“mientras chicle permutan boca a boca
y les tiemblan las piernas, en tijera”
Leduc
Yo venía ya trucada de nacimiento, pero no hacía ruido. Con
más vicios que virtudes. Capaz de llenar mis graneros con fardos de
desesperación, verter todas las rabias con serenidad y en silencio porque con
el fuelle de la tinta aplacaba la vida sin aliño y sólo empantanaba mis huecos.
No busqué remedios más allá de sepultarme en abrazos.
La frustración era una planta invasora así que yo huía con
poemas inacabados en servilletas sucias tras cada última cena del propio dolor
estrecho. Atravesaba todos los controles con una barca loca que daba tumbos en
mi corazón, pero yo andaba serena, y acertaba con el índice en mi nariz
infinitas veces aunque el llanto lubricante me llegara a las caderas. Sin los
pañuelos blancos de mi abuela, naufragué en cada cuneta sin perder el aplomo de
la que porta madeja de pensamientos/aspereza y corrales de demonios.
En mi
condición de Kriss de Valnor de saldo pero con ternura bizarra de alta gama,
platónica y algo torturada en la sombra, me dediqué a
beberte gatuna para hacerte gelatina el corazón. Para hacer confeti de tus
horas negras, serte balsámica y regalarte mis llanuras, corregir el mundo con típex/semén
y hacerte trino: inesperado, sucio y mágico.
Al final te quiero humano, rompiendo el estribo, tomando mi
cuerpo en terrones a pesar del cansancio, muy cerca los dos de la misma luna,
gajo de luz, de cualquier noche. De todas las noches. Vivir el tiempo, no
matarlo.
Cuando los puños acarician y la resistencia es esencial y esencia. A pesar de los pesares, tenemos cosas buenas. Gracias por recordárnoslo.
ResponderEliminar