malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

sábado, 30 de agosto de 2014

hacerte el dolor


























Incluso cuando se nos queman las historias estas gozan de fulgor.
Cuando a vista de pájaro, son pequeños bosques que han crecido y se consumen en nuestras manos. Cuando todo viene a hacerte el dolor.
El hilo envuelve la noche entera y aprieta y muerde nuestros huecos. La rueca endemoniada de los instantes necesita aceite y cordura.
Cuando presiento un mar en la espalda y tiemblo con los ojos mojados en sal. 
Somos sombras en los muros y caerá la tarde. Y las noches que soportaron nuestra negligencia romántica ya dejaron de contarse.
Algo novelados, algo previsibles, animales henchidos de amor con temperaturas poco delicadas. Fuimos.

Ungidos en el brillo urgente de las estrellas extasiadas que vienen a morir en los ojos ahora y para siempre, tras la piel y sus combinaciones, con sus cimas y sus pozos, en el punto-puñal definido, en alguna cicatriz había que detenerse.
a respirar. a morir.
 
La carne exaltada conoce la travesía cuando muerde el puerto. Antes vive la pasión improvisada que sólo entienden los amantes untados de miel y bella rabia.
Lo que viene tiene algo de ceremonia y de luz que se desata en las grietas y nos convierte en extraños. Y ahora diré infinito, labio, venda, suelo.
Y rodeada de espino el alma, verá como le estalla el caparazón al mañana y en la nervadura de nuestra fuerza y el viraje que sufre el sentir, iremos al soltar la sucia pena bien lejos, para no escuchar sus gritos al llegar a nuestras casas.

miércoles, 20 de agosto de 2014

imantados y precoces en la herida





En la insistencia del ruido,
con la vida hasta el cuello, me dejé caer la noche hasta los tobillos.
Le nacieron sogas a las palabras y astillas a los rincones donde me ponía a pensarte. Gasté los pomos de las puertas que nos separan de sólo imaginarme cruzando umbrales y ardieron las calles prometidas y sus soportales con olor a demonio.

El silencio es un idioma en sí, basta con cerrar los ojos y tocar pie en tu pensamiento, sin artificio. Hay que hacerlo lento, como cuando tienes miedo o alguien duerme.
Te hago un tajo en el abdomen y entro. Te tomo por los extremos. Mis manos en tus manos, mis muslos en tus muslos. Imantados. Engancho tu mente. Engancho tus pestañas. Sólo es un momento y ahí me detengo. Apnea voluntaria, inhalarte hasta el pre-desmayo. Paseo contigo por el museo de tus gestas y tus desgracias. Visto tu piel y tu aliento. Calada de ti. De dulces drogas el pecho lleno nos salvará de las palabras. Azaleas en tu tráquea, flor por tallo. Deambulo tus arrabales. Oleajes y escolleras. Vinos para descoser las almas. Matrioska infame y ensayada que inunda tu territorio. Y ahí, el silencio como un manto marino que calma. Y así entender lo insondable.

Después siempre vivir en el despeñadero o en la horizontalidad de nuestros salones. Después. 
El sueño de la luz recortada entre nuestros cuerpos. Extinguir con abrazos la distancia y volcarnos en el clima que crean dos ecuadores al enfrentarse, derramando todos los cielos por el costado.
Sujetos a la epifanía que se da en las salas de espera que inventamos en mitad del fracaso, con el aullido interno y la adrenalina del salto, precoces en la herida que nos haremos, anunciando nuestro infinito y lírico colapso.

Aquí, junto a mi temor, estoy yo tendida con el éxtasis y la furia bajo la ropa, abordándome callada, con la descarada ingenuidad de la que aguarda una tormenta ya empapada.

//Y sin embargo sonrío porque nos sé irrenunciables//.
 
 

*y mil gracias a Dulce Locura
que me descubrió el inquietante ojo de Arthur Tress