malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

martes, 31 de marzo de 2015

fuera de los mapas


























Joe Strummer besando a Gaby, 1981



Aún no sabía que era posible ponerle letra al daño, acotarlo en la estructura de la página vacía. No sabía que desbrozaría el corazón inútilmente, sin entenderlo bosque que acabará incendiado. Ni que haría del acercamiento un ritual sin pánico. Que inventaría pinceles para mis tardes. Que aguardaría la alucinación del lenguaje sin prisas pero sin descanso. Que el cuerpo tendría otras hambres y que la libertad sería el mejor de los escenarios. Que le pondría sangre y azúcar a los recuerdos para no odiarme demasiado. Que sería capaz de naufragar en ciudades lejanas, con los labios despintándose en otras bocas. Que cargaría con el ayer como un ancla, y fondearía en mi cuerpo, en tu cuerpo, lugares salobres donde los haya. Que crecería odiando los domingos por la noche. Que habitaría el aguacero/llanto. 
No sabía que aprendería a contemplar mis venas nerviosas, mis lunares, inundando mi piel, ni que la habitación sería dulce campo de batalla. Que me dirigiría a la fiebre herida de inviernos, con el ansia como quemadura, dopada de ilusión aún con las redes rotas. Que la piel sería sedal para otras pieles. Que me tricotaría a tus huellas, tan culpable. Que fabricaría noches artificiales buscando hoteles sin ventanas. Que acercaría a mis animales a la hoja en blanco, y fabricaría de mi pulso palabras con las que hervir la imagen en mi memoria. Que sería capaz de penetrar el duelo y trocear paraísos para sanar horizontes rojos. Que aprendería los vientos y me afectaría la tramontana. 
Aliviaría la carga en cada verbo. Me derramaría en tintas, pestañeos y pronósticos equivocados. Para no ser de este mundo. 
Que me perdería en la arquitectura de un abrazo. Demorada y silente. Que aprendería a olfatear tus coordenadas. Que nos asomaríamos el uno en el otro sin arneses. Que labraría mis campos para abonarlos con penas sicilianas y fados portugueses. 
Que construiría un promontorio de palabras desde el que arrojarme dentro de mí misma. Que sanaría vacíos y abriría cicatrices, curiosa e hipnotizada por el propio placer de saberme entera tras los accidentes del órgano que late. Que sería lastimada y dichosa en determinados momentos. Que reescribiría heridas y sus límites y hablaría de los sexos y su resina, y del salitre de la piel y sus esquinas estremecidas. Que perpetraría veranos eternos en mis calas y orillas de carne. Que sería equilibrista en el desorden. Que caería en lo indescifrable de la sed, fanática de la hondura del momento imparable.
No sabía que te encontraría fuera de los mapas.


jueves, 19 de marzo de 2015

Que salga el indio entre las piedras - Mario Meléndez





Que salga el Guayasamín que cada uno tenemos
que salga el indio entre las piedras, médula a médula
el gran precipicio que somos, la gran llaga ecuatoriana
y lo que cae del ojo al cielo, y lo que arruga el aire
y lo que sale de nosotros mismos como una rosa deforme
y lo que araña más adentro que salga
que salga el trueno, la bocanada, el relámpago
la hebra furiosa y tuerta que mira sangrar el alma
y aquí, en esta jaula ardiente que es América de luto
están pendientes los nombres de aquellas manos clavadas
de aquellos pies desahuciados, de aquellos huesos de humo
de aquel sueño arrojado al gran ataúd del miedo
o simplemente del árbol con sus ramas infinitamente secas
Porque no estamos muertos, no estamos
y hay uno que ahora brinca por encima de los sables
y hay uno que bebe fuego y lleva alas de ceniza
y hay uno que agrieta el río con su cráneo universal
y hay uno que dice yo, yo soy el indio entre las piedras
y todo el horror humano se me apaga en el cuerpo
y tengo lágrimas y penas
y el corazón como una luna borracha
y el esqueleto dormido, y la mandíbula tiesa
y a mi oído brama el perro de las noches podridas
y a mi boca rueda el beso de la angustia que mata
Y yo pinto, yo pinto con mi voz y con mis uñas repletas
yo pinto con mi oxígeno la cicatriz del viento
raspo la puñalada maldita de los siglos
me sumerjo en el ácido mortal de las pupilas andinas
desnudo el recuerdo de la calavera sombría
y en mí sobreviven las tripas cortadas de cuajo
y cada grito soy yo, cada mejilla nacida del grito
cada suspiro fatal y su patria de aguja
cada mujer, cada hombre
cada animal volteado en la vértebra dramática
todos y cada uno de ellos
y en todas partes la vida como un sol amargo
y yo, hinchado de colores
cierro las alas y duermo sobre la tristeza


martes, 10 de marzo de 2015

La fenicia de los engranajes y el alma descompuesta




















foto: Anais G.C.



Ven, siéntate junto a mí, quiero mostrarte mis engranajes. Quiero hablarte de ellos calma y prudente, con la calma y la prudencia que traen en algún hueco las hembras de ovarios repletos de melancolía. Las de las alas de cóndor que sólo sirven para barrer la tierra. Quiero hacer de la convulsión de mi cuerpo tu recreo. Pero no ahuyentarte con el lenguaje taquicárdico que me invade de vez en cuando, en acto de ventriloquia salvaje cuando quiero/pretendo arreglar mi vida a martillazos. No quiero darte noches con olor a hospital, vendrán solas. Sí curvas cerradas entre mis piernas de las que acaben con tu vida una y otra vez, una y otra vez. Quiero llenar de árboles nuestros jardines para que entren las ramas por nuestras ventanas y ahorquemos en ellas los momentos feos y la metástasis del conocerse demasiado. Quiero domesticar de vez en cuando a la rutina y su efecto, dejarla entrar como una marea que igual que sube habrá de bajar. Que me moje los pies pero nunca los ojos. Ya porto mi sal en el piso de arriba. Ya fabrico mi propio e incunable desamparo. Y sé vaciar la habitación y sé dejarme sola en mitad de la gente. Sé inundarme con lo bueno y lo nefasto. Hasta arriba. Encharcar la mente de pequeñas y salvajes rabias que vienen con espuelas y dientes. Soy mi efecto depresor. Soy mi trinchera y enemiga. Guardo un acero en el estómago y sé donde dolerme y a qué temperatura. Me vuelvo tibia de repente. Gris y apenas estremecida, me brindo oceánicas tristezas a todas horas. Entro en bucle. Pero acabo levantándome de nuevo a la siete y veinte. Será magia. 


sábado, 7 de marzo de 2015

Clarice Lispector

 



Dame tu mano

Dame tu mano:
Voy a contarte ahora
cómo he entrado en lo inexpresivo
que siempre ha sido mi búsqueda ciega y secreta.
De cómo he entrado
en aquello que existe entre el número uno y el número dos,
de cómo he visto la línea de misterio y fuego,
y que es línea subrepticia.

Entre dos notas de música existe una nota,
entre dos hechos existe un hecho,
entre dos granos de arena por más juntos que estén
existe un intervalo de espacio,
existe un sentir que es entre el sentir
—en los intersticios de la materia primordial
está la línea de misterio y fuego
que es la respiración del mundo,
y la respiración continua del mundo
es aquello que oímos
y llamamos silencio.


El amor es rojo, los celos son verdes, mi ojos son verdes..

Más allá de la oreja existe un sonido, en el extremo de la mirada un aspecto, en las puntas de los dedos un objeto: es allí adonde voy. En la punta del lápiz el trazo. Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí adonde voy. En la punta del pie el salto. Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí adonde voy.

¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Yo os espero. Es allí adonde voy. En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra “tertulia”, y no sé dónde ni cuándo. Al borde de la tertulia está la familia. Al borde de la familia estoy yo. A la orilla de mí estoy yo. Es hacia mí adonde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad adonde voy. Mientras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después todo es real. Y el alma libre busca un rincón para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé sobre qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con amor mi nombre. Es hacia mi pobre nombre adonde voy. Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa. En el extremo de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? ¿Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo.

Yo a la orilla del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto. Oh, perro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente.


¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.






jueves, 5 de marzo de 2015

corromperme contigo, deshabitar la escafandra
























Subir y bajar como una palangana de agua sucia en un burdel,
lo llaman ciclotimia. 
R. Wolfe



Me enseñas a medirme con la boca la distancia del labio al vientre
hasta aprenderme por dentro.
Me muestras cómo se desata la profundidad del instante,
dejar que se abra como un trozo de tierra seca
y hurgar en nuestros futuros con precisión suicida.

Me acercas a mi propio cuerpo
como a un chelo al que rasgar cada cuerda
notas como aullidos
desde el núcleo,
dilatar nuestras líneas con cualquier excusa.

Y hacer
del cuerpo, instrumento que ladra,
que se vierte,
que escuece en caídas,
serpentea, se derrota.

Del cuerpo, herramienta,
patchwork perverso de heridas, palabras, desiertos y atentados.

Me inventas espartana, descalza en la noche eléctrica.
de pecho inflamado en suspiros.
Sola, en mitad de una casa que se agranda por momentos.
Sola, en un campo de batalla tras la lucha
tras el eclipse de la cordura
tras la catarata de amor

A veces el derrumbe es delicioso
si las paredes estaban dentro.

Deshabitaré la escafandra
y exaltaré ahora el paisaje del abandono,
te haré inventario con mi innegable creencia en los pedazos.
Propios y ajenos.
Tuyos, míos.
Amalgama de los restos del naufragio que nos decorarán las orillas
y llamaré a las cosas por primera vez.

mientras huimos de la atrocidad de haber nacido y no sentirnos vivos.