malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

sábado, 8 de agosto de 2015

de lo absurdo y lo fugaz













How can you have a day without a night
...
like a soul without a mind
in a body without a heart
I'm missing every part


Al final hay un estallido, siempre lo hay. Cuando la grieta amenaza apertura en canal y el papel va a ser la palangana mágica que llenaremos con lo turbio. Cuando se descontiene todo. Nace en un momento pero cuando lo pienso, siempre muere entre estas cuatro paredes. Habitación desembocadura. Cauce. La ventana dibuja almendros, esos que danzan de noche. Se ven tan secos este año que quiero llorar. También una parra de uva negra atrapa una brisa. 

Esto no es un poema ni lo pretende. Es solo hablar del poema ensangrentado y de cómo aprende a cruzar calles, subirse a coches, dar dos vueltas de cerradura y entrar aquí dentro, conmigo, para quitarse la ropa y tocarse un poco más el alma. Con desparpajo arrancar el llanto como un motor viejo que nos llevará a duras penas aunque no sepamos dónde. 

Este poema que no acabará siendo poema, nació la otra noche. Cantaba Nell Shakespeare, una versión de good fortune de Polly Jean. En realidad fueron dos, dos canciones follándose una a otra en mi cabeza. Túrmix lírica que no requiere red eléctrica. Me rompí mucho con unfinished sympathy escupida de su boca. 

Quería hablar de habitaciones y esa soledad. Estructurar desordenadamente, como siempre, el revoltijo de sensaciones que me inunda. Conexiones: el sonido del ventilador es verano, el crepitar de la leña ardiendo es frío y tu nuca en mi mano dibuja mi hermoso desequilibrio. Y de la transformación. De cómo se nos va de las manos. De que un texto con luz que contenía un sol maravilloso acaba apuñalando la hoja. De los preliminares que no se reconocen en ese orgasmo sucio y delicioso. De lo maleable de la idea. De cómo la derecha vomita algo en posits que a dos manos doblan la herida sobre un teclado. Y de cómo nos sentimos después. Del amanecer del revés, con las costuras, carne vista. Y el dolor en un cuenco amarilleando en la cocina. Después de la habitación, después de soltar la parrafada, el verso, la neura, el gemido, siempre hay un momento de plenitud y no es más que el desalojo de alguna rabia, destrozo, pena, fluido. La espina en la garganta que sale y no nos deja morir en el restaurante. Salir vivos después de morir un poco. Gozar nuestro propio maremoto. Y que todo de igual. Porque sí, porque la habitación y el interior se me desordena siempre. Una anarquía total, da igual cuántas veces los trate de ordenar. Alfabéticamente, por género, por impulso, ellos están vivos. Las risas, los ayeres, los escalofríos, los días de lluvia… Al final Charles se pone diletante con Bolaño. Félix Grande siempre acaba pegado a mí y Cortázar inventa rayuelas en los estantes. 

Al final nos gusta besar el suelo porque somos algo reptantes en la caída y algo kamikazes e insensatos antes de la misma. Como dijo Frida: qué haríamos sin lo absurdo y lo fugaz?  Yo no lo sé, qué haríamos sin los poemas que no son poemas, si apagáramos nuestros géiser, nuestras ganas, nuestra libertad. Aplaudir la lobotomía? No, gracias.  

unfinished sympathy by Nell Shakespeare