éramos jóvenes,
y al salir de una curva, allí estaban,
sobre el asfalto,
picoteando con furia a un perro muerto.
En el último instante y sin prisas,
echaron a volar con su elegante
plumaje blanco y negro.
Ninguno de los dos dijimos nada,
y tú, que conducías, hiciste un gesto de asco.

Nunca lo he olvidado. Si te miro,
todavía al fondo de tus ojos,
dos urracas levantan, con lentitud, el vuelo.
Amo lo que nos queda:
este vuelo nupcial y la carroña.

j ó v e n e s    e n    l a    n o c h e

No es de la historia mi nostalgia. 
Es de la geografía. De cómo era la noche
en la ciudad marítima que contemplábamos
desde aquel bar de Vallvidriera.
Tiempo para el dolor: el mismo
que para la alegría.
El que, como un torrente, 
deja paso a un tiempo de tristeza.
No hay ni un precipicio, ni un suspiro
al que yo no me hubiese podido anticipar. 

No es de la la historia mi nostalgia.
Es de la geografía. 
De cómo era la noche en una costa
sin casa alguna hasta lo lejos
donde se oía sólo la fuerza de las olas. 
El olor de la noche era el del mar,
y en las estrellas vimos un refugio
sin darnos cuenta de que contemplábamos
la negra grupa del caballo del tiempo.
No es de la historia mi nostalgia. 
Es de la geografía.

viernes, 23 de noviembre de 2012

(ATMósfera)

 ay de ti que ya no le cantas al agua
sino tan sólo a la sed.
(desconocido)

cuando todo es una vida que se tira desde el andén
y en el fondo eres tú, que te abalanzas a mis brazos
cuando son anclajes que se rompen, ceden, 
y en el fondo soy yo, que me rindo  y doblo mi espinazo
cuando en la tormenta yo no sé ver la luz
cuando amanezco llorada
y pernocta entre mis muslos el deseo
cuando me brota la vida
y la confundo con la condena de un reo.

si ya me sé tu sabor
por qué me suena todo a amenaza
si ya entiendo de tu dolor
cómo me atraviesan tus balas

despierto, arañada por el fado
me arrastro, como un amor decadente y destronado
con un éxodo de recuerdos
que me mecían en noches más que oscuras
que ya conozco hasta el hartazgo.
no pienso cerrar las puertas
cuando estalles desesperado
cuando el pulso embravecido y acelerado
te venza y te desmaye
aunque me ataquen por sotavento
el desasosiego y las ganas de maltratarme,
aguardaré inquebrantable
con cadencia de poema insano
ala rota y ocaso inesperado
de los rojizos, de los que sangran, duelen
cuando no esperaban ya de la vida demasiado
de los que hieren con sus heridas
de los que bailan moribundos y anestesiados
y se acercan al abismo y lo huelen entre sus brazos
lo acunan, lo aman, lo alborotan y lo alcanzan,
con gusto, con arrojo, con devoción de enamorado.
ahí el salto y la rabia
ahí el golpe al desencanto
cruzando los dedos
rezando a alguien que no existe
 
me acechas
te acecho
te desaprendo
me desaprendes 
por el goce de descubrirnos
siempre nuevos y apasionados.

jueves, 22 de noviembre de 2012

no estaba lejos, no era difícil - Joan Margarit

e  l    o  r  i  g  e  n    d  e    l  a    t  r  a  g  e  d  i  a 

Entre los mitos, Dios, el más brutal,                                       
no alcanza ni a salvarme de mí mismo
porque es sólo una calle sin salida:
atribuyéndole algún sentimiento
pierde el misterio, que es su única fuerza.
Me lo imagino como un cementerio
de coches, el de Dios. Armazones y restos
de piezas metafísicas dispersas.
Los mitos son la claridad
tras la cual encerramos todo lo que es oscuro.
Vienen de algún profundo error de la memoria.
Vivir, al cabo, es buscar consuelo.
Buscarlo en el dolor de las palabras.
En la gris melodía de la lluvia.
En ese tedio militar del viento.
En el de ayer, un cielo sin oxígeno.
No estaba mejos, no era difícil. No era más
que este poema épico si épica.
Nietzsche se equivocó: somos más fuertes
cuanto más débiles son los mitos.

l  a     h  o  r  a      m  á  s      g  r  a  v  e

En la ventana está la estrella
del alba, fija y reluciente,
sola en el cielo negro. 
El bar de abajo aún no ha abierto,
tan sólo se oye el dócil rumor del oleaje,
y ese tímido y triste canto del primer pájaro.

Me he quedado solo, como aquellos
que no han amado nunca sus errores.
De los de juventud el mayor fue ignorar
que pronto llegarían
unas crueldades que desconocíamos.
Es de esto de lo que hablan, con lentitud las olas.
Se oye un tren que pasa por el puente metálico
que, sobre los tejados, cruza el pueblo.
Es un grito de amor desesperado.
Una triste ternura que se va.




u  n    l  u  g  a  r



No estaba lejos, no era difícil.                                     
Lo único lejano y difícil es la costa
que dejo atrás y nunca más veré.
Un desastre inocente está en silencio
dentro del mito de un pasado inútil.
Que es brutalmente inútil.
Tanto, que es falso. Brutalmente falso.

Este que hoy me rodea es un lugar
de mar adentro.
Un lugar triste, pero de verdad.
Hasta aquí un leve viento se abre paso
desde el ayer y trae aquel bellísimo
Ploreu, ploreu que, com el mar, resuena
en el "Cant del Retorn". Estamos perdidos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

aullido - Allen Ginsberg


" He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.
Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo El y vieron ángeles Mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados.
Quienes pasaron por las universidades con ojos radiantes y frescos alucinando con Arkansas y la tragedia luminosa de Blake entre los estudiantes de la guerra.
Quienes fueron expulsados de las academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo.
Quienes se encogieron sin afeitar y en ropa interior, quemando su dinero en papeleras y escuchando el Terror a través de las paredes.
Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un cinturón de marihuana para New York.
Quienes comieron fuego en hoteles coloreados o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pesadillas despiertas, alcohol y verga y bolas infinitas, ceguera incomparable; calles de nubes vibrantes y relámpagos en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todas las palabras inmóviles del Tiempo, sólidos peyotes de los vestíbulos, amaneceres en el cementerio del árbol verde, ebriedad del vino en los tejados, puestos municipales el neón estridente luces del tráfico parpadeantes, vibraciones del sol, la luna y los árboles en los bulliciosos crepúsculos de invierno de Brooklyn, estrepitosos tarros de basura y una regia clase de iluminación de la mente.
Quienes se encadenaron a sí mismos a los subterráneos para el viaje infinito desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de las ruedas y niños empujándolos hacia salidas exploradas estremecidas y desiertos golpeados de cerebros absolutamente secos de esplendor en la melancólica luz del Zoo.
Quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Bickford's emergidos y sentados junto a la añeja cerveza después del mediodía en el desolado Fugazzi's, escuchando el crujido del destino en la caja de música de hidrógeno.
Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra a Bellevue al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores platónicos bajando de espaldas las escaleras de escape de los alfeizares del Empire State lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando, susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en la bola del ojo y traumas de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros disgregados en amnesia por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la Sinagoga arrojada al pavimento.
Quienes se desvanecieron en ninguna parte de Zen New Jersey dejando un reguero de ambiguas postales ilustradas de Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y artritis Tangerianas y jaquecas de China bajo la basura en las salas sin muebles de Newark.
Quienes dieron vueltas y vueltas en la medianoche por el patio de trenes preguntándose adónde ir, y fueron, sin dejar corazones rotos.
Quienes prendieron cigarrillos en vagones traqueteando por la nieve hacia granjas solitarias en la noche del abuelo.
Quienes estudiaron a Plotino, Poe, San Juan de La Cruz, telepatía y cábala debido a que el cosmos instintivamente vibraba en sus pies en Kansas.
Quienes solos por las calles de Idaho buscaban ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios.
Quienes pensaban que sólo estaban locos cuando Baltimore destellaba en éxtasis sobrenatural.
Quienes saltaron a limusinas con el Chinaman de Oklahoma impulsados por la lluvia de los pequeños pueblos a la luz callejera de la medianoche del invierno.
Quienes haraganeaban hambrientos y solos por Houston buscando jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la eternidad, una tarea sin esperanza, y tomaron un barco para África.
Quienes desaparecieron en los volcanes de México dejando tras suyo nada excepto la sombra del estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en Chicago.
Quienes reaparecieron en la Costa Oeste investigando el F.B.I. en barbas y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas atractivos en su oscura piel entregando incomprensibles folletos.
Quienes se quemaron sus brazos con cigarros encendidos protestando contra la bruma narcótica del tabaco del Capitalismo.
Quienes distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desvistiéndose mientras las sirenas de Los Alamos los deprimían, y se deprimía Wall, y el ferry de Staten Islan también se deprimía.
Quienes rompieron a llorar en blancos gimnasios desnudos y temblorosos frente a la maquinaria de otros esqueletos.
Quienes mordieron detectives en el cuello y chillaron con placer en autos policiales por no cometer un crimen salvo su propia pederastia salvaje y su intoxicación.
Quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrastrados por el techo ondeando sus genitales y manuscritos.
Quienes permitieron ser penetrados por el ano por virtuosos motociclistas, y gritaron con alegría.
Quienes chuparon y fueron chupados por aquellos serafines humanos, los marineros, caricias del amor Atlántico y Caribeño.
Quienes eyacularon en la mañana en la tarde en jardines de rosas y en el pasto de parques públicos y cementerios esparciendo su semen libremente a quienquiera que llegara.
Quienes hiparon sin cesar tratando de reír pero se torcían de llanto detrás de un cubículo de un Baño Turco cuando el ángel rubio y desnudo venía a atravesarlos con una espada.
Quienes perdieron a sus amantes por las tres viejas musarañas del destino, la musaraña tuerta del dólar heterosexual, la musaraña tuerta que hace guiños fuera del útero y la musaraña tuerta que no hace nada sino sentarse en su trasero y corta las hebras doradas intelectuales del vislumbre del artesano.
Quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza, un novio, un paquete de cigarrillos, una vela y se cayeron de la cama, y continuaron en el suelo y por los pasillos y terminaron desmayándose en la pared con una visión del último coño y llegaron a eludir el último atisbo de conciencia.
Quienes endulzaron las conchitas de un millón de chicas temblorosas en el ocaso, y tenían los ojos rojos en la mañana pero preparados para endulzar las conchitas del sol naciente, destellantes traseros bajo los establos y desnudos en el lago.
(...)
Rocky Mount para ofrecer Buddha o Tánger a los muchachos al Southern Pacific a la locomotora negra o a Harvard a Narciso a Woodland para la sepultura o daisychain.
Quienes exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron dejados con su locura y sus manos y un jurado colgado.
Quienes arrojaron papas saladas a los conferencistas de Dadaismo en CCNY y subsecuentemente se presentaron ellos mismos en las baldosas de granito del manicomio con cabezas rapadas y un discurso arlequinesco de suicidio, demandando una lobotomía instantánea, y quienes a su vez se entregaron a la nulidad concreta de la insulina, Metrazol, electricidad, hidroterapia, psicoterapia, terapia ocupacional, ping pong y amnesia.
Quienes en protesta seria dieron vuelta sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia, volviendo años después verdaderamente calvos excepto por una peluca de sangre, y lágrimas y dedos, a la visible fatalidad del hombre loco de los pupilos de los pueblos locos del Este, salas fétidas de Pilgrim State's Rockland's y Greystone discutiendo con los ecos del alma, pegando y rodando en la soledad-banca-dolmen-reinos del amor de medianoche, sueños de vida en una pesadilla cuerpos convertidos en roca tan pesados como la luna, con la madre finalmente, y el último libro fantástico arrojado por las ventanas del departamento, y la última puerta cerrada a las 4 A.M. y el último teléfono pegado a la pared sonando y la última pieza amueblada, un papel rosa amarillo torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un poco de esperanzadora alucinación ah, Carl, mientras no estés seguro yo no estoy seguro, y ahora tú estás realmente en la sopa animal total del tiempo y quienes por lo tanto corrieron a través de las calles congeladas obsesionados con un repentino destello de la alquimia del uso de la elipse el catálogo el metro y el plano vibrante.
Quienes soñaron y encarnaron brechas en el Tiempo y Espacio a través de imágenes yuxtapuestas, y atraparon al arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y establecieron el nombre y rasgos de la conciencia al mismo tiempo saltando con sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y ponerse frente a ti estupefacto e inteligente y sacudirse con vergüenza, rechazando incluso revelar el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda y eterna cabeza, el vagabundo loco y el golpe del ángel del Tiempo, desconocido, incluso poniendo aquí lo que podría dejar de ser dicho en tiempo de volver después de la muerte, y surgieron reencarnados en los trajes fantasmales del jazz en la sombra del corno dorado de la banda y exhalar el sufrimiento de la mente desnuda de América para amar en un eli eli lamma lamma sabacthani saxofón que llora estremeciendo las ciudades bajo la última radio con el corazón absoluto del poema de la vida descarnada de sus propios cuerpos buenos para comer mil años. "

martes, 20 de noviembre de 2012

en silencio, tus caricias


yo no sabía que existías
no intuía que quebrarías mis escolleras con tu oleaje lírico
alevoso, inesperado y dulce
atrápame en el filo de tu indomable deseo
reténme en el borde de tu sucia inconstancia
justo cuando dudas
justo cuando me das la espalda

seca el llanto y repara
la áspera tristeza, el desespero y las viejas llagas
cuando todo en mí son calles agrietadas
mujeres desorientadas
y vacío en las plazas.

que si la vida amenaza con desfigurarnos
que si la vida es un incendio
yo respondo con la calma del vencido
que todo lo sabe, aunque tarde,
aunque acabado, aunque moribundo y penitente,
con el estertor del que ya se marcha
ahí el último resquicio,
ahí la escena que nadie esperaba,
ahí las lenguas desbocadas
ahí el hacha del verdugo
ahí la sirena
que siempre aguarda

y mi alma varada
que aprende, se arrastra, gime
y huye hacia ti
donde todo pierde su nombre

voy a repasar en silencio tus caricias
cállate, no digas nada.

lunes, 19 de noviembre de 2012

cada poema - Álvaro Mutis


Cada poema es un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mástiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el regir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario de poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Raymond Chandler - Joan Margarit


Cada uno es una novela negra.
El dolor es el crimen y, amar a una mujer,
el detective duro y honrado del relato.
Dormirse fatigado, oyendo a alguien que llora,
necesitar dinero, quedarse sin trabajo,
es la comisaría donde nos interrogan
tan sólo acerca de la soledad.
Y nadie es inocente: tras la puerta
de los ojos se juega hasta la madrugada.
Un amor fracasado es volver a un barrio pobre
y dormir solo en un hotel por horas.
Los recuerdos son huellas digitales
en el lugar del crimen, pruebas falsas,
montajes de corruptos policías.
Somos calles ocultas por la niebla,
escenarios de un thriller.

viernes, 16 de noviembre de 2012

la mística de la distancia y el abandono ////in case of emergency break glass////



estoy vertebrando este sentimiento
armando un paisaje de piel y atardecer
y pienso:
todas las hembras llevan una Frida Kahlo dentro
dañada
rota
puzzle
aprendiendo eternamente a caminar.

(deshaciéndome en matrioskas infinitas hasta desaparecer/desaparecerte)

puedo llenar de señales mi cuerpo
con faros y ansiedad fenicia
con olor de hogar
con trampas dulces
estrategia que marque el sudor
ser bodega de tus licores
refugio de tus infiernos
señuelo, hembra, verdad.
deshacer la estepa de tus venas
madriguera india que devorar
mientras renazco en tus orillas y me trago todo todo todo tu mar

ser la mujer que desdibuja sus propias sonrisas
emborronando el momento
y merodeando tu ausencia a su pesar 
con felina nostalgia, 
asumir que tú seas mi catarsis,
la hecatombe de mi entereza

y encontrarme bien así
entrenando el fracaso,
libando de mi debilidad,

empapada en mis propios miedos
recomendándote mis suburbios
alimentar nuestra letal y dichosa oscuridad

a tientas en la carne
llorándonos a gritos  
nos vamos a despedazar
(pero con tanto amor)

miércoles, 14 de noviembre de 2012

falsas ruinas románticas























lo intocable no existe más allá de los sueños

cuando todo es un desprenderse de algo que no tuviste
sólo lo que atrapaste entre tus brazos
palpitante
como un nacimiento
de vida, calor y llanto
te salpica de alegría en la oscuridad de la tarde
y será ese momento del que abusarás en los talleres de alma
que tanto saben de remendarte la pena y de enderezarte la espalda.
como dioses y reyes del quebranto
nos acogemos a sagrado
retocamos la foto, alargamos los besos que fueron cortos,
y lo llenamos todo de falsas ruinas románticas
que justifican con maestría
el canto fúnebre de estas aves que juramos fuimos
pero ya no somos.
 

Qué espero aún de la espiral del tiempo... Julio Llamazares




¿Qué espero aún de la espiral del tiempo, de esos cuernos epílogos
que suenan en los bosques?

¿Quién atardece junto a mi corazón helado?

Por el paisaje gris de mi memoria, cruzan arrieros sin retorno, pastores y alfareros
olvidados, bardos ahogados en el miedo lacustre de sus propias leyendas.

Solo estoy, en esta noche última, coronado de cierzo y flores muertas.

Solo estoy, en esta noche última, como un toro de nieve que brama a las estrellas.