malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

miércoles, 31 de octubre de 2012

Tentativa de celos - Marina Tsvietáieva

Death Valley, Neil Krug
¿Cómo te va la vida con otra?
Más fácil, ¿verdad? Golpe de remo.
¿Cuándo -¿pronto?-
por un puente seguro
se alejó de ti el recuerdo

de mí, una isla que flota?
(En el cielo, no en el agua.)
Almas. No amantes,
sino hermanas son nuestras almas.

¿Cómo te va junto a una simple mujer?
¿Sin divinidad alguna?
Tras haber derrocado a tu reina
(tú mismo privado del trono),

¿cómo vives?, ¿te preocupas?,
¿te enfadas? ¿Cómo estás al levantarte?
Con ésa que te ha atado al cuello
su tributo inmortal, el tedio, ¿cómo te va,
pobrecito mío?

«-Estoy harto de convulsiones, de dolor:
voy a agenciarme un hogar.»
¿Cómo te va con cualquiera,
a ti, que fuiste elegido por mí?

¿Es la comida más comestible?
y si te cansa, mala suerte.
¿Cómo puedes vivir con un idolillo,
tú, digno antes del Sinaí?

¿Cómo vives con ésa, tan distinta a nosotros?
¿Una extranjera, costilla de tu pecho?
¿La vergüenza, ese azote de Zeus,
aún no te ha herido la frente?

¿Cómo te va la vida? ¿Estás sano?
Y las musas, ¿te llaman aún a veces?
Y la dicha, ¿se hace ver? ¿Alguna vez?
¿Y esa llaga inmortal -la conciencia-
qué, mi pobre?

¿Cómo vives con un producto
del mercado? ¿Pesa mucho?
Tras el mármol de Carrara,
¿cómo te va con una prótesis de yeso?

Del mismo bloque tallamos a Dios,
para romperlo acto seguido.
¿Va bien una cienmilésima,
para ti, que conociste a Lilit?

¿Estás ya harto de esa mercadería novedosa?
Cansado de mi magia,
¿cómo te va con una mujer terrestre
que carece de sextos sentidos?

Venga, con franqueza, ¿sois felices? ¿No?
¿Cómo se vive en un abismo
sin profundidad amor mío?
Cuesta, ¿verdad?
¿Te cuesta tanto como a mí con otro?



sin intoxicarla

pregúntale al diablo
si te queda algo
por empeñar

y si es así
dame una noche
una sola noche

sin intoxicarla

quebrémonos
salvémonos

y mi ropa yacerá
como un animal somnoliento
a los pies de tu cama

sabes que eres como el viento
golpeando en la ventana
de mi deseo

sabes que eres el dios salvaje
que reina
en mi alma

sé de tus amaneceres
sé de tus oscuridades

comparto ese lenguaje
del silencio
que pocos entienden

arranco la maleza
de tus senderos ocultos
y puedo darte luz,
aire y 21 grados

saca lo mejor de ti
saca lo peor de ti

y si pretendo escapar
muérdeme los tobillos

tú puedes

Märta Tikkanen (Finlandia, 1935)


Para mí

el amor no puede ser nunca
dos que se quedan acurrucados
en un rincón
mientras la vida pasa de largo rugiendo

Para mí
el amor tiene que ser siempre
muchos que luchan hombro con hombro
-tú también, yo también-
ahí fuera en mitad de todo
en plena vida



martes, 30 de octubre de 2012

Discurso en la oficina de objetos perdidos - Wislawa Szymborska


Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,
también muchos dioses camino de este a oeste.
Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.
Una isla, otra se me perdió en el mar.
Ni siquiera sé dónde dejé mis garras,
quién anda con mi piel, quién habita mi caparazón.
Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,
y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.
He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,
dejado mis sentidos muchas, muchas veces.
Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,
chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.
Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.
Me sorprendo de cuán poco queda de mí:
un ser individual, por el momento del género humano,
que ayer simplemente perdió un paraguas en un tranvía.

Julio Cortázar


A una mujer

No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.

Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.

¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.

 

Canada dry

Sé que me acordaré de un cielo raso
donde las manchas de humedad eran un gato, un número, una mano cortada.

Sé que me acordaré del ruido
de un water en alguna habitación lejana del hotel,
su triste catarata de bolsillo, su inevitable recurrencia.

Chaçun ses madeleines, chaçun ses Albertines

Serás por siempre imán de imágenes,
las más turbias y vanas me traerás con el gesto
que en la caliente oscuridad del cuarto
era encender los cigarrillos del hartazgo,
ver asomar nuestros desnudos cuerpos flanco a flanco,
Las más pequeñas turbias cosas,
una uña lastimada que te dolía tanto, el triste
rito de ir a lavarte y regresar, las servidumbres.

Tan sólo compartimos los bares y las calles
antes de amarnos contra tres espejos:
¿qué más podría darme tu recuerdo?

Pero yo sé guardar y usar lo triste y lo barato
en el mismo bolsillo donde llevo esta vida
que ilustrará las biografías. Ve, pequeño fantasma,
el baño está ahí al lado,
yo fumaré esperándote
empezaremos otra vez. El cielo raso
dibuja un gato, un número, una mano cortada.


 

anclar el temblor




























Si no podemos traficar con caricias profundas
por lo menos déjate en mí algo olvidado,
algo con lo que invocarte,
algo para el abuso
cuando me faltes irremediablemente demasiado,
cuando me sienta pequeña, sucia y devorada
por las luces que siempre se quedan fuera de mi cuarto.

Pero no arribes a mí como un bardo, 
contándome mi propia historia,
que esto no existe, 
que es mi Macondo privado,
como si yo ajena a todo
no fuera capaz de lo mejor y lo peor. 

Te pido que me dejes anclar tu temblor en mi cabeza,
para hacer de ello un eco perpetuo
a través de cual zafarme de la mediocridad que me envuelve
y que me sostiene, pinza y arrastra a
la gangrena de la fatiga.

Y es que no me canso, como perra, de rogarte
que te acerques y que te rompas,
que saques ya tu bestiario de corazones/sueños abandonados,
y te reconozcas, 
por y para siempre,
en el fango 
y en la desidia 
que te viene desfigurando,
así poco a poco,
como un espejo cruel
que te saca los golpes y las aristas
que vas acumulando.
Cuando te sientas pequeño y devorado.

Tropa esquizofrénica de caballos perdedores somos,
de los que amarran quimeras a la pata de la cama
de los que enceran barras de bar con sus palabras lloradas
enderezando sus vidas tres cuartos de hora
en cantos heroicos de madrugada,
prometida tabula rasa para el redentor,
hasta que llega el engrudo de la realidad
y retornamos a la condición de rehenes,
donde el dolor de la vida sea fácil de confundir con una simple resaca

De los que lo saben todo del amor zigzagueante,
de las eses ebrias del mentirse a uno mismo 
pero que siguen atravesando los años
como si fueran ríos de miseria que han de llevar a alguna parte.
Con los corazones ahí
como un cuenco, 
como la gorra de pobre,
aguardando llenos de desesperanza trenes en mitad del mar
con la ansiedad masturbatoria del que huye dentro su propia carne.









lunes, 29 de octubre de 2012

y no me sueltes la mano

Escucha, dime, siempre fue de este modo, 
algo falta y hay que ponerle nombre..
Blanca Andreu
























sabes que te acarician paisajes que sólo alcanzas con la mirada, 
y que hay muchos modos de caer en el mismo suelo
pero aquí está
este sentimiento invencible me está infectando
a mí se me perlan los ojos y a ti te sudan las manos
se abre paso, con un arraigo galopante
y amenaza con empantanarlo todo de días de fiesta 
y picnics en nuestra piel

nuestros pasados, aunque inertes,
no son una escultura realista,
son maleables, son lo que queremos que sea.
inventemos pues.

que si el hartazgo de soñar como recurso poético al vacío
ya nos ha acompañado en demasiados trayectos a ninguna parte,
será porque casi no sentimos la rabia
será porque casi se nos ha curado la vida
y morirse de amor es muestra de buena educación
                                                                                                no, no duermo todavía,
                                                                                                aún respiro
arráncame esta ira domeñada desde la infancia
y no me sueltes la mano



domingo, 28 de octubre de 2012

Francisco Umbral

 

Parece que el hombre se viene drogando, de una forma u otra, desde la prehistoria, y que también los animales se drogan o estimulan a su manera. Schiller olía manzanas para flipar, Stendhal leía unos párrafos del Código Civil, Artaud tomaba peyote y se rascaba con un puñalito una herida del cráneo, Balzac bebía café continuamente, Baudelaire hizo de las drogas su segunda profesión, o quizá la primera. Verlaine le pegaba al ajenjo, Dylan Thomas a la cerveza, William Burroughs a todo, Cocteau al opio, Poe al alcohol, Plá al picón, Tennessee Williams al martini con seconal, Capote a la vodka, los antiguos a la mandrágora, como excitante sexual, Rubén Darío a los alcoholes apollinerianos, Michaux a las drogas que transforman el sueño, y en este plan. Sólo que la droga, la que sea, pone al genio o al creador a la altura, de sí mismo, le salva de la condición mediocre de los días, en tanto que, para el resto de los consumidores, cualquier droga no es sino pasivizante, evasiva, desestructurante de la personalidad. Hay quien se droga para huir -del vino al LSD- y quien se droga para crear. En este último caso podríamos hablar de la droga como cultura (y de la cultura como droga). El señorito español, tradicionalmente, se desvirgaba con una botella entera de coñac. Hoy lo hace con una sobredosis de material. Pero sigue siendo un señorito bebido o drogado. Nuestra literatura ha sido una literatura de café con leche. El cuerpo suministra sus propios venenos y sus propias drogas al cerebro, mas tendríamos que hacer nuestra la frase del Claudio de Robert Graves: -Dejemos que nos invadan todos los venenos que acechan en el fango.

sábado, 27 de octubre de 2012

lo siento, no llueve




Requiero de los grises y de los cielos bajos que casi toco con los dedos. Factor meteorológico y malabares de tres bolas: pena, pasión y desaliento. Puedo usar a mi hombre como una epifanía nocturna pero al final sólo le regalo requiebros y me ofrezco como tributo para su denostada violencia, en cuartuchos con luz de celda y frentes abiertos. Te prometo que traigo la materia aprendida y aprehendida desde mi más adentro, es sólo que a veces la gata ruge o simplemente ronronea, pero nunca miento. Parezco un lugar seguro cuando me pierdo en el crepúsculo. Cuando hablo del desamor soy una amante impertinente, la rabia se acuesta conmigo pero siempre delante de otra gente. 
Rezo por el suicidio del mercurio. Por la lírica teñida de rojo-burdel. Por las trampas y los tramposos. Por seguir encriptada largo tiempo, y que no me aprendan nunca. Sueño ser emboscada eterna, epilepsia dulce e isla en tu naufragio. El cuerpo al que le tienes querencia, el puerto de tu desembarco.
Si no voy en vuelo raso, todo son noches de vino blanco, lo siento. Una copia defectuosa de mi mejor momento, si lo hubo, claro. Trémula y mermada soy el mejor de los tangos. Pero qué pena que me confundas con un aparato eléctrico que busca toma de corriente para ser útil, cuando a veces yo no quiero ser nada ni nadie, cuando no voy armada de mí misma, ni disparo. Cuando creo que también hay noche en las estrellas; cuando pretendo sonreír y sólo escupo letras románticamente mediocres, de esas inofensivas que venden en todas las tiendas. 
Y ahí está, yo misma me impaciento y me pongo a sufrir aunque no llueva y me busco en el desencanto..y te juro que me encuentro.    

viernes, 26 de octubre de 2012

el mundo alucinante - Reynaldo Arenas


El verano. Los pájaros derretidos en pleno vuelo, caen, como plomo hirviente, sobre las cabezas de los arriesgados transeúntes, matándolos al momento.

El verano. La isla, como un pez de metal alargado, centellea y lanza destellos y vapores ígneos que fulminan.

El verano. El mar ha comenzado a evaporarse, y una nube azulosa y candente cubre toda la ciudad.

El verano. La gente, dando voces estentóreas, corre hasta la laguna central, zambulléndose entre sus aguas caldeadas y empastándose con fango toda la piel, para que no se le desprenda el cuerpo.

El verano. Las mujeres, en el centro de la calle, empiezan a desnudarse, y echan a correr sobre los adoquines que sueltan chispas y espejean.

El verano. Yo, dentro del morro, brinco de un lado a otro. Me asomo entre la reja y miro al puerto hirviendo. Y me pongo a gritar que me lancen de cabeza al mar.

El verano. La fiebre del calor ha puesto de mala sangre a los carceleros que, molestos por mis gritos, entran a mi celda y me muelen a golpes. Pido a Dios que me conceda una prueba de su existencia mandándome la muerte. Pero dudo que me oiga. De estar Dios aquí se hubiera vuelto loco.

El verano. Las paredes de mi celda van cambiando de color, y de rosado pasan a rojo, y de rojo al rojo vino, y de rojo vino a negro brillante... el suelo empieza también a brillar como un espejo, y del techo se desprenden las primeras chispas. Solo dándole brincos me puedo sostener, pero en cuanto vuelvo a apoyar los pies siento que se me achicharran. Doy brincos. Doy brincos. Doy brincos.

El verano. Al fin el calor derrite los barrotes de mi celda, y salgo de este horno al rojo, dejando parte de mi cuerpo chamuscado entre los bordes de la ventana, donde el aceite derretido aun reverbera.

jueves, 25 de octubre de 2012

Manuel del Cabral


l  a    c  a  r  g  a 

Mi cuerpo estaba allí...nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir...le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.

e  l     m  u  e  b  l  e
 
Por escupir secretos en tu vientre, 
por el notario 
que juntó nuestros besos con un lápiz, 
por los paisajes que quedaron presos 
en nuestra almohada a trinos desplumados, 
por la pantera aún que hay en un dedo, 
por tu lengua 
que de pronto desprecia superficies, 
por las vueltas al mundo sin orillas 
en tu ola con náufragos: tu vientre; 
y por el lujo que se dan tus senos 
de que los limpie un perro que te lame, 
un ángel que te ladra si te vistes, 
cuatro patas que piensan cuando celan; 
todo esto me cuesta solamente tu cuerpo, 
un volumen insólito de sueldos regateados, 
un ponerme a coser silencios rotos, 
un ponerme por dentro detectives, 
cuidarme en las esquinas de tu origen, 
remendar mi heroísmo de fonógrafo antiguo 
todo el año lavando mis bolsillos ingenuos 
atrasando el reloj de mi sonrisa, 
haciendo blanco el día cuando llega visita, 
poniéndole gramática a tus ruidos 
poniendo en orden 
el manicomio cuerdo de tu sexo; 
déjame ahora 
que le junte mis dudas a la escoba, 
quiero quedarme limpio como un plato de pobre; 
tú, 
que llenaste mi sangre de caballos, 
tú, 
que si te miro me relincha el ojo, 
dobla tu instinto como en una esquina 
y hablemos allí solos, 
sin el uso, 
sin el ruido 
del alquilado mueble de tu cuerpo.


miércoles, 24 de octubre de 2012

grita por mí


...como en las carreras de caballos, escogimos uno con nombre bonito sin imaginar que hubiera que sacrificarlo si caía o no llegaba a tiempo. y atascar de nuevo el desagüe con silencios y cabellos rotos para embozar la vida y malvivir con el desaliento, mientras incubamos un adiós, es lo más sencillo aunque no puedas creerlo. ahora aprieta, eh, no poder respirar de nuevo, se te hacen los pulmones pequeños. si la medicina es dejarlo sangrar, mejor nos mantenemos enfermos. y mientras tanto no te digo que ahora eres como una canción de Nick Drake en la que me siento morir por dentro, y que ahora eres un manojo de nervios y un muñón que retuerce un alma como en un cuadro de Francis Bacon. brillas más cuando no estás, aunque las noches sean icebergs contra los que me quiebro. y la luz parpadeante de la alarma, como una amenaza, como el goteo en la porcelana, que mantiene mis ojos abiertos. (grita por mí si aún hay tiempo).

el salvavidas - Javier Velaza


No es inútil amarse,
finalmente.
Lo mismo que amaestrar serpientes, nos exige
técnica refinada y perder la vergüenza
de actuar frente al mundo en taparrabos.
Y unos nervios de acero.
Pero amar es oficio
saludable también: su liturgia apacigua
el ocio que enajena -como supo Catulo-
y perdió a las ciudades más felices.
Bajo la cuerda floja dispone -no pidáis
una red, porque tal no es posible- otra cuerda,
tan floja, pero última
tan inútil a veces,
bajo la cual no hay nada.
Y entreabre
ventanas que te oreen la cólera y exhiban
a tu noche otras noches diferentes, y así
sólo el amor nos salva a fin de cuentas
del peligro peor que se conoce:
ser sólo -y nada más- nosotros mismos.
Por eso,
ahora que está ya dicho todo y tengo
un sitio en el país de la blasfemia,
ahora que este dolor de hacer palabra
con el propio dolor
traspasa los umbrales
del miedo,
necesito de tu amor como analgésico;
que vengas con tus besos de morfina a sedarme,
y rodees mi talle con tus brazos
haciendo un salvavidas, para impedir que me hunda
la plomada letal de la tristeza;
que me pongas vestidos de esperanza -ya casi
no recordaba una palabra así-,
aunque me queden grandes como a un niño
la camisa más grande de su padre;
que administres mi olvido y el don de la inconsciencia;
que me albergues de mí -mi enemigo peor
y más tenaz-, que me hagas un socaire,
aunque sea mentira
-porque todos es mentira
y la tuya es piadosa-;
que me tapes los ojos
y digas ya pasó, ya pasó, ya pasó
-aunque nada se pase, porque nada se pasa-,
ya pasó,
ya pasó,
ya pasó,
ya pasó.
Y si nada nos libra de la muerte,
al menos que el amor nos salve de la vida.

martes, 23 de octubre de 2012

y los te quiero


a veces desapareces como desaparece la playa cuando sube la marea y los nombres y los te quiero que escribimos con cañas, descalzos y locos. a veces no estás en ninguna calle y te busco en el reflejo de los escaparates inútilmente y me sabe a óxido mirar el cielo. tampoco eres tú el que toma un café en esa plaza junto a ese perro triste y esa estatua que todo lo sabe. ni es tuya esa mano en la barandilla que podría tocarme. no te encuentro en los acordes que saco de la guitarra cuando aún no ha llovido, ni en las tardes que se alargan manoseando las horas sin conseguir que se parezcan a nada. a nada que valga la pena.

lunes, 22 de octubre de 2012

el sueño (fragmento) - August Strindberg



" La tierra no esta limpia
la vida no es buena
los hombres no son malos
tampoco son buenos
una vez al día
los hijos del polvo
en el polvo deben divagar
nacidos del polvo
al polvo regresan
les dieron pies para arrastrar los pasos
no alas.
La culpa es de ellos
o vuestra? "

domingo, 21 de octubre de 2012

común presencia - René Char


Tienes urgencia de escribir
Como si te hubieras rezagado en la vida
Si es así corteja a tus fuentes
Apresúrate
Date prisa a transmitir
Tu parte de maravilla de rebelión de beneficencia
Efectivamente te has quedado atrás en la vida
La vida inexpresable
La única a fin de cuentas a la que aceptas unirte
Esa que cada día te es negada por los seres y las cosas
De la que penosamente obtienes aquí y allá algunos fragmentos
descarnados
Al término de combates sin tregua
Fuera de ella todo no es sino agonía sometida de grosero fin
Si encuentras la muerte durante tu tarea
Recíbela como la nuca sudorosa encuentra bueno el árido pañuelo
Inclinándote
Si quieres reír
Ofrece tu sumisión
Nunca tus armas
Fuiste creado por momentos poco comunes
Modifícate desaparece sin pena
A capricho del rigor suave
Gajo a gajo la liquidación del mundo porsigue
Sin interrupción
Sin extravío
 
Enjambra el polvo
Nadie descubrirá vuestra unión.
 

ornamento y delito























a mí no me vengas entero, ni con frases hechas y caminos recorridos.
a mí llégame violado por la pena
con marcas del azote de la soledad
y los pulmones encharcados de tanto tragar
llégame con olor a trinchera
arrastrado y lleno de lodo
ni victorioso ni laureado
no te quiero manso
llega sediento, ansioso
destrozado
sin ornamento ni imposturas
rendido
y perdido, muy perdido
ven a mí moribundo
buscando refugio en mis labios
habiéndote bebido todas las barras
apestando a humo y derrota buscada
con las rodillas gastadas
déjame lamer las puntas de las flechas con las que te han atravesado
y hacerme collares con las balas que albergas en los vértices ocultos de lo que fue tu alma
quítate la coraza como si fuera un abrigo
no me llegues civilizado
no te acerques a este cuerpo que te ansía si estás domesticado
quiero que me llegues usado
descreído de todo
desnudo y enojado
enajenado
exactamente igual que esta que te ama.


sábado, 20 de octubre de 2012

Jose Sbarra








































XVI
No nos une el amor sino el espanto
Borges 



No, naturalmente, no nos une el amor
sobrevivimos sin amarnos
¿Cómo podríamos amarnos? Nadie ama a un desdichado
salvo que se trate de un hermoso príncipe de cuentos

y su desdicha sea sólo aburrimiento o hartazgo.
 
Nos cansa pronto escuchar un gemido
y más aún cuando no proviene de un bello infante Abandonado
en una cesta a orillas de un lago de garzas y
flamencos.
No, los desdichados estamos confinados a sobrevivir en
la soledad masticando nuestra humillación como un veneno
que nunca nos mata.

No, naturalmente, no nos une el amor
en todo caso, lo que nos une es un idéntico resentimiento
una misma rebelión una rebelión
tan desmesurada que acaba por volverse
estéril. No es una rebelión genuinamente política ni
religiosa, es la rebelión
de nuestro origen contra sí mismo
de nuestra sangre contra sí misma  
de nuestra nada contra la nada o
de nuestro cielo contra el cielo de los otros.
Es la rebelión de los que sufrimos porque deseamos algo
que no existe.


No, naturalmente, no nos une el amor

nos une el magnetismo de esta casa;
nos une este laboratorio del dolor;
nos une este cuarto que nos aísla del Insulto,
del bostezo indiferente de la calle,
de las lluvias heladas del invierno,
del sol ardiente del verano;
nos une este lugar en el que somos contenidos
y este tiempo que nos mide.

No, naturalmente, no nos une el amor
nos une la misma búsqueda
(o la misma fuga)
Nos unen, en definitiva, los mismos interrogantes,
las mismas ignorancias
y el mismo deseo (una bruta ansiedad)
por conocer al menos el por qué de nuestro sufrimiento.

No, naturalmente, no nos une el amor
nos une, en el mejor de los casos, el terror a la
soledad completa, la incapacidad de amar a otro ser
sin sentirnos inferiores y humillados.
Nos une un orgullo que se alza cuando más desmoronados estamos.
Nos une la incredulidad de que alguien diferente pueda
amamos.

No nos une el amor
nos une la vergüenza.
Nos une el pudor de saber tan íntimamente cómo es el otro
y de no saber con la misma intimidad quién es el otro.
Nos une un raro temor, algo así como una envidia antici-
pada por si uno de los dos ingresa al mundo de los seres
dichosos.
Nos unen todas las bajezas visibles y las previsibles.
Nos une el fracaso como un pacto de niños,
firmado con sangre y alfileres.

No, no nos une el amor

ni la esperanza de alguna vez amamos
nos une nuestro empecinamiento contra las insalvables
distancias que nos separan.
Nos une la inercia de dos esculturas que, comparten una
plaza: cada una sobre su piedra sin poder alejarse un
solo paso

pero también sin poder acercarse un solo paso.
Nos une ese acercamiento incompleto
ese mirarnos cada uno desde su altura
(o desde su miseria)
Nos une un largo silencio cargado de palabras
que pesan demasiado para decirlas así porque sí,
sin garantías de que no estallen en los labios al pronun-
ciarlas.

No, no nos une el amor
que es un puente
lo que nos une es un abismo.
Nos une este lamento
que trazamos las tardes de lluvia como dos gatos
arrinconados por niños armados con piedras.
Nos une este lamento
como una esperanza involuntaria, inconsciente, de que él nos salve.

No, no nos une el amor
quizá sea el infortunio el que nos obliga a aferramos
con tanta vehemencia,
quizá sea este viento por el que nos dejamos arrastrar
o quizá sea esta penumbra que nos desdibuja.

No, no nos une el amor
nos une el acicate de una soledad idéntica y diferente
y no es únicamente el temor a la soledad presente
es también la premonición de encontrarnos solos en el
futuro.

Ivonne Gómez Ledezma



Mírame bien
no vengo a eliminarte los fantasmas
ni puedo prometer hacer milagros
más que la multiplicación de mis manos en tu cuerpo

Mírame bien mientras me robo tus latidos
(esa música negra
esa canción que arrulla los deseos)
para saber el ritmo de tus noches
sin tener qué tocarte el corazón

Mírame bien mientras me voy
danzando entre tu sangre
disfrazada de la luz que habita en la cerveza

Y siénteme dormir en el espacio de tu espalda
aunque a la vista estemos solamente
diciendo buenos días
en distintos extremos del mismo elevador

viernes, 19 de octubre de 2012

afterglow - Jorge Luis Borges


Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Piedad Bonnet

a  b  i  s  m  o  s

Porque eres ave que girando en rebeldía
desafía la bruma
                                     la ardua noche
haciéndola más honda y más oscura
y más inmenso el mar
                                     porque eres nave y náufrago a la vez
                                     sin velas y sin anclas
                                     solitario
                                     profanador de todos los confines
potro de sombras desbocado y dulce
para la libertad
                                     y el cielo galopante
hecho de vientos y hecho de huracanes
y sin embargo calmo como el agua
de misteriosos y profundos lagos
                                     porque extraviado pero indiferente
                                     como un rey agraviado deambulas
                                     por los caminos de un imperio en ruinas
                                     porque eres un reloj sin manecillas
                                     un bello loto sobre los pantanos
porque te vi sonriendo en tus orillas
                    cayendo voy
                    errática y ardida
en tus oscuros mundos abismales.









                         "Si te ponen miedo mis ojos ausentes, mis ojos noctámbulos, mis ojos dementes...
León de Greiff

                              














                                                                

  a  s  e  d  i  o                                                                                                           
No me culpes.
Por rondar tu casa como una pantera
y husmear en la tierra tus pisadas.
Por traspasar tus muros,
por abrir agujeros para verte soñar.
Por preparar mis filtros vestida de hechichera,
por recordar tus ojos de hielo mientras guardo
entre mis ropas un punzón de acero.
Por abrir trampas
y clavar cuchillos en todos tus caminos.
Por salir en la noche a la montaña
para gritar tu nombre
y por manchar con él los blancos paredones
de las iglesias y los hospitales.
Hay en mí una paloma
que entristece la noche con su arrullo.
Mi noche de blasfemias y de lágrimas.




a  q  u  í     d  i  j  i  s  t  e  ...


Aquí dijiste:
"son hermosos
los ojos húmedos de los caballos".
Y aquí: "me encanta el viento".
Desando yo tus pasos, revivo tus palabras.
Y te amo en la baldosa que pisaste,
en la mesa de pino
que aún guarda la caricia de tu mano,
en el estropeado cigarrillo
olvidado en el fondo de mi bolso.
Recorro cada calle que anduviste
y sé
que amaste este abedul y esta ventana.
Aquí dijiste:
"así soy yo,
como esa música
triste y alegre a un mismo tiempo".
Y te amo
en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo,
en la feliz canción
que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza.
En el día aterido
que tú estás respirando no sé dónde.


En el polvo, en el aire,
en esa nube
que tú no mirarás,
en mi mirada
que te calcó y fijó en mi más triste fondo,
en tus besos sellados en mis labios,
y en mis manos vacías,
pues eres hoy vacío
y en el vacío te amo.