malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

miércoles, 28 de enero de 2015

dominar el frío







Touché, me tocaste el alma

Se me desarma el refugio de las fiebres perfectas
cuando no estás.
Asalto el mausoleo de mis propias neurosis
y soy un manojo de raíces exiliadas de tu cuerpo
que dejan de beber y respirar.
Me ofrezco mi deriva en bandeja
y ya no recuerdo cómo se vencen las apatías
ni si existieron los desguaces para aquellos que llegan de las guerras
los de la palabra trabada en la garganta
los de la rabia sin camino ni elixir
los que sueñan corceles y adiestran bosques con las manos
y clavan miradas perdidas en horizontes imposibles de ciudad.

Cuando se ponen en fila los incendios,
tan dispuestos a ardernos,
todo encaja.
Pero en la antesala de los huecos
y las noches desvestidas de catástrofe
cuando no me amainas con tus paños calientes,
con tus paisajes de carne
sólo somos tristes devotos de la memoria
que escarban la fatiga para descifrar la cicatriz que deja el tiempo.
Esa huella macabra y obstinada que deviene de la fricción de los cuerpos.
Esa marca que hierve y nos recorre

Y observar los días como una hemorragia
y despeñarse dentro de uno mismo
para descubrirse incompleto
en la urgencia del animal
(que sueña)
que luce con grandeza, sus heridas.



miércoles, 7 de enero de 2015

con el material de los cuerpos



































Con el material de los cuerpos
adulteraremos nuestra memoria,
allí donde los contornos son orillas embravecidas
en las que nunca creció el miedo
volveremos a intentarnos, desmedidos.

Como lupanares malditos
que visitamos siempre por primera vez,
cada palabra saldrá nueva,
haremos barricada en la piel,
en el gesto,
tan hechizados,
dueños de esa fuerza extraña
con el acabamiento como salida eterna.

Porque sabemos aquello de abrirse el pecho
y cuidar de los tallos crecientes
en la herrumbre de los días.
Rezarle
a los orificios del alma.
Ser corteza al antojo del mal tiempo.
Con el vicio de abarcarnos las torceduras 
y aliviar el quejido en otras bocas,
otras lindes
y atraer otros tropiezos,
contando en voz baja,
la distancia entre luz y trueno.

Con el vicio de beber de las palabras
hasta embriagarnos
y errar la altura del vuelo
que nos lleva a la ausencia definitiva,
esa que nos deja en herencia la estampida en el adentro.

Con el material de los cuerpos
apresamos las ganas
y nos hallamos maravillados y sedentarios en el recuerdo,
tan poco libres,
tan poco diestros y tan indecorosamente ciegos.

Usaremos la belleza inexpugnable
de los momentos en que reímos hasta el dolor,
justo cuando cristalizó el instante eterno en la retina,
justo cuando te amé mandíbula batiente.

Tan fermentados en sudor/llanto,
sin temer la demolición,
porque aprendimos a habitar la grieta propia.

No hay idioma
desde que fuimos capaces de darle cuerda al desamparo,
y ahora las caricias y el ayer como alhajas benditas.
Ejecutamos el amorío e imaginamos brillos
porque el daño es ancho y profundo como un océano
y el amor se cultiva en barbecho
cuando el dolor es una resaca.

Con el material de los cuerpos haremos balada y epitafio
del héroe de la derrota,
el que habita avenidas y barras con su caballo de Troya
para vencer las mil noches oscuras del alma
y hallar escapatorias infinitas
y nunca definitivas.

Escenarios del amor:
habitaciones, tú y yo,
suelos, estaciones, esquinas.
Cenas en las que no recordamos pedir la cuenta.
Cuando al cuerpo le faltan manos, hay pasión y no corre el tiempo.

Praderas de angustia por las que pasear con el ansia multiplicada
y poseer el don de la lágrima a escondidas.

Creamos el idioma desde el hambre
y somos astutos a pesar de que los ojos sean ramas que cargan rocío.
A pesar del aguacero que hará que el sueño muera en la balsa.
A pesar de la bandera que crece en la respiración entrecortada,
esa que se nos come las palabras.

A pesar de todo
salvaremos la magia