Me olvidé de cómo se descuidan los mapas que nos labramos en
la piel. Allí donde fue camino/guerra dejamos crecer la hierba y taponamos
heridas con esa sobada lírica de sanatorio, túnel y orquesta salvaje que
aprendimos, nunca supimos cómo, en alguna cuneta. Más tarde, con lúcida falsedad, las
llamaremos cicatrices, y las mostraremos hasta orgullosos pero sin acercarnos
demasiado, porcelana china que podría romperse, les reservamos estantes altos y
las miramos con recelo, como pequeños acantilados que vamos coleccionando. Panorámicas
del fracaso en las que el foto finish siempre muestra que perdimos los dos aunque horriblemente sonrientes.
Pero todo lo que no sangra llamativamente tampoco coagulará
nunca. Serán patadas en el vientre, vivir con la costilla quebrada e intentar
andar derecho y sentir cómo te pincha en cada respiración un olor, una
estación, una palabra.
Después vendrá el hacer poemas con cada daño. Decorar los
accidentes, convertirlos en naturalezas muertas, santuarios de la pérdida y gastar en ellos cientos de noches mirando, buscándole
el brillo a los ojos del pescado y el dichoso adjetivo cargado de pólvora,
sacrificio y arañazos. El exorcismo de la poesía. El poema quedará limpio al
salir de la tintorería privada, la danza macabra de la ansiedad permanecerá en
sus márgenes, de los cañaverales que habita nuestra flaqueza sólo brindaremos el
sol, la nube, la postal, ofreciendo así toda la bisutería de nuestro pensamiento,
en lugar de dibujar con la boca las bandadas de abedules y los bosques de estorninos que morían de quietud y fuego
donde nos crecía lo impensable. Preferimos frotar las palabras hasta la
intemerata y desfigurar el momento. Y soltarlo, como cachorros que ya no nos
muerden.
También olvidé que habitabas el bronquio de la madrugada,
aquel que se dilata y esnifa toda la humedad y el metal de nuestros misterios
más carnales desde que hice del oficio de escarbar en la mujer tu más miserable
aventura.
Y ahora, aquí, con el mapa de la tarde, violando cada significado de la palabra, en la orgía de nuestros daños, con la punta endemoniada del domingo y la gramática desnuda
de las manos masturbaremos el sentimiento sobre el teclado una vez más porque en el fondo sólo somos
habitaciones cerradas y un animal desgarrado con demasiado tiempo para pensar.
Necesito el tiempo! Lo necesito para aprender a decorar los accidentes. Tengo un montón de costras secas que no sé dónde colocar.
ResponderEliminarUn besazo.
Te desconchas como sólo tú sabes hacerlo. La palabra tiene tantos poderes que sólo es cuestión de aprender a manejarlas.
ResponderEliminarBesos preciosa
No olvidamos permanentemente, el subconsciente nos delata.
ResponderEliminarDesde las vísceras y dirigido a las vísceras, sin medias tintas. Me ha encantado/dolido.
ResponderEliminarAbrazos(y que guapa se te ve en la foto más abajo).
Sete.