Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.
Maravilloso poema.
ResponderEliminar¿A quien no le gustaría repetirlo cualquiera de estos dias que se avecinan?
escucha la grabacion de este poema en la voz de julio.
ResponderEliminares hermosamente simple
o simplemente hermoso
un beso